El canto de los pájaros que se mezcló con la luz que se asomaba por la ventana despertó de mala gana al rubio, haciendo que frunciese el ceño.
Se estiró entre las sábanas grises en las que se encontraba arropado hasta la cintura, la cuales se resbalaron en cuanto se incorpó.
— Joder... — gruñó llevándose una mano a la cabeza debido al gran dolor que sentía. — ¿Qué cojones...?
Miró aturdido a su alrededor, dándose cuenta de que no sabía dónde estaba. La noche anterior era un recuerdo algo borroso en su mente, se acordaba de algunos momentos especificos que pasaban fugazmente.
Pero todos los recuerdos se volvieron claros en cuanto miró su reflejo en el espejo que estaba delante de la cama en la que estaba sentado.
— No me jodas... — Rápidamente recorrió la habitación con su mirada en busca de quien había sido su amante por la noche. Sin éxito.
Estaba completamente solo. No había rastro de aquel policía.
Suspiró aliviado, la verdad es que en el caso de que hubiese seguido ahí hubiese sido un problema, ya que tendría que lidiar con la incómoda situación de enfrentarlo, y eso sería bastante incómodo e innecesario.
Se levantó de la cama desconfiando y algo dolorido debido a todo el "esfuerzo" de ayer y el malestar físico que le provocaba la resaca, seguidamente buscó por la habitación su ropa, la cual se encontraba perfectamente doblada en una cómoda que estaba pegada a una puerta blanca.
Con curiosidad se acercó ahí, y mientras agarraba sus prendas escuchó agua caer en el otro lado de la puerta, Gustabo se dio cuenta de que se trataba del chico de ayer y se apresuró en vestirse y marcharse de lugar.
En cuanto salió no supo que hacer ni donde ir, así que lo primero que hizo fue llamar a su (casi) hermano.
"Horacio más te vale cogerme el puto teléfono, cerdo" pensó cansado.
— Horacio al aparato, ¿quieres pasar un buen rato? — Gustabo se quedó mudo por unos segundos.
— ¿Horacio?
— ¡Uy! Hola, Gustabo. — Horacio soltó una pequeña risa divertida. — Perdona, es por uno de mis trabajos.
— ¿En qué tipo de trabajo usas esa frase? — frunció el ceño sin entender nada.
— Digamos que hago feliz a la gente. — volvió a reírse, pero esta vez Gustabo se unió. — ¿Que tal la noche? Vi que te fuiste con un tío...
— Sí... la verdad que fue una locura de noche. — se incomodó un poco al recordar como se sintió bajo las sabanas de aquel hombre. — ¿y tú que tal?
— La verdad que no recuerdo todo con mucha claridad, pero tengo algo que nos puede interesar bastante, sobre todo a ti. — Aquellas palabras despertaron curiosidad en Gustabo. — Resulta que ayer en el bar conocí a un mexicano muy interesante...
— ¿Muy interesante?
— Sí, sabe dónde pillar armas, o mejor dicho, a quiénes. — pronunció recalcando las últimas palabras.
— Te como la pinga, Horacio. ¡Esto es perfecto! — Gustabo estaba muy emocionado, esta era una gran noticia.Ya tenían hilos por donde tirar para poder hacerse con lo que tanto antojaba, solo esperaba que la veracidad de esas palabras fuesen altas, porque si no esa oportunidad iba a desaparecer.
— ¿Cuando nos reuniremos con él? — preguntó con un tono más serio.
— Pues he quedado con él en una hora, ¿voy a recogerte?
— Te mando ubicación.
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ACAB | AU Intenabo
RomanceDos personas con el corazón vacío, buscando una razón por la cual vivir. Advertencias: - Voy a enfocarme mucho en los sentimientos de los personajes, aunque obviamente respetando sus personalidades, sin embargo, la psicopatía de Gustabo está en mis...