Capítulo 2.

14 2 0
                                    

Ahora mismo estoy mirando a través de la ventana. Es lo que suelo hacer cuando tengo fuerzas para poder levantarme por mí misma.

Cuando no puedo levantarme, lo hago tumbada en la cama.

Ver a la gente pasar, los niños jugando con sus bicicletas, alguna chica paseando a su perro, parejas cogidas de la mano... Personas normales. Sanas. Personas que pueden hacer su vida completamente normal.

Me gustaría hacer una vida normal. Tener amigas y poder ir al cine, a discotecas, tomar alcohol... Ser una adolescente, disfrutar de la vida... Tener una vida.

Obviamente podría hacer una vida "normal" pero nunca saldré de mi habitación. Sólo saldré para esas malditas sesiones de quimioterapia.

No pienso caminar por la calle mientras todo el mundo se queda mirándome con cara de pena. Ya tengo bastante con que mis padres me miren así.

¿Salir calva a la calle? Ni de coña. Tendría que estar loca para hacer eso.

Nadie se fijaría en una calva con cáncer que cada dos por tres está en el hospital durante 8 horas en una camilla haciendo sus estúpidas sesiones para "curar" el cáncer.

La quimioterapia no cura el cáncer. ¿Qué hace? ¿Ayudarte a durar unos meses más? Para acabar después de una sesión como si te hubiera pasado 50 camiones encima, prefiero estar muerta.

Esto lo hago simplemente para no escuchar los regaños de mis padres. Ya tengo bastante cuando me regañan porque no quiero comer o directamente porque no quiero salir de estas cuatro paredes para hacer una vida "normal".

Yo sé que nunca tendré una vida normal. No tendré amigas, no tendré pareja. Lo único que tendré será lástima por parte de otras personas. No quiero más lástima.

Tampoco quiero ser un lastre para mis padres. Hacen todo lo posible para que yo me sienta bien y olvide lo que tengo. Los quiero y agradezco que lo intenten, pero nunca lo van a conseguir. Llevo diez años en la misma situación y noto poco a poco que voy empeorando más, aunque sea lentamente. Cada día que pasa me siento más cansada, mis padres suelen darme de comer la mayoría del tiempo, es difícil que consiga comer por mí misma. También es complicado que lleve la silla de ruedas y cuando estoy en el hospital, es el celador el que tiene que llevarme. Si tengo que levantarme, a veces mi madre o mi padre tienen que llevarme a cualquier sitio de la casa.

Llevamos cinco años en Barcelona. Soy andaluza, concretamente de La Línea de la Concepción, en Cádiz.

Todos mis amigos están allí y es complicado que puedan venir a visitarme. Tengo otra amiga en Madrid y un amigo en Murcia.

Desde que estoy en Barcelona, me he aislado de todos, ya que no quiero que más personas sientan lástima de mí y mucho menos quiero que pierdan su tiempo en escuchar a una enferma.

Nos trasladamos a Barcelona porque el hospital de la Santa Creu es mucho mejor que el hospital de La Línea. Se puede decir que es mucho más avanzado y podrían ayudarme más... Ayudarme más... Me río por no llorar.

En fin, cuando me trasladaron, obviamente tuvimos que comprar una casa y vivimos casi en el centro de Barcelona, pero apartado de todo el bullicio del centro.

No conozco ni una sola calle de aquí, lo único que conozco es el hospital. Curioso, ¿no? Cualquier otra persona que viviera aquí, diría que conoce las calles y lo que menos conoce es el hospital. Ojalá ese fuera mi caso.

Mi casa es bastante amplia. Tiene dos plantas. Abajo está el salón, la cocina, un aseo y una habitación de estudio para mi padre. En la planta de arriba se encuentran dos cuartos de baño, tres habitaciones y un pequeño balcón en una de las habitaciones; en la mía.

Es en ese pequeño balcón donde me pongo a observar la calle y sus alrededores.

Por lo que estoy viendo, vamos a tener vecinos nuevos. Una mujer, un hombre, un chico y una niña pequeña bajan de un coche.

Podría decirse que la niña puede tener unos 5 o 6 años y el chico aproximadamente 22 o 23 años.

Esto es genial, de verdad (nótese mi ironía)

Ahora me tocará ver todos los días a un chico de mi edad haciendo una vida completamente normal, algo que yo nunca podré tener.

-Natalia, Antonio está al teléfono. Dice que te ha estado llamando al móvil y no se lo coges.

-Si no se lo he cogido es por algo, ¿no? Dile que me deje en paz. Que se entere de una vez que podrá venir a visitarme el día de mi entierro. Si me trae flores, que sean rosas rojas, son mis favoritas.

Hay un silencio muy profundo y notable. Escucho como mi madre cuelga el teléfono y se pone a llorar.

Simplemente soy sincera. No quiero tener contacto con mis amigos si no puedo hacer una vida normal con ellos. No puedo salir a ningún sitio, no puedo tomar algo con ellos cuando salga por las noches...

Todo esto tiene que acabar.

Me dirijo al cuarto de baño y lleno la bañera lo máximo posible.

Me quito las zapatillas y toda la ropa para meterme dentro.

Cierro los ojos y me sumerjo al fondo de la bañera.

Puedo notar la falta de respiración por momentos.

Veo una luz blanca y a lo lejos, observo que una persona se va acercando lentamente a mí extendiendo su mano.

Tengo miedo, mucho miedo. No quiero morir, pero tampoco quiero esta vida. No quiero pasar los meses y los años postrada en una cama escuchando música mientras van pasando los días.

Quiero ser feliz, volver a sonreír de nuevo. Quiero arriesgarme, vivir al máximo el tiempo que me quede de vida.

Esta persona se acerca a mí y me abraza...

Mi brazo comienza a bajar lentamente del borde de la bañera...

A través de la ventana.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora