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Treinta y seis.

Louis jadeó, su cuerpo se paralizó y rogó a sus pies adormecidos hacer algo, a pesar de ser él mismo quien controlaba todo su cuerpo. Sus uñas se encajaron en el colchón de la camilla, no sabía si debía levantarse e intentar escapar o quedarse allí, y rogar porque le fuera bien, o al menos lo tratarán con piedad. Escuchó su propia garganta tragar, a pesar del fuerte pitido en sus oídos, jodidamente ensordecedor. Sus pies rozaban el suelo, mientras su mente reproducida mil escenarios para escapar, siendo todos desechados porque sabía que no llegaría ni a la mitad de aquel pasillo. 

Alfa
Ayúdame
Alfa. Alfa. Alfa

Quiso golpear fuertemente su parte animal, la cual se sentía igual de desorientada que su parte racional. Sabía que Zayn no llegaría a tiempo, o al menos no antes de que su padrastro lo hiciera pedazos. No entendía realmente cómo tenía la oportunidad de pensar tanto, en tan pocos minutos había calculado cualquier manera de salir vivo de aquella y no había dado con una sola.

—¿Quién lo diría? — escuchó la carcajeada de aquel ser, que había rogado para nunca más ver. — ¡La pequeña nena de la casa logró amarrar a Zayn Malik!

Sintió su estómago revolverse, fuertemente, tuvo que morder su propia lengua para no vomitar y hacer la situación peor.

—Tanto tiempo desde que decidiste huir como un maldito cobarde, Louis. — escuchó la burla en la voz de su padrastro. Aún así no tenía la valentía de verle el rostro. Definitivamente era un cobarde. —¡Mírame cuando te hablo!

Su rostro se levantó, encarando al dueño de su sufrimiento, quien le sonrió, ampliamente, lleno de satisfacción. Su cuerpo volvió a temblar.

—¿Qué dices si nos ponemos al día? — habló y le guiñó un ojo, mientras comenzaba a adentrarse en la habitación.

El omega por instinto se hizo hacia atrás en la camilla, subiendo sus pies asustado, cubriéndose, como si aquello pudiera salvarlo.

—Oh, no seas una llorona, Louis. — se rió. Su mirada desesperada buscó a su madre, quien agachó la cabeza, notablemente avergonzada. —¿Qué dices si te llevamos con nosotros y dejamos que tu alfa sufra un poco, nena?

—D..déjame. — estuvo apunto de ahogarse al hablar. Su voz irreconocible, jodidamente temblorosa y chillona. Llena de miedo era la mejor descripción.

—¡Hablas! — lo miró reírse otra vez, aquella carcajada con sarcasmo esta vez, la mano de su padrastro se coló por debajo de la sabana, haciéndolo sollozar suavemente. —Creí que te había comido la lengua el ratón.

—Troy, vendrá alguien.. Hay.. Hay que irnos. — habló su madre detrás de ellos, interrumpiendo, notablemente aturdida por las feromonas que había en la habitación.

—¿Dije que podías hablar? — el alfa se volvió hacia ella, fastidiado, la omega bajo la cabeza, con miedo. —Bien.

Louis sollozó, encogiéndose en si mismo, tratando de proteger su pequeño y delgado cuerpo de las manos de su padrastro. Dándose cuenta que seguía siendo aquel pequeño Louis de diez años, asustado y patético.

—No llores, eso no ayudará en nada, pequeña. — habló el alfa frente a él, subiendo su mano por la pierna del castaño, hasta llegar a su muslo y apretarlo. —Estas más grande.

—B..basta, por favor. — sollozó más fuerte, su estómago quería vaciarse, asqueado por aquel aroma del alfa.

—No pasa nada. — siguió intentando tranquilizarlo, con diversión en su voz, sintió la áspera mano seguir subiendo, apretó sus piernas rudamente, mientras las lágrimas seguían bajando. La mano se hundió entre sus piernas con notable fuerza. —Abre las piernas, Louis.

Enlazados [Zouis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora