Capítulo 1: Es hora de contar.

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Abrir el corazón, dejar a otros entrar en nuestras historias, no siempre es fácil; usualmente uno está lleno de miedos, incertidumbres, demasiados prejuicios que te bloquean la capacidad de contar con transparencia las intermitencias de nuestros corazones. Pero cuando lo haces, cuando rompes ese muro alto, es tan liberador que ya no puedes virar atrás. Nuestras pasiones han de ser contadas. Hoy comienzo a contar las mías. Me presento: mi nombre es Kira. 

Vivo en una ciudad áspera y mágica a la vez, donde todo puede suceder, donde las dificultades nos hacen superar obstáculos y nos convierten en mejores personas. Hablo de la Habana, la ciudad maravilla, la capital de Cuba, la cuna de grandes patriotas, bardos y pintores. Es esta la ciudad protagonista de mis encontronazos con el amor. Tengo diecisiete años, acabo de comenzar a estudiar Biología en la Universidad de la Habana; una carrera que me encanta. Desde niña me ha gustado estar cerca de la naturaleza, proteger a los animales y hacerme de un rinconcito verde.  Mi físico es algo…controversial. Soy gorda. No gordita, sino ¡gorda!, desmesurada y orgullosamente gorda. Desde niña lo soy, muchos se han burlado de mi cuerpo o han sentido lástima, pero yo, sinceramente, siempre he sido feliz con mi peso y mi físico. Soy bonita. ¡Así me siento! Y eso, amigos míos, es lo más importante; estar bien con uno mismo. 

Vivo con mi padre y mi madrastra. De mi madre, recuerdo muy poco, se fue del país cuando apenas tenía siete años; jamás me ha vuelto a buscar, ni se ha preocupado de mí. A ciencia cierta no sé si mi madre aún vive. Pero tengo a mi padre, un hombre grande, no solo por las libras que tiene de más-como yo- sino por su gran corazón. A mi madrastra… ¡la maztico, pero no la trago! Sé que ese estereotipo de la madrastra malvada está pasado de moda, pero… ¿Qué le voy a hacer? ¡Nunca me ha caído bien! Hasta nombre de malvada tiene: Electra.

Hoy, a mi corazón solo le interesa hablar de una sola persona; mi primer amor. Quien más me ha marcado, tal vez, por ser el primero, o por haberme proporcionado más dolor. ¡Santiago! Lo conocí de casualidad, como suelen surgir los grandes amores. Había decidido ir a tomar helado junto a mi dos mejores amigos, Karla y Jeffrey, pero sus turnos de clases aun no habían concluido, por lo que al final me hallé sola en la cola de Copéllia, la Heladería más famosa de la Habana y de Cuba entera.

Allí estaba él, atrás de mí en la cola, con su amplia y blanca sonrisa, sus ojos color café, su piel negra, sus trenzas largas y llamativas y su tonificada musculatura; parecía un guerrero africano. ¡Tan apuesto y gallardo! Quedé con la boca abierta y creo que él se percató de eso.

-Hola. -Dijo él.

Yo continúe callada y torpe, a diferencia de él, tan seguro de sí mismo, tan buen conversador.

-Es un buen día para tomar helado, ¿verdad? Hace un calor. Luego de tantos turnos de clases en la universidad, es lo mejor que se puede hacer.

- ¿Y cómo sabes que estoy en la universidad? -Le pregunté preocupada y nerviosa.

-Porque yo también estudio allá. Estoy en la facultad de Derecho. Ya estoy en tercer año. ¿Y tú? Primero, ¿no? ¡De Biología!

No podía creerlo. Este guapo muchacho, estaba tan interesado en mí que conocía mi carrera y el año que cursaba. ¡Yo continuaba con muy pocas palabras y la cola de Copéllia avanzaba!

-En la otra vuelta entramos. –Dijo él con su eterna sonrisa. - ¿Me permites que te invite?

-No chico, eso me daría mucha pena. Mejor compartimos los gastos.

-Vamos, permíteme esa cortesía. Así nos conocemos mejor. Estaba buscando una excusa para acercarme a ti, y el Copéllia me la ha dado. No te asustes. ¡No te voy a raptar!

Esas palabras terminaron por derrumbar mi voluntad. Él, que ya me gustaba mucho, terminó por encantarme. Me sentía segura, liberada a su lado. Así entramos a la heladería, nos sentamos juntos. Tomamos helado hasta jactarnos, (sobre todo yo) conversamos de muchísimas cosas, luego nos fuimos a caminar hasta el malecón. Vimos juntos la puesta de sol, y antes que el ultimo rayo se escondiera hasta la mañana siguiente, el enigmático joven, me besó. No me resistí. Me dejé hacer. Fueron los minutos más disfrutados de mi vida. No quería que el tiempo pasara.

-Quiero seguir viéndote , Kira. Creo que tú y yo podemos llegar muy lejos. 

Asentí con mi cabeza. ¡Claro que quería seguir viendo a este ensueño de hombre! Santiago se volvió desde entonces mi mayor ilusión. Pero las ilusiones, a menudo, vienen cargadas de desencantos, y Santiago no sería la excepción. Si quieren conocer más de mis pasiones, mis dudas y mis luchas, sólo háganmelo saber. No olviden que mi nombre es Kira. 

Mi Nombre es Kira.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora