Seis

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Suspiró agotado recordando la última semana. Había tratado de entablar conversación con Marinette, pero; o le era cortante o trataba de zafarse de él inventando tontas excusas. Al principio pensó que se estaba haciendo la difícil, ¿por qué aún no se rendía? Pues porque a pesar de que se mostraba reacia a sus halagos y palabras bonitas, le parecía divertido ver como le temblaba la voz y se sonrojaba a más no poder. Intentaría un poco más, pero si sus intentos no daban resultados, simplemente se echaría para atrás y daría por terminado ese jueguito con ella.

Una suave mano se posó sobre su pecho desnudo y la tomó acariciando los delicados falanges.

—¿En qué piensas? —preguntó la aterciopelada voz de su acompañante.

—Nada importante... Oye, esto es como un milagro. —regresó a verla apreciando mejor la desnudez de sus pechos.

—¿Qué es un milagro? —preguntó levantando una de sus finas cejas.

—Esto —señaló todo el espacio entre ellos dos —Me has llamado bastante seguido últimamente. Rara vez lo hacías, ¿qué? ¿cuatro? ¿cinco veces en el mes?

—¿Y tiene algo de malo que lo haga más seguido? Yo no le veo el problema.

Se puso encima de ella sin ejercer presión y sus mejillas y puente de la nariz picaron por el contacto de su propio cabello contra su piel.

—Al contrario. Estoy más que satisfecho por esto.

—¿Ah, si? —percibió el destello de maldad en su mirada —Pues me temo que te tienes que ir ya, tengo algunos asuntos que atender y se está haciendo tarde.

Negó riendo. Siempre que decía que estaba conforme con Kagami, ella inmediatamente trataba de alejarlos de una posible incómoda situación.

—¿No crees que aún hay tiempo para otra ronda? —la sonrisa lasciva por parte de él no se hizo esperar mientras llevaba su mano con lentas caricias desde las costillas dirigiéndose hacia abajo.

Antes de que llegara a ese lugar, la mano de la chica lo detuvo y con una fría mirada hizo que se quitara de encima.

Estirándose se levanto y dándose la espalda cada uno se dirigió a darse una ducha por separado. No entendía porque cada vez que se ponía cariñoso o empalagoso, Kagami se enojaba con él, ella había dicho que nada de sentimientos de por medio y lo estaba cumpliendo, si actuaba un poco más afectuoso no era porque estuviera enamorado o algo parecido.

Y además si se mostraba algo más alegre de lo habitual era porque había aprobado en los exámenes y pasado el semestre con buenas notas, esa era una buena razón para sentirse feliz consigo mismo.

Se terminó de vestir y miró su reloj, faltaba menos de una hora para ir a su trabajo en Bon Apetit, ya empezaba a fastidiarle ir todas las noches con la esperanza de que cierta chica solicitara sus servicios. De inmediato recordó que eso mismo había sucedido con Kagami, al pensar en las dos mujeres le fue imposible no comparar ciertas similitudes que compartían las dos y deseoso por saber como sería el cuerpo de Marinette sin nada encima, sin contarlo a él por supuesto.

—Pensé que ya te habías ido.

La voz de su compañera sonó por toda la habitación, sacándolo de hacía donde se dirigían sus pensamientos.

—¿Sabes lo difícil que es ponerse la ropa con la piel húmeda? —señaló su propio cuerpo.

Y si eso era difícil, sacarle una sonrisa a Kagami lo era aún más. Sopló cuando uno de sus mechones dorados cubrió parte de su vista, tenía que cortar su cabello lo antes posible. Dos de sus dedos se colocaron en su frente para luego separarlos y llevarlos hacia delante, con solo ese gesto y sin decir nada salió de la estancia.

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