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—Tengo hambre... estoy gordo... ya ni puedo caminar —murmuró Dipper con fastidio, su voz arrastrada por los bostezos. Se recostó pesadamente contra la pared, su mirada fija en Whirt, quien se acercó con dulzura, buscando calmar su ansiedad.

Dipper tomó la mano de Whirt y la colocó sobre su abultado abdomen. Apenas un segundo después, sintieron las pequeñas pataditas del bebé dentro de él, un movimiento que provocó en Dipper una mezcla de ternura y molestia.

—¿Tienes hambre? —preguntó Whirt en un susurro, mientras con delicadeza masajeaba su vientre para aliviar su incomodidad.

—Sabes que como por dos ahora... —Dipper apartó la mirada, su expresión reflejando una ligera vergüenza.

Whirt sonrió con ternura y, tras un instante de silencio, hizo una propuesta.

— Ire al campo, a lo más profundo del bosque, a recoger frutas. ¿Quieres acompañarme?

Los ojos de Dipper brillaron un instante con ilusión, aunque su voz intentó mantener la calma.

—Claro... Me siento solo cuando no estás. Me acostumbré a tu presencia.

Dicho esto, su mirada comenzó a divagar por la habitación, como si admitirlo lo hiciera sentir vulnerable.

—Bien —dijo Whirt con una sonrisa—. Nos quedaremos a dormir allá. Puede ser peligroso volver de noche.

Dipper solo asintió.

Se alistaron rápidamente y emprendieron el camino al bosque. El sol se filtraba entre los árboles, tiñendo el suelo de tonos dorados y rojizos. El aire fresco les envolvía con su aroma a tierra húmeda y hojas secas. Durante el trayecto, Whirt se aseguraba de que Dipper no se cansara demasiado, ayudándolo cuando el terreno se volvía difícil.

Al caer la noche, encendieron una fogata. Las llamas danzaban al compás del viento frío, proyectando sombras titilantes sobre sus rostros.

—Dipper, tengo una sorpresa para ti —anunció Whirt con un tono lleno de emoción contenida. Tomó con suavidad la mano de Dipper y sacó un pequeño objeto de su bolsillo. La luz del fuego hizo brillar el anillo entre sus dedos cuando lo deslizó con delicadeza en el anular de Dipper.

Dipper se quedó paralizado. Sus ojos se abrieron con asombro y su respiración se entrecortó. No supo qué decir.

—Te amo —susurró Whirt, con la voz temblorosa—. Sé que tienes un pasado que sigue persiguiéndote, pero quiero ayudarte a superarlo. Quiero que, cuando sientas que todo se derrumba, pienses en mí. Te amo tanto... que no imagino mi vida sin ti.

El viento sopló con suavidad, despeinando sus cabellos y secando las lágrimas derramadas de Whirt. Sus ojos estaban fijos en Dipper, esperando una respuesta, un gesto, cualquier señal.

Dipper bajó la mirada, su pecho subía y bajaba lentamente mientras digería cada palabra.

—No sé qué decir... me tomaste por sorpresa —susurró, sintiendo que su corazón latía más fuerte de lo habitual—. Pero ... te quiero en mi vida. Quiero conocerte mejor... que me conozcas mejor... estar juntos y que seas mi apoyo.

Whirt no pudo contenerse más. Sus manos enmarcaron el rostro de Dipper y, con un movimiento decidido, lo besó. Fue un beso cálido, intenso, lleno de promesas sin palabras. El viento nocturno sopló con ternura a su alrededor, como si la naturaleza misma bendijera aquel instante.

Bajo la luz de las estrellas, entre el susurro de los árboles y el crepitar del fuego, ambos se entregaron a la certeza de que, sin importar el futuro incierto, se tenían el uno al otro.

Mi Pequeño Gran Deseo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora