Quatrième

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Muchas cosas podían pasar en unos meses

Demasiadas.

Incluso en un día, minuto o segundo.

La vida tenía momentos inesperados y de película a la vuelta de la esquina en la rutina de cada persona.

Pero esos dos meses, el ser omnipotente que se encargaba de la acción lo dejó en paz.

Los días trabajando con Luzu eran divertidos y calmados, le ayudaron a conocer mejor al castaño y aprendió un montón de cosas nuevas sobre plantas y sus cuidados.

La paga era buena, suficiente para sobrevivir día a día y seguir ahorrando, no buscaba más que eso, así que estaba complacido en ese aspecto.

Aún así, seguía pensando en buscar un compañero de piso, se encontraba reticente a la idea de vivir con un desconocido que podría cortarle un dedo en medio de la noche, pero ninguno de sus amigos necesitaba dividir los gastos como él lo hacía.

Seguía dándole vueltas al asunto cuando la campanilla del local sonó.

Levantó la vista del mostrador y se encontró con un castaño batallando con un montón de bolsas entre los brazos.

Salió de su sitio para ayudarle.

─Gracias... había ofertas y no pude evitar comprar de más.─ una pequeña sonrisa culpable decoró el rostro del contrario, haciéndolo bufar con diversión.─ ¿Qué deberíamos preparar hoy? Aunque podríamos comer en el restaurante de la esquina...─ se contuvo antes de rodar los ojos, en cambio, llevo las cosas hasta la pequeña cocina del lugar y una vez con las manos libres, pellizco ligeramente la nariz de Luzu entre sus dedos, sin dañarlo.

Aún así, un quejido salió de los labios del contrario.

Otra cosa que le había dejado ese tiempo al lado del castaño, era que hacer comidas en casa y entre dos personas era mucho más barato que comprar diariamente en la calle algo para calmar su estómago.

─No sería muy listo de nuestra parte salir a comer cuando has comprado todo esto.─ la pequeña reprimienda acabó apenas empezó a sacar las compras de las bolsas de papel.─ podríamos hacer sopa...

─Ayer comimos eso, te gusta demasiado para nuestro propio bien... tal vez intente hacer ese guiso que vi en línea la semana pasada.─ Luzu asomo su cabeza a la tienda, atento de que no se les pasará el sonido de la puerta al abrirse, comenzó a ayudarle también.

Se dividían el pago de las compras desde hace unas semanas y el sistema entre ellos estaba funcionando, generalmente uno de los dos se quedaba en la trastienda a preparar la comida, mientras el otro atendía a los clientes, si no había gente mirando las flores, ambos se dedicaban a la cocina.

─Es practica... sí te sientes tan seguro deberías intentarlo, sólo no nos envenenes en el proceso.─ recibió un pequeño empujón como respuesta, les tomó un par de minutos más seguir acomodando las cosas antes de que un cliente llegará y los separara.─ yo me encargo.

Nunca se sintió más orgulloso de ser alguien que aprendía rápido, le tomó sólo una semana realizar su trabajo perfectamente sin la ayuda del castaño, añadiendo más dinámica a la relación entre ambos para mantener a flote la floreria.

Y a pesar de que su antiguo refugio se había transformado en el lugar que pasaba la mayoría del día trabajando, no lo hubiera querido de otra manera.

—𖥸—

Luzu siempre se había considerado a si mismo alguien confiado.

Demasiado.

Era la voz de sus amigos cuando se encontraban en algún problema de cuando niños, el que preguntaba cosas a desconocidos cuando en la adolescencia se perdían en algún viaje, el que iniciaba la mayoría de las conversaciones que alguna vez tuvo en el pasado.

Con Auron la regla que creía sin excepciones parecía no funcionar.

Si bien, era cierto que le había parecido lindo en el primer encuentro que tuvieron y se le dio la oportunidad de confirmarlo en todos los demás que existieron antes de volverse lo que llamaría ahora, cercanos, no creyó que al pasar horas al lado del contrario su cerebro siguiera volviéndose una masa de sentimientos y emociones que no estaba dispuesto ni un poco a intentar nombrar.

Aún así, siempre que comenzaba a perderse en esos pensamientos, los alejaba para concentrarse en otra cosa.

Como el guiso.

Una especie de caldo con albóndigas y papas, bastante apetitoso y que no pensaba dejar que saliera mal, después de todo, Auron siempre le felicitaba por sus platillos y quería que siguiera siendo así.

Comenzó con la mezcla para las albóndigas, si bien nunca las había hecho de la manera en la que venía en la receta, le pareció bastante buena la idea de colocarle arroz para que rindieran más.

Auron se pasó un momento para ayudarle a darle forma a las bolas de carne mientras él se encargaba de las papas y de lo que sería el caldo en la comida.

Dos horas más tarde y con una visita más de su compañero, la comida estaba lista.

Llena generosamente dos tazones antes de salir a ayudarle al contrario con los clientes y aprovechando para que se enfriara su almuerzo.

Una vez la tienda está vacía, ambos se pasan atrás para poder comer.

Auron no pierde tiempo y saca un tarrón con polvo cafesoso para prepararles té helado.

Le agradece al pelinegro que al mismo tiempo lo felicita por su comida, haciéndole sonreír entre bocados.

Con un piedra, papel o tijeras se decide quien lava los trastos mientras el otro cuida de la tienda, aún así, desde hace unos días y no sabe exactamente como, siente que Auron lo deja ganar.

Aprovecha para ver rápidamente como están las flores, les habla con suavidad y tararea un poco antes de volver a la caja registradora, faltan un par de minutos para cerrar así que usa ese tiempo para hacer cierre de caja.

Lo termina rápidamente y, como si estuviera sincronizados, chocan en el pase de la floreria a la trastienda.

─Iba a cerrar la cortina*.─ asiente levemente a lo que le dice el pelinegro.

─Vale, entonces yo voy a por las cosas.─ Auron le responde con un murmuró antes de comenzar a quitarse el mandil.─ dame, yo lo llevo.

Una vez regresa con los abrigos y mochilas de ambos, no puede evitar notar un par de euros extras al lado del dinero contado en el mostrador.

Porque Auron sigue tomando y pagando una flor desde el primer día que llegó.

Porque aún no tiene la menor idea de porque lo hace.

Y cuando Auron le agradece con una sonrisa por traerle sus cosas, nota la flor acomodada debajo del brazo del contrario, intenta regresar la sonrisa, pero la pregunta que ronda en su mente desde hace días no lo deja.

¿Para quién son esas flores?

Una vez salen del lugar, trata de convencerse a si mismo, una vez más, que sólo es curiosidad.


























*Se refiere a las cortinas de metal que están en varios negocios, algunas tienen puertas para facilitar la salida una vez corridas.

Muchas gracias por el apoyo, de verdad valoro cada comentario o voto, últimamente no respondo porque los estudios me tienen como loca y con tiempo justo sólo para respirar, una disculpa por eso.

Les mando un abrazo enorme.♡

Flos Tabernam                                                      ✿੭Luzuplay・゚'Donde viven las historias. Descúbrelo ahora