Mi romance con Santiago, comenzó muy bien. Era un sueño para mí estar con él. Nunca había conocido a alguien tan divertido, fascinante. Las horas se disipaban como el polvo a su lado. Pronto llegaría la hora de que mis mejores amigos lo conocieran y me dieran su parecer. Así lo quería yo.
–Si me gusta, te lo quito. –Decía un tanto en broma, un tanto en serio, Jeffrey, mi amigo gay. –¿Derecho dices que estudia?
–Sí, Jeffrey, está en tercero.
–No me suena de nada. ¡Yo siempre estoy metido en las fiestas de su facultad! ¡Esos chicos son unos locos!
–Locos como tú. –Le dijo, con cierto aire de reproche, Karla, nuestra mejor amiga de la infancia. – Deberías centrarte más en tus estudios y menos en las fiestas de otras facultades. ¡Vas a ser un cibernético muy fiestero pero muy bruto también!
–Ay, Karla, no me regañes más. –Le rogaba Jeffrey, poniendo cara de gato triste. -No es bueno a tu edad ser tan seria. ¡vas a envejecer antes de tiempo! ¿Y cuándo lo vamos a conocer? –preguntó Jeffrey con un tono de sospecha. –Ya se está demorando mucho ese tiempo, y recuerda que nosotros tenemos que darte el visto bueno. ¡Hay muchos descarados por ahí!
–No sé Jeffrey. –Le dije. –También pienso que es hora de presentárselos, pero no está en mis manos. Él estudia mucho y cuando tiene tiempo libre quiere pasarlo conmigo.
–Bueno, que no se demore mucho en dar la cara, si no saco mi lado de Jessica Flecher y lo investigo por ahí.
Pero el día de que Santiago conociera mis amigos, nunca llegó, siempre había una excusa, un pretexto para huir del compromiso. Comencé a sospechar. Por primera vez en mi vida, comencé a cuestionar mi físico. ¡No era del todo descabellada la idea de que Santiago se avergonzara de mi peso corporal! Por eso, en la primera oportunidad que tuve lo encaré:
–Ven acá, chico. ¿Tú tienes pena de que sepan que somos novios por yo ser gorda? Sí, es así, ve diciéndomelo por lo claro, para terminar aquí mismo.
–Mi gordi, ¿cómo vas a pensar eso? – Tomó mis manos y las besó. –Lo que más me gusta de ti, son tus masitas, además de tu boquita de bizcocho y tus ojitos claros. Sus palabras me ablandaron. Sabía muy bien enredarme con su labia. De cierto modo, disfrutaba verme embobada por él.
–Créeme cuando te digo que no he tenido tiempo de reunirme con tus amigos. ¡Yo estoy loco por conocerlos! Pero la escuela me lleva de la mano y corriendo. ¡A ti también! Pero mira…vamos a hacer una cosa. Hoy voy a tu casa en la noche, a conocer a tu padre y tu madrastra.
Aquello me emocionó muchísimo. ¡Si quería conocer a mi familia es porque aquel romance iba en serio! ¡Mis ojos se cristalizaron por las lágrimas! ¡Mis manos temblaban! Él sonreía, mientras apartaba los mechones de pelo que caían en mi rostro.
–No te pongas así. ¡Quiero verte feliz!
–Pero estoy feliz, Santiago. Que vayas a mi casa es lo más lindo que puedes hacer por mí.
–Pues bien, nos vemos en la noche. Pásame bien la dirección por el celular. ¡No quiero perderme! Me dio un último beso y se marchó. ¡Yo no cabía en mi enorme cuerpo de la alegría! ¡Quería gritar, bailar, que todos se enteraran que mi novio iría a mi casa!
Me fui rauda a prepararlo todo. Senté a mi padre en la sala muy seriamente y le dije:–Papá, tenemos que hablar.
–¡No me digas que estás embarazada!
–No, papá. ¡Aleja esos pensamientos! No hay forma de que eso pase todavía. Es que…hoy viene mi novio. Quiere conocerte.
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Mi Nombre es Kira.
RomanceLas angustias, tristezas y alegrías de una estudiante de Biología, cubana , gorda y apasionada.