Prefacio

27 2 6
                                    

NARRADOR OMNISCIENTE 

⚫<

Si hay algo que Fluore odia con todas sus fuerzas es el petricor, por eso arruga la nariz. Ese embriagante olor a tierra mojada que todos suelen adorar, ese al que la mayoría le tiene una devota fascinación, para ella huele a estiércol.

Aquella tarde llueve como si se tratase de un fenómeno apocalíptico y, puede que, tal vez así haya sido. El huracán de hace un día se ha encargado de llevarse la electricidad para que todos le temiesen a su fuerza y apreciasen su debida gloria; mientras tanto Fluore detiene su respiración.

―Se dicen tantas cosas, Fluore ―Agresia, sentada frente a ella, suspira con un deje de melancolía al mencionar el nombre de la chica impasible―. ¿Qué pasó, niña? ―masajea su mano.

Fluore se mantiene en silencio y yerta sentada en aquel sofá desgastado, detrás de una ventana que deja entrar la tenue luz grisácea del atardecer que se despide. Sus manos se encuentran con gracia, una encima de la otra sobre su regazo, su espalda erguida y su mirada perdida en recuerdos, en un recuerdo en específico...

Agresia la examina delimitándola con sus ojos pardos. Tras largos minutos la mujer de edad no obtiene respuestas.

Fluore entorna los ojos y la observa mientras la tensión en su garganta la obliga a mantener la boca cerrada. Traga grueso. La señora a cargo del cuidado de la joven, no la presiona más.

Agresia se pone de pie y enciende una vela antes de que las sombras se adueñasen de aquella sala.

No sabe lo que le ha sucedido, pero puede percibir que la chica quedará marcada el resto de sus días y una fuerza llamada impotencia le arrolla porque Agresia no puede hacer nada por Fluore. La mujer de edad solo está cumpliendo con su trabajo y nada más.

―Entiendo, no quieres desahogarte. ―Agresia asiente con la cabeza tras sus propias palabras. La mujer no quiere decirlo en voz alta, pero la curiosidad que tiene no la deja ni ir al baño con tranquilidad―. El joven...

De inmediato, Fluore cubre sus oídos ejerciendo mucha presión sobre ambos con sus manos y cerrando los ojos en el acto. Contorsiona su cara y aprieta los dientes. No quiere seguir escuchando, como si hacerlo le causara un daño severo a su audición. Fluore opta por no hablar, sin embargo lo que desea es muy claro.

―Pero-

El sonido agudo y hueco de unos golpecitos en la madera interrumpe las palabras que está a punto de soltar la señora.

Al instante, ambas miraron al final del sombrío pasillo donde se encontraba la puerta. No esperan a nadie ese día. ¿Quién podría ser? Las manos de Agresia temblaron y limpia el repentino sudor de las mismas con su falda de lino, emprende su camino hasta ésta sin abrirla por completo.

El crujido de la madera desgastada al abrirse alertó a quienes esperaban afuera.

Empapados de pies a cabeza, una familia de cuatro integrantes, le sonreían a la señora Agresia.

―Shalom alejem.

―Buenas tardes ―responde escéptica Agresia, dejando en claro que no habla esa lengua, también para que se largaran y evitar conversaciones...

―Hola, disculpe nuestra irrupción en su casa.

Quien hablá en un perfecto español fue una mujer de baja estatura, pálida y pelirroja. Entre sus brazos sostiene a un niño rubio y de piel alba; y a su lado se encuentra un hombre de tez morena, robusto, de pelo azabache, quien carga a una niña castaña y trigueña.

La señora observa con detenimiento a la novedosa familia.

Muestran estar muy felices así de mojados, tanto que hasta podrían estar fingiendo. Lo más atípico de todo y que captó su completa atención es  que cada miembro tiene la misma forma y color en los ojos. Como si fuesen clonados.

Extraño.

―¿Qué necesitan? ―repuso la señora sin intentar sonar grosera.

Floure no quita su mirada de la puerta, prestando atención a lo que sucede. De pronto su corazón late fuerte, tan fuerte que duele y siente unas inmensas ganas de vomitar sus órganos, su pecho sube  y baja a una velocidad antinatural.

Eso solo significa una cosa.

―¿Sabe usted dónde queda IGH?

La señora se lo piensa y, en movimientos lentos, mira sobre su hombro en donde encuentra la expresión atormentada de Fluore al escuchar las siglas de aquel lugar. La chica, que tiene una mano sobre su pecho, niega con la cabeza y pone  su dedo índice sobre sus labios en señal para que no dijese nada.

La señora ha comprendido así que gira su cabeza hacia el frente, nueva vez, traga forzado y niega, su rostro está tan serio que parece deformado y su frente cubierta por una brillosa tela de sudor.

La felicidad que irradian aquellos extraños se esfuma como si un chasquido de dedos se lo ordenase. El aire se extingue y la vela sobre la mesa se apaga de repente; la estancia queda en una semi oscuridad.  

Aquellas miradas amables cambiaron en un segundo, y, removiéndose como gusanos, pequeñas venas negras han aparecido alrededor de los ojos de ellos, consumiéndolo todo, comiéndolo y agrandando el hueco. ¡Incluso los niños!  

Agresia no puede creer lo que está viendo.

Y las comisuras de todos ellos se elevaron despacio mostrando lo que tienen dentro de sus bocas.

Entonces...

⚫>⚫

Hola, ¿algún ser que quiera iluminarme?

¿Qué les ha parecido este prefacio?

¿Pueden hacerse una idea acerca de qué tratará esta historia?

Si les gustó esta pequeñísima parte, agreguen el librillo a su biblio-teca. jsjsjs

Nos leeremos muy muy pronto, mijos míos.

Xxx.

WolfreyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora