Cuatro

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Sonrió divertido al ver la incrédula mirada de la chica parada frente a él, estiró una vez más la caja con comida y recelosa la acepto.

—No temas belleza. —por supuesto que era linda, si tenía suerte, esa noche se la pasaría muy bien.

La observó más a detalle sin vergüenza, primero desde sus pies enfundados en unas sandalias, sus largas piernas, caderas que solo lo hacían desear que se diera la vuelta para ver que tal era su trasero, su diminuta cintura, sus senos medianos que muy bien podrían caber en sus manos.

Hey. Mis ojos están aquí —sonrió de lado al ver lo molesta que estaba y pudo apreciar su rostro: su labio inferior mas grueso que el superior, deseaba poder saborearlos, su pequeña nariz y sus ojos grandes azules.

—Lo sé. Sé donde están princesa —la tomó de la mano para poder besarla pero ella de inmediato la apartó.

Una chica difícil.

Tal vez tendría algún novio, aunque eso no era impedimento para él.

Lo que más le gustó ver, era como sus mejillas se teñían de rojo, estaba claro que ella no le era indiferente o si no ya le habría cerrado la puerta en la cara después de recibir la comida. Ella lo miraba por el rabillo del ojo, no se atrevía a hacerlo directamente.

—Te gusta lo que vez, ¿no es así? —sonrió mordiendo parte de su labio —Porque a mi también me gusta lo que veo y podría hacerlo una y otra vez sin cansarme —insinuó con doble sentido y si de por sí la pobrecita ya estaba sonrojada, con ese comentario todo su rostro se calentó, no era tan inocente como pensaba si entendía de que hablaba.

Emm... creo que es mejor que te vayas —carraspeó cuando la voz comenzó a temblarle.

—Me iré cuando cierres la puerta —gran técnica, porque ahora ella no sabía que hacer.

Abrió sus grandes ojos y se fue acercando muy despacio para ver como reaccionaba, no hacía nada por detenerlo; eso era bueno, le divertía ver como no lo miraba y que al parecer el piso era más interesante. No pensaba estropear todo lo que obtendría esa noche, a pesar de que la chica era demasiado tímida, tal vez su actitud se debía a que podía ser virgen, eso tampoco lo detendría, estaba decidido, más si ella no lo rechazó desde un principio; si de eso se trataba sería cuidadoso.

Estaban demasiado cerca y pudo sentir el suave aroma que provenía de su cabello, se agachó un poco para estar a su altura y aspiró también el delicioso aroma de su cuello, donde deseaba con ansias poder pasar su lengua para poder perderse en otros lugares más interesantes. Rozó con sus labios desde su mejilla izquierda haciéndola estremecer, recorrió con pereza soplando de vez en cuando, tomándose si tiempo, después de todo no tenia prisa, tampoco le importaba para nada si alguno de los vecinos salía de curioso y se les quedaba viendo, que disfrutaran de la vista porque él también lo haría.

Se detuvo cuando llegó a la comisura de los labios y depositó un suave beso. Miró como tenía sus ojos cerrados con fuerza, se alejó un poco y se relamió dispuesto a besarla como se debía y poder ingresar a la estancia, pero el grito de alguien en el interior hizo que la chica abriera los ojos totalmente avergonzada y lo empujara lejos de ella.

¡Maldición! Estaba acompañada.

—¡¿Marinette?! —volvieron a gritar y supo que era otra chica la que la llamaba.

Por lo general la mayoría de las mujeres que lo solicitaban estaban solas.

—¡Y-ya voy! —gritó de vuelta.

Estaba totalmente nerviosa, tampoco es que hubiera cometido un delito, aunque él también estaba frustrado por no haber logrado su cometido. Ella no sabía que hacer pero cuando lo vio fue como si su mente se aclarara.

SerendipiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora