Capítulo 4: Las sombras

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—Lo siento.— Susurró Ariadne en el oído de Aetos.

El mundo de Aetos se detuvo por un instante. Intentó gritar y moverse pero le era imposible. Solo esperaba el momento en el que sintiera un gran dolor por lo que le llegase a hacer Ariadne.

El puño de Ariadne fue cubierto por muchos rayos de electricidad. Hizo su brazo hacia atrás para después en un movimiento rápido dirigirla hacia el pecho de Aetos.

Un fuerte palpitar en el pecho de ambos hizo que toda acción se detuviera. El ojo derecho de Ariadne y ojo izquierdo de Aetos empezaron a iluminarse. Aquél color café claro de Ariadne se convirtió en un color miel. El café oscuro de Aetos se volvió en una tonalidad violeta.

Ariadne, desconcertada, tocó su rostro con su mano derecha, casi encajando sus uñas en su piel. El interior de la chica se sentía diferente. No era algo que había experimentado antes.

Aetos, sin comprender lo que pasaba, tapó su ojo izquierdo con su mano. La sensación de estar conectado a Ariadne estuvo presente en todo momento. Podía sentir los latidos del corazón de la chica como si fueran los suyos.

La ira era visible en las facciones de Ariadne. Aquél ojo que antes se había iluminado, ahora ha vuelto a la normalidad. Avanzó hasta el chico para tomarlo del cuello de su prenda.

—Me dijiste que no tenías ninguna habilidad. ¿Puedes explicarme lo que acaba de pasar?.— Preguntó alterada. Era imposible no sentirse abrumado ante aquel tono de voz.

—¡No tengo ninguna!.— Exclamó.— Estoy igual de sorprendido que tú. ¡No tengo idea de lo que acaba de pasar!.— El ojo del joven igualmente volvió a su color natural. El efecto de lo que haya sido aquello había desaparecido.

—¡No mientas!. ¡¿Te mandaron de parte del gobernante?!. ¡¿Por qué mierda no me dijeron nada sobre eso?!.

—¡H-hey tranquila!. No tengo idea de lo que estás hablando. Yo no tengo nada que ver con el gobierno.— Comentó.— Estás muy alterada, tranquilízate.

El rostro de la chica esbozo una sonrisa irónica.

—¿Tranquilizarme?. ¿Crees que debo de tranquilizarme?.— La voz denotaba que algo estaba a punto de explotar.— Acabo de llegar al verdadero lugar donde debería de estar. Un completo extraño fue transportado junto a mi de un momento a otro diciendo nada más que mentiras. Vamos, ¡Has lo que te mandaron a hacer!.

Ariadne empujó del cuello a Aetos para acercarse e intentar atacarlo nuevamente. Al ver que era un simple puñetazo el que se acercaba a él, reaccionó cubriéndose con su brazo tratando de empujar el de ella en otra dirección. Aetos sintió una corriente eléctrica al tener contacto con el brazo de la chica lo cual lo hizo retroceder dando un pequeño salto hacia atrás haciendo que su cuerpo empezara a caer. La mirada de Ariadne cambió en ese instante a una de confusión.

Una fuerza invisible movió el cuerpo del chico de una forma rápida y violenta haciendo que después de unos metros este rodara por el suelo al intentar levantarse a esa velocidad. Algunos quejidos salieron de los labios de Aetos por lo que estaba rodando. Ariadne miró desconcertada hacia todos lados para encontrar una explicación a lo que acababa de ver y para su sorpresa se encontró con una chica la cual se acercaba a ella a gran velocidad.

La situación empezaba a frustrar a la chica cada vez más. No terminaba de entender muchas cosas y parecía que cada segundo que pasaba todo empezaba a joderse. "No ha pasado una puta hora y ya estoy envuelta en una pelea" Pensó Ariadne.

Aetos trató de ponerse de píe pero unos pequeños golpes en los brazos se lo impidieron en primer lugar. Levantó la mirada para buscar cuál fue la razón de aquél movimiento tan brusco que lo hizo alejarse de la chica. Pudo reconocer aquella figura al instante.

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