Capítulo ocho.

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Hacía frio, la correntada de viento volaba mi pelo como si fuese un tornado. Miré al cielo mientras caminaba hacia mi auto para regresar a casa, estaba oscuro, pero las nubes rojas indicaban una tormenta, casi cubrían todo el cielo. Se me estrujó el estómago de los nervios, odiaba las tormentas para ser verdad, desde chica que me escondía debajo de la mesa porque mi imaginación pensaba que se me iba a caer el techo en la cabeza, y ahora casi a los veintitrés años soy igual.

A penas me subí al coche la lluvia se largó chocando con mi ventana y los refusilos llenaban el cielo volviéndolo prácticamente de día. Intenté respirar hondo y tranquilizarme antes de arrancar el auto, tenía como veinte minutos para llegar a casa, y necesitaba tranquilizarme para ir por la carretera, claramente ir nerviosa no era una buena idea.

–Bueno Ann, repasemos. –Me hablé a mí misma.

Agarré el bolso y empecé a escarbar para ver si tenía todo lo que necesitaba y chequear que no me había olvidado nada las tres horas que pasamos aquí dentro.

–Llaves, listo; celular, listo; llaves del auto. –Las coloqué para asegurarme que allí iban a quedar. – listo; billetera, listo... bueno, supongo que es todo.

Volví a poner todo en mi cartera y seguido me acomodé en el asiento, me até el pelo en una coleta y miré por el espejo para fijarme si venía alguien detrás y poder arrancar tranquila, pero el reflejo de un hombre se reflejó justo detrás de unas de las columnas a unos metros de mí.

La piel se me heló y por unos momentos quedé paralizada, era exactamente la misma que había visto en casa aquella noche, tragué duro y volví a acomodarme respirando hondo; lo único que esperaba es que todo fuese producto de mi imaginación y los nervios.

Apreté el volante y con mi mano alcancé las llaves para arrancar, estaba obligando a mi cabeza no volver a mirar por el espejo retrovisor, pero el tan porfiado no me hizo caso y volví a mirar, y para mi suerte, no estaba más allí.

–Joder, Anne no pasa nada. –Susurré para mi interior.

Cerré los ojos y me intenté concentrar, sólo tenía una cosa que hacer, y era llegar a casa lo antes posible. Una vez que puse el cambio no quise mirar para atrás. Entré a la ruta sin problemas, y puse un casete de Queen, intentando regular mis respiraciones para parar las palpitaciones que salían con fuerza de mi pecho, era difícil manejar la ansiedad sola, generalmente me pasan cuando estoy con muchas personas, y me alejo para tener privacidad, pero Harry sabe cómo calmarme y eso me hacía sentir segura. Esta vez solamente estaba yo.

Por alguna razón mi mente no dejaba de traer a ese hombre negro, la sombra, recordándomelo, aunque probablemente era una persona cualquiera que estaba esperando a alguien, es decir, había miles de personas en el aeropuerto y llegaban muchísimos vuelos cada minuto, podía ser un familiar esperando a otro, o simplemente un amigo. Pero lo que me llamaba la atención era que estaba con una gorra... y era de noche, ¿quién carajos lleva una gorra a un aeropuerto de noche? No obstante, estaba lloviendo y él estaba parado debajo de una tormenta que caía el cielo.

No sé, pero para mí la situación no tenía sentido. Sumado a que es la segunda vez que me pasa, y la segunda vez que puedo notar a la sombra con la misma ropa, la figura de un jogging con un buzo holgado y una gorra, sus manos dentro de los bolsillos del pantalón, y esta vez llevaba un cigarrillo en la boca ¿Para qué? Si estaba lloviendo.

Muchas preguntas en menos de diez minutos.

Me sobresalté cuando el celular comenzó a sonar vibrando en el bolsillo de mi pantalón, por suerte lo tenía conectado al auto así que podía contestar sin problemas, apreté la llamada entrante desde la pequeña pantalla al lado del volante indicándome que había entrado en la conversación.

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