Capítulo II

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<<Curiosesco curiosesco —Se sorprendió pensando Jason en palabras que ni siquiera conocía, o tan siquiera existían —¡Ahora estoy creciendo más que Frank cuando se hizo un oso Polar por error!>>

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<<Curiosesco curiosesco —Se sorprendió pensando Jason en palabras que ni siquiera conocía, o tan siquiera existían —¡Ahora estoy creciendo más que Frank cuando se hizo un oso Polar por error!>>

Era gracioso, porque se suponía que sólo quería transformarse en un perro de raza pequeña, su amigo tenía la afición por los perros. Solía decir que tenían menos pesadillas y eso le ayudaba a dormir. Pero erro en el pensamiento por estar escuchando a Leo y su extraña conversación sobre el Oso de coca cola y termino siendo un oso Polar en vez de un perro.

Miro hacia el suelo, lo que fue una mala idea, porque comenzó a ver como sus pies comenzaban a quedarle demasiado lejos.

<<Oh, perfecto, seré un gigante con pies diminutos —pensaba mirando sus pies que se hacían pequeños desde su percepción —¡Un gigante! >>

El terror comenzó a invadirlo, ya podía verse corriendo por su vida, seguro creerían que era uno de los gigantes de Gaia. Sus amigos gritarian y correrían por sus armas, eso sí crecía demasiado. Si no, quizá lo confundirian con un cíclope, uno muy raro con dos ojos, se comenzó a desesperar. La idea sonaba loca si, en cualquier otro momento se habría echado a reír por ello, pero este no era ese momento.

<<¿Y si los dioses me destruyen por ser tan grande? —Pensó Jason —>>

Y entonces la idea se desvaneció, porque su cabeza chocó contra el techo de la ahora pequeña habitación en la que se encontraba, llevó una de sus manos hacia su cabeza y se la sobo, bueno al menos eso lo calmó. Y ahora que estaba crecido, pudo ver la diminuta llave que estaba sobre Bufford, la tomó con la mayor delicadeza del mundo y se dirigió hasta la pequeñísima puerta.

 Y ahora que estaba crecido, pudo ver la diminuta llave que estaba sobre Bufford, la tomó con la mayor delicadeza del mundo y se dirigió hasta la pequeñísima puerta

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Metió la llave en la cerradura y la abrió, lastima que ahora estaba tan grande que apenas y podía ver a través de la puerta. Sólo podía asomar un ojo por ella, no entraba más de él en aquel lugar.

<<¡Nunca saldré de aquí! ¡Y si lo hago seré atacado por mis amigos! —La angustia le invadió de nuevo y el enojo le ganó una vez más —¡Basta! ¡Deja de rabiar! ¡Eres el hijo de Júpiter, no puedes estar frustrado cada dos por tres! —Se regaño una y otra vez, pero eso no quitaba el enojo que ahora le aquejaba.>>

Jason en el país de las maravillas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora