CAPÍTULO 1

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24 de agosto, 2011

Aeropuerto Internacional John F. Kennedy

—Bienvenida a Nueva York. —suspiró Melissa arrastrando su enorme maleta por el aeropuerto, detrás de su muy emocionada hija adolescente.

Lyanna había sido producto de una noche loca en su adolescencia. De hecho, fue producto de la única noche loca que ha tenido en todo lo que ha llevado de vida. Ocurrió en la primera y última fiesta que asistió junto a sus amigas y su hermano.

Esa noche conoció a Noah y la química entre ellos fue instantánea. Hablaron por horas, y bebieron demasiado. Al ser su primera fiesta, Melissa había cedido fácilmente a un estado puro de ebriedad. Sin embargo, se sentía bien estando junto a Noah. La simpatía y carisma del joven senior la envolvió en una nube de ilusión. Bailaron graciosamente, demostrando sus mejores pasos en la pista, y jugaron y bebieron, y se lanzaron a la piscina y se besaron, y...

Y despertaron juntos.

Desde entonces, sus vidas fueron atravesadas por Lyanna, su pequeña hija. Y, tanto Noah como Melissa, aprendieron a convivir por el bien de la bebé, algo que en definitiva no fue muy difícil para ninguno. La conexión que tuvieron aquella noche continúo siendo parte de su relación, que no avanzó a más de una amistad.

Noah pertenecía a una de las familias más adineradas de Miami, y cuando hubo terminado el instituto, debía asistir a la prestigiosa Universidad de Cambridge al otro lado del océano para cumplir con su deber familiar. Tras su partida, su amistad se reforzó, y mientras Melissa continuaba su vida junto a Lyanna, Noah empezaba una nueva vida.

—Mamá, apresúrate. Necesito mi latte —gruñó Lyanna, entrando a un Starbucks.

—Allá voy, cariño. Espérame —respondió Melissa, tratando de no chocar con nadie.

Nueva York formaría parte de su nueva vida junto a Lyanna. Había obtenido una gran oferta como editora del New York Times, tras ganar su tercer Pulitzer. Melissa había sido la típica niña nerd fanática de los libros. Su adolescencia la había pasado con su nariz metida entre diferentes historias, y, cuando llegó a la Universidad, no había otra cosa que deseara hacer más que escribir.

A mediados de su carrera publicó su primera obra que fue todo un éxito de ventas. A ese éxito pronto se le sumó su segunda obra, y así sucesivamente. Antes de obtener su título, Melissa ya se había convertido en una respetada y conocida escritora con un premio Pulitzer y muchas ofertas de trabajo.

—¿Por qué tardabas? —preguntó Lyanna.

—Tranquila, mandona —respondió Melissa sonriéndole. —Ya estoy aquí.

El olor a café es algo que siempre le había gustado, desde muy pequeña. Guardaba fielmente los recuerdos junto a su padre y hermano, preparando el café del domingo por la mañana. Acababa de llegar y ya los extrañaba demasiado, pero era momento de avanzar, como bien le habían dicho.

—¿Estás bien? —Lyanna la observa con el rostro preocupado y su taza a medio camino. —Te he notado muy distraída desde que salimos de Miami.

—Estoy perfectamente, cariño —respondió dando un sorbo a su bebida. —Está delicioso, ¿no?

—Si —respondió Lyanna y sonríe, mostrando ese lindo hoyuelo de su mejilla derecha. Una característica que le recordaba mucho a Noah. —Mamá... gracias por todo.

—Está bien, pequeña —Melissa extiende su mano sobre la mesa y Lyanna la toma, entrelazando sus dedos. —Era hora de salir de ahí, tomar un nuevo camino juntas.

—Eres la mejor —Lyanna sonríe y da un apretón antes de soltar la mano de su madre. —Tú y papá son los mejores, aun estando separados.

—¿Qué te puedo decir? —bromeó Melissa. —Somos como el dúo maravilla.

Lyanna ríe y asiente de acuerdo.

—Este será un nuevo gran comienzo para nosotras.

—Lo sé, cariño.

—Y quiero que disfrutes esto mamá —la mira a los ojos. —Quiero que conozcas a alguien, que te enamores como lo hizo papá. Yo ya no soy una niña pequeña, estoy a punto de cumplir dieciséis y te apoyaré siempre. Y si alguien te lastima, le haré sufrir. La tía Sam me ayudaría. —asintió de acuerdo a su plan.

—De eso estoy segura —respondió con una sonrisa.

Hablaron por otro par de minutos hasta que terminaron sus bebidas y salieron del Starbucks. Nuevamente, con Lyanna a la cabeza y a metros de distancia. No la podía culpar, estaba emocionada por iniciar su nueva vida, y en adicional tenía piernas largas a diferencia de ella, y no le importaba meterse entre las personas, mientras Melissa iba disculpándose cada dos por tres segundos.

—Oh, lo siento —dijo en un murmuro. —Lo siento mucho.

—Está bien, fue mi culpa —respondió. Melissa la miró y se quedó sin habla. Ella tenía una sonrisa deslumbrante y era completamente hermosa, su cabello oscuro caía en cascadas sobre su hombro. Y sus ojos parecían brillar. —Iba distraída —dijo mostrando la portada del libro que llevaba entre las manos.

—"El último suspiro" —leyó Melissa. —He oído que es bueno.

—Sin duda alguna —respondió la joven. —Es mi favorito.

—Puedo verlo —bromeó Melissa al notar los desgastados bordes del libro.

—Si —ríe. —Hay algunas historias que no te cansas de leer.

—Cierto.

—Además... tiene una dedicatoria —comentó. —Diría que es mi... tesoro.

Melissa sonríe y se quedan observando por unos segundos, mientras las personas pasan a su alrededor. Parecía como si el momento se hubiera congelado para ambas, había algo fluyendo y Melissa no entendía lo que pasaba. Era completamente nuevo para ella.

—Brooke, aquí estás. Meg ya aterrizó.

—Voy enseguida —respondió. —Creo que debo irme.

—Sí, yo igual —dijo Melissa empezándose a alejar.

Brooke sonríe y la ve irse.

—¿Todo bien mamá? Llevo rato esperándote.

—Sí, solo no... No conseguía rentar el auto —respondió Melissa mostrándole las llaves.

—Bien, ¿nos vamos?

—Si.

Brooke abrió su libro y leyó nuevamente la dedicatoria de la primera página. Para Brooke, nunca dejes de soñar en las historias ni de creer en las fantasías.

—Nunca he dejado de soñar, señora Cooper.

La madre de mi mejor amigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora