Los Abanicos del -Niégalo tres veces- (Parte 2)

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Abanico 4: El Bambú entre hojas.

—Nie Huaisang, ¡¿Dónde está tu espada!?—

La venerada triada se había formado después del estruendo, ¿Será que esas acciones fueron benditas por el cielo o la luna? Aunque todo se había calmado el hecho de que "él" fuese miembro de aquella gran triada simbolizaba algo aún más peligroso para tu persona, tarde o temprano tendrías que ser quien tomase el cargo, los caminos ya estaban labrados ahora tenías que ser quien superase al "Maestro de la espada escarlata".

Y aunque pensarás en ese día lo único que podías hacer era mirar el cielo, los bambús de tu abanico parecían moverse conforme enfocabas este a la dirección del sol.

—Nie Huaisang ¡¿Dónde está tu espada!?—

Las espadas del Clan Nie no eran normales, estas tardes o temprano se volverían las raíces que engullan a su cultivador, ¿Era realmente por eso que temías sostenerla? No. Simplemente sabías que tu destino no estaba en la triada, querías realmente ser como los bambú del abanico, mecerte tal cual, con el viento, pero [...]

Nunca pensaste que a tus espaldas hubiera una ponzoña desbordando de una simple copa de té, que un alma sucia estuviera queriendo condenar a más de un inocente.

—Nie Huaisang ¡¿Dónde está tu espada!?

—¡Hermano! —

Aún recuerdas el sabor de la sangre acumularse en tu garganta al llamarlo, el como la túnica se enredó en los pies al momento de querer sostenerlo. El hombre que era digno de admiración, naciente de las mismas nubes simbolizando el dragón hacía tu persona se había desvanecido, se desvanecía preguntándote una sola cosa: Tu espada.

Esa noche la lluvia rompió con fuerza el silencio de Qinghe, incluso provoco que la vela de tus aposentos quisiera flaquear mientras tu mano aún poseía la sangre. Era tan caliente que deseaste borrarla con agua y mantos, no podías concebir que el hombre que admiraste estuviese a punto de perder su conexión en carne y alma.

Pero surgió el acorde, un simple acorde hizo que el dolor se pospusiera.

La melodía que sana el corazón debía mantenerlo unido, no permitiría que su cuerpo se desmembrará, al menos eso creías. Pensabas que, en la singularidad de su lealtad, que, aunque fuese un hombre dividido por dos reinos al ser parte de la Venerada triada podría hacerlo, más no fue así.

Quien te protegía se había desvanecido, un hombre perdido en la locura no volvería, un hombre que al llamar no reaccionaba ni a su propio nombre, ni a la voz de su hermano ¿Pero porque fuiste detenido al querer salvaguardarlo?

Su marcha. Su desaparición. Esa fue la despedida más dolorosa, verlo a él marchar de Qinghe te lleno de una tristeza que al despertar sabes que el pasado tan solo son recuerdos alejándose, en ocasiones quisieras verle.

En esta ocasión sostendrías la espada que tanto deseaba que tuvieras en mano, pero parece que eso no será suficiente, ¿Cuánto tendrías que arder?

Tu cuerpo deseaba gritar, quería despedazarse, pero tenías que soportar, ahora eras el líder del Clan, en su ausencia tendrías que ser quien enfrentase el destino aun si la melancolía era suficiente para despedazarte.

Se habían acabado los pinceles, los abanicos, las montañas, los bosques y los mil caminos de poesías u canciones, pero el mundo es sucio.

No hay manera de buscar a quien ha huido, no hay forma de traer a quien se pierde en medio de la desesperación.

Los abanicos de Nie HuaisangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora