00.✧ The Halfblood

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CAPÍTULO CERO: The Halfblood

* ✧CAPÍTULO CERO: The Halfblood

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Septiembre 12, 1967.
2:00 am.

Alba observó la luna llena a través de la ventana una vez más.
Ya era muy noche, pero no podía dormir. Algo la inquietaba. Tal vez era el azúcar del paquete de galletas que comió antes de irse a la cama, que la mantenía activa. O quizá era, que su padre no se había sentido bien desde hace unos días, y esa mañana parecía haber empeorado. Amiel Drachenblut no dejó su habitación en ningún momento, lloraba sin parar y murmuraba cosas en alemán que ni su hija o su esposa lograron entender.

Una nube tapó a la luna justo cuando un sonido seco hizo que la niña se levantara de la cama. Otro golpe y luego silencio. Tanto silencio que estremecía. Alba tomó el caballo de peluche que su padre le había obsequiado cuando a penas era una bebé, y la patita afelpada de este le dio el valor para abrir la puerta de su cuarto y asomar la cabeza por el pasillo.
—¿Hola?

No se escuchaba ni un sólo suspiro, pero ella no retrocedió.
Empezó a caminar hacia la habitación de sus padres intentando hacer el menor ruido posible. Justo a un par de pasos, un tablón de madera crujió bajo su peso; Alba contuvo el aliento, esperando que el monstruo que ella imaginaba que había entrado a su casa saliera y la cazara, pero no pasó nada. Puso una mano en el picaporte de la habitación de sus padres, podía escuchar murmullos.
—¿Ima? ¿Ava?

Nadie respondió, pero fue capaz de distinguir gritos ahogados dentro del cuarto. Sonaba como cuando ella jugaba con su padre a hacerle cosquillas y él se cubría la cara con un almohadón para que su risa escandalosa no resonara por toda la casa.
—¿Ava...

Una vez más hubo un golpe y Alba retrocedió. Otro golpe retumbó en sus oídos, esta vez más fuerte.
Slijá, amor mío. Ellos están entre nosotros... ¡Han pasado veintiún años! Pero vendrán, vendrán a terminar lo que empezaron.

Abrió la puerta con tanto cuidado, que no hubo siquiera un chirrido. A penas entraba luz por las cortinas, pero pudo distinguir la silueta de alguien en el suelo sobre otra persona. Buscó a su madre en la cama, pero no había nadie, y comprendió que era ella sobre quien estaba su padre, inclinado, hablándole muy despacio.
—No dejaré que les hagan daño, yo las amo. Son la mayor alegría de mi vida... Slijá, slijá...

Amiel se llevó las manos a la espalda y tomó algo, luego lo sostuvo frente al almohadón y comenzó a rezar. Esta vez no fue un golpe lo que irrumpió la quietud, sino un disparo.

Alba corrió a su habitación y el animal de felpa resbaló al suelo.
—Hija, mi nesija —le llamó su padre, yendo por ella. Estaba llorando—. Amor mío, por favor, ven.

Buscó debajo de la cama, en el armario y debajo de la pila de peluches que adornaban el lugar.
—Lo siento tanto, mi nesija —sollozó, sorbiendo la nariz—. No quiero que vivan lo que tuve que vivir, recluido, esclavizado, muerto de hambre ¡como si fuera el peor animal en la tierra! Y ellos vendrán. Lo sé. Yo los vi, están viviendo entre nosotros. Y a tu madre y a ti también las obligarán a trabajar y a hacer cosas innombrables, porque se han liado conmigo, ¡porque comparten lazos con un Judenschwein!

𝙃𝙐𝙉𝙏𝙀𝘿 | Jonah Heidelbaum Donde viven las historias. Descúbrelo ahora