Capítulo 1.

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Otro día como los anteriores. Médicos entrando y saliendo de las habitaciones, yendo a quirófanos, tomando su café en la hora de descanso... Todo eso puedo verlo a través de mi habitación.

No estoy aquí porque haya sufrido un accidente o porque haya tenido una infección. Hoy es otro día de quimioterapia. Llevo tantos años viniendo aquí que he perdido la cuenta de todas las sesiones que llevo.

Exactamente hoy hace 13 años que tengo cáncer de pulmón. Después de tanto tiempo, ni siquiera saben cómo es que tengo este tipo de cáncer.

La primera pregunta que me hicieron a mi y a mis padres me pareció estúpida y sin lógica. ¿Una niña de diez años fumando? Obviamente que ni a esa edad ni a ninguna otra he probado el tabaco, es algo que no soporto ni de lejos.

También preguntaron si alguien cercano a mi fumaba y la respuesta seguía siendo la misma. Ni mis padres fumaban y obviamente mis amigos tampoco. Es algo extraño, pero nadie de mi familia ha probado el tabaco nunca.

Me estuvieron haciendo muchas pruebas para encontrar el motivo por el cual tenía este cáncer, pero nunca dieron con una respuesta.

Mi primer síntoma fue un dolor de cabeza. Estaba en el colegio, justamente en la hora del almuerzo, ya que allí había un comedor. Comencé a sentir un dolor de cabeza muy fuerte. Se lo comenté a una de las cocineras que había allí y me dieron una pastilla para el dolor de cabeza y al rato, se me fue el dolor.

Mi segundo síntoma fue dolor en los huesos. A pesar de tener 10 años, amaba el deporte y me gustaba muchísimo hacer atletismo. Era una de mis grandes pasiones, la cual, con el tiempo comencé a odiar.

Mis padres me dijeron que eso era normal, que hacer tanto deporte no era bueno para el cuerpo y que era lógico que tuviera ese dolor.

El tercer síntoma fue la clave para averiguar qué era lo que tenía. Estaba en casa de una amiga y comencé a toser, pero no era una tos normal, era tos con sangre. Enseguida, mi amiga llamó a su madre para que ella llamara a mis padres y me llevaran al hospital.

Creo que no he conocido a unos médicos tan directos como aquellos. Dijeron "cáncer de pulmón" como si fuera algo que se pudiera digerir con facilidad.

Mis padres comenzaron a llorar y yo los observaba sin entender qué es lo que ocurría hasta que en el colegio dieron una charla sobre los tipos de enfermedades más comunes, entre ellas, el cáncer de pulmón.

Con tantas sesiones de quimioterapia y de radioterapia, mi cuerpo estaba siempre agotado, así que, dejé de ir al colegio y tenía las clases en casa.

Yo sabía perfectamente lo que no quería. No quería estar encerrada en un hospital parte de mi vida.

Desde los 10 años estoy encerrada en casa, viendo a la gente caminar, viendo la vida pasar a través de la ventana.

Mis amigas nunca vinieron a verme, supongo que nunca tuve amigas de verdad.

Sólo vengo al hospital para la quimioterapia y la radioterapia. Alguna vez me hacen pruebas para tratar de averiguar la razón de mi enfermedad, pero son pruebas en vano. Después de 13 años, no creo que encuentren nada y menos una solución para que este infierno acabe.

Mis padres me animan a salir, a que haga amigos... ¿Quién querría ser amiga de una persona enferma como yo?
Sólo estarían conmigo por lástima y no pienso ir con esta calva por la calle. ¿Pasar más vergüenza aún? Nunca.

En mi lista no se encuentra hacer amigos ni salir. Es lo que menos quiero en esta vida monótona.

Cuando me levanto por la mañana, me miro al espejo y me pregunto... ¿Qué pasó con esa niña llena de ilusiones y con una meta por cumplir? ¿Esa niña que vivía sin preocupaciones?

Ahora sólo veo un cuerpo medio muerto, una cara más blanca que la nieve con unas ojeras enormes. Un ser que vive sin tener ganas de vivir.

Hay días en los que no puedo levantarme de la cama por tanto dolor en el cuerpo o porque simplemente, no tengo fuerzas.

Fui una niña muy feliz, optimista y con ganas de crecer para lograr todos mis sueños y metas.

Ahora soy un despojo humano. No sé qué es ser feliz y mucho menos qué se siente al serlo.

Justamente ahora mismo acabo de llegar a casa en silla de ruedas.

-Natalia, yo te llevo.

-No soy una idiota, sé cómo llevar esta estúpida silla con ruedas.

-Mi niña, ya sabes que después de las sesiones no tienes apenas fuerza muscular, yo te llevo.

-¡No hace falta que me recuerdes que no tengo ni siquiera fuerzas para coger un estúpido tenedor yo sola y comer como una persona normal! ¡Quiero recordarte que ya no soy una niña, tengo 23 años, no 10! ¡Déjame en paz!

Intento con las pocas fuerzas que tengo empujar la silla para avanzar pero no puedo.

-Ana, yo la llevo, tranquila cariño.

Veo de reojo a mi madre sollozar un poco pero no me importa, ella no sabe por lo que estoy pasando, ella no es la que tiene cáncer.

Cuando mi padre consigue llevarme a mi habitación, me tumba en la cama, que se encuentra destapada para tener más facilidad.

-¿Cómo te encuentras hoy?

-Como todos los días, cada vez con menos ganas de seguir respirando.

Mi padre coloca su mano derecha encima de la mía y me mira.

-Hija, que son muchos años así, pero van a encontrar el motivo y vas a recuperarte.

-Eso es lo que siempre decís. , mamá y los médicos. que nunca sabrán nada ni me recuperaré. ¿Me puedes dar de comer hoy ?

-¿Te peleaste con mamá?

-No, pero estoy cansada de que me repita lo que no puedo hacer una y otra vez.

-Tienes que entender que estamos preocupados por ti.

-Vuestra preocupación no va a curarme. Por favor, déjame sola. Más tarde te aviso para comer.

-Está bien...

Mi padre sale de mi habitación cabizbajo.

No me gusta decirle este tipo de cosas, pero estoy cansada de que digan que están preocupados por mí, que sea positiva... Que se pongan en mi lugar, a ver si aguantan esto como lo estoy haciendo yo...

A través de la ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora