PARTE 1&2

1.5K 172 5
                                    

  Febrero 18

— No — Replicó como en un susurro.

— ¿Que dices capullo? —Gustabo poco entendía lo que sucedía, hace sólo unos segundos hablaban con el superintendente sobre su entrada a la policía y como poco a poco lograba convencer al hombre que los trabajos de sapos y la entrega de Pablito era muestra suficiente de su interés y compromiso que tenían hacia el CNP.

Pero la conversación parecía tomar un rumbo distinto, en sus ojos alcanzaba notar que no saldrían las cosas como él esperaba, y no era por culpa de Conway, no era culpa de algún un oficial, era culpa de Horacio, esa mirada decidida, esa frente en alto, su entrecejo cerrado y sus manos en puño. A Gustabo le recordaba a un pequeño Horacio a punto de hacer alguna pataleta como cuando eran niños, o al menos en algo se le parecía superficialmente, pero había algo más en esa mirada, algo nuevo que no esperaba ver en él y eso era decisión; no había dudas en sus ojos marrones, y cuando volvió a dejar salir ese "no" desde su boca lo confirmó.

— ¿Cómo que no Horacio? Era lo que queríamos, era lo que buscábamos dejar esos putos trabajos de basureros y meternos a la policía — había alzado su voz, estaba molesto con él por truncar lo que se supone habían decidido — Ya lo habíamos dejado claro. —

— No, Gustabo. Ni policía ni mierdas, nos vamos — Gusto por primera vez en su vida se tuvo que callar por la confusión que estaba sintiendo — No me quería meter a la policía hacer estas cosas, aventamos a una persona desde un helicóptero, estuvieron a punto de matarnos por tratar de salvar a este señor. No voy a dejar que lo mismo se repita una vez más — terminó de hablar.

Gustabo permanecía en silencio al igual que el superintendente y el comisario a su costado. Se sentía lo suficientemente molesto con Horacio para estar insultarlo mentalmente pero no era capaz de rebatirle algo en ese momento, no con ese rostro, no a esa mirada.

— Nos vamos — Su muñeca fue tomada y jalada por entre los pasillos de la comisaría, Gustabo se sentía ajeno a esa escena como si fuese un espectador y no un participante de ella, veía la espalda de Horacio más ancha que ante, se hizo más consciente en la diferencia de altura que los separaban y la mano grande y áspera que agarraba con más fuerza su muñeca; para Gustabo algo no calzaba en su cabeza, porque se suponía que Horacio no actuaba así, no le contradecía, lo seguía pero sólo en un segundo todo parecía haberse dado vuelta y cuando ya estaba consciente de lo que estaba pasando iba sentado en el asiento del copiloto mientras el auto se movía.

— ¡Que mierda crees que haces Horacio! — dejó salir en grito que venía aguantando desde el despacho de Conway. — Vuelve ahí para...— el auto se detuvo de golpe y sabía que si no hubiese puesto su cinturón estaría estampado contra el vidrio.

— ¡No! esta vez me vas a escuchar tu Gustabo, no me importa si es como basureros, como buzos, como vendedores ambulantes, mecánicos o lo que sea. Pero no voy a dejar que él vuelva a salir, él no te va a apartar de mi de nuevo y sabes bien de quien estoy hablando — Sus ojos marrones parecían haber adquirido un tono más oscuro, su cresta que siempre buscaba mantener recta se encontraba desordenada, sus cejas parecían casi juntarse de lo arrugado que estaba su entrecejo en molestia.

Gustabo otra vez no pudo decir ni replicar nada aunque su interior le gritara que todo lo que decía eran sólo preocupaciones absurdas de su mente.

— ¿Sabes que perdimos esta oportunidad, no? — Gustabo miraba hacia el frente, su trasero se había deslizado por el asiento quedando más hundido en él como una muestra clara de su resignación.

— Lo sé, pero confía en mí esta vez, buscaremos otro empleo, si no nos alcanza el dinero por separado vivamos juntos otra vez. Sólo créeme, sé que es lo mejor. — Gustabo calló, fijó su mirada en la carretera pensando en la oportunidad que había perdido de ser policía, de ganar dinero y no tener que seguir preocupándose de que comería al día siguiente una vez más.

 Marzo 2

— Esto es un mierda — declaró mirando a su alrededor, el piso lucía anticuado, faltaba parte del papel tapiz sobre las paredes, en un barrido de sus ojos por la sala notó el sillón envejecido, la tele que podría haber pertenecido a su abuela y una mesa para comer donde apenas caerían dos personas, la misma cantidad de gente que comenzaría a vivir ahí en adelante.

— Es para lo que nos alcanza, perla — Dejó salir con una sonrisa mientras dejaba la caja que llevaba en sus manos sobre el roído sofá. — Hemos estado en lugares peores, recuérdalo. —

Gustabo rodó los ojos al saber que no podría reclamar, dejó la caja con las últimas de sus pertenencias en el suelo, para estirar y mover sus adormecidos nudillos.

Aquel traslado había sido catastrófico, encontrar una vivienda medianamente decente que pudieran pagar con lo poco que quedaba de sus ahorros no había sido tarea sencilla. Agradecían que el dinero que obtuvieron al vender el Audi les había alcanzado para pagar el resto de la renta del mes, encontrar otro auto acorde a su actual presupuesto e intentar mudar su vida a su nueva casa.

Horacio en ocasiones tenía su mirada perdida en la nada, como si constantemente estuviese pensando en algo que no se atrevía a contarle pero que él no estaba lo suficientemente interesado en saber, no cuando aún seguía molesto con él, una molestia que se marchaba con una de sus sonrisas sinceras y alguno que otro baile tonto.

Era una casa pequeña cercana a los muelles y a lo que suponía sería su nuevo trabajo, lejana al centro de la ciudad y gran parte de toda la delincuencia en la que estaba sumida.

Ser buzo no le entusiasmaba y fue por eso mismo que buscó otros trabajos para los que fuera apto antes de que tener que sumergir su cabeza en el agua por horas, cosa que por alguna razón a Horacio se le veía entusiasmado con esa idea.

Un aviso sobre atender una de las tiendas de pesca cercanas había sido su salvación, no era un gran trabajo, la paga tampoco era cuantiosa pero al menos le daba la seguridad de una remuneración estable con alguno que otro beneficio como tener sus tardes y noches para él.

Gustabo abrió sus ojos con sorpresa al notar como Horacio comenzaba abrir la caja que él llevaba, se movió rápido para intervenir que aquel contenido fuese descubierto pero cuando estuvo a un costado ya era tarde sus orejas se encendieron, de seguro ya debían estar rojas y lo sabía por la sonrisa que llevaba Horacio en su rostro.

En su mano estaba aquel osito café que a veces utilizaba para calmar su sueño, cuando el insomnio y las pesadillas nocturnas lo atacaban actuando cómo su escudo para alejar toda negatividad que se le presentara, para Horacio no era nuevo aquel peluche, lo había visto innumerables veces junto a él pero lo que no sabía es que a ese tiempo aún lo conservaba como uno de sus más grandes tesoros.

Gustabo esperaba una burla, estaba listo para soltar un par de insultos o un "en tus muertos" de contestación pero esa sonrisa no era de burla, era nostálgica, era feliz, como si en ese mismo objeto encontrara algo fascinante que creyó haber perdido.

— Puede dormir entre nosotros como cuando éramos pequeños — aquella sonrisa no desaparecía de su rostro y Gustabo le comenzaba a molestar la vista de lo brillante que se veía.

Su silencio y el tomar aquel oso fue su manera de contestar, sabía que aquello pasaría en algún momento, la casa alquilada sólo tenía una habitación con una cama grande que acordaron compartir, después de todo no era nuevo para ellos dormir junto al otro con ese mismo oso, la única diferencia es que ahora la cama sería más grande, el colchón tal vez sería un poco más blando y ya no tendrían que lidiar con el ruido del llanto de otros niños durante las noches.  

Still TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora