❝「 Prólogo: "lágrimas" 」❞

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         Las lágrimas, caen por razones, nunca es una basurita que se ha colado en las ventanas del alma que poseemos, nunca son por el viento, nunca sin razón

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         Las lágrimas, caen por razones, nunca es una basurita que se ha colado en las ventanas del alma que poseemos, nunca son por el viento, nunca sin razón... Las lágrimas, el mínimo peso que dejamos soltar, la milimétrica parte de la pesada cruz que portamos en una callosa, sangrante y mallugada espalda.

        Las lágrimas, el dolor de uno, el desgarro de otro... Un sentimiento, un dolor, una pasión, las lágrimas son gotas destrozadas del alma que desea vaciar su desesperado sufrir, las lágrimas son aquellas que siempre estarán allí, esperando para partir, de vuestros ojos han de salir, desbrochando sólo un poco del hórrido dolor que cargamos en el cuerpo, en nuestra mente, en nuestros días...

  Días como aquel, un día perfecto, un día especial. Allí afuera lo esperaban en un glamuroso carruaje de impecable color negro, con rosas blancas que fueron atandas con listones de seda, sementales de tez deslumbrantemente negra, de feroz tamaño, envueltos en majestuosos bocados de cuero blanco, con plata e incrustaciones de piedras preciosas.

  Hasta el más mínimo detalle había sido planeado, para que él no tenga de qué quejarse al ir y tomar las manos de un hombre al que poco conocía, las grandes manos envueltas en guantes de la más alta calidad, las manos de un hombre sin piedad ni felicidad, una persona fría, el coronel y comandante de aquella gran ciudad... Un asesino imponente, que no dudaba en derramar sangre por la más mínima traición.

  Otra lágrima cayó, las dos sirvientas que fueron empleadas por su oscuro prometido, un prometido que siempre portaba una mirada y expresión fría, envuelta de seriedad y carencia de amor... Otra más partió de sus ojos de esmeralda, ¿Qué pasaría si le golpeaba? Su futuro marido era mucho más grande y corpulento que él, con el simple hecho de haber tomado su mano una vez pudo saberlo, además de lo fornido que se veía con ropa, él sólo anhelaba desaparecer, o que de la nada su belleza se esfumara, sus dotes o aquellos ojos que el hombre confesó tanto gustar...

Sus ojos... He visto ojos verdes antes, pero los suyos, señorito... Parecen esmeraldas, no cabría decirle cuánto me gustan..

  Espetó en una carta, aunque él nunca solía mirarlo por su cuerpo, siempre fijaba aquellos escalofriantes ojos azules en los suyos... Por lo más bueno, por lo más alto o lo más bajo, él deseaba que su prometido perdiera la razón, aunque él nunca le mostraba afecto más allá de agarrar su mano con delicadeza, pedía que le mostrase cariño antes que rudeza.

         Por favor, mi señor... Su prometido se enfadará si sigue llorando, sus ojos se incharán demasiado y no podremos hacer nada...

  Recordó las palabras que parecían salir a duras penas de la bella señorita a su servicio, él no se concideraba muy dotado, creía que era tan bello como las veces que se lo decían, y nunca lo hacían, ¿Quién querría cortejar a un bastardo, sin color en la piel, de pelo ocre que casi siempre yacía desordenado, con una delgadez que de ser por poco no dejaba notar sus costillas? Sólo aquel comandante, que le llevaba veintiún años, que estaba sólo y mal de vida podía venir a hacerlo, capaz como su última opción, o por querer a alguien atendiendo su morada...

  No podía considerarse menos afortunado, su raza misma era asesinada de forma brutal, no sabía qué era lo que aquel hombre vio en él, ¿Hijos? Era lo único que podía ofrecerle...

  De la nada, sus labios temblaron, la puerta se había abierto dejando entrar aquella profunda y acabada voz varonil, dictando palabras que seguramente serían su fin en un futuro, que tu esposo llore en plena boda y no por felicidad era la humillación absoluta... Sus manos cubiertas por finos guantes de seda con costurado de flores y raíces dejaron más rojizos y lastimados sus ojos, que enfocaron a la gran figura vestida como si fuese pertenencial a la realeza, de una tez oscura como su azabache cabello lacio, que caía atado en una coleta baja, con mechones rebeldes haciendo de velo por su imponente rostro, de nariz fuerte al igual que sus pómulos y su marcada mandibula, donde había una barba recientemente cortada, de tres días o capaz cuatro... Pero lo que más temía, estaban apuntándolo de forma directa con aquellos ojos de hielo..

     ¿Le dolía algo? ¿No era de su agrado el vestido? ¿El color? ¿El tema?

  Los ojos de esmeralda que Walter Cone poseía no lloraban por disgusto a algo, sino a alguien, a muchos... A su familia que lo entrego a un maligno hombre, y a aquel que se iba a convertir en su esposo.

  Aquel que en aquella majestuosa parroquia tomó sus manos con tanta suavidad, que lo miró con aquellos ojos tan intimidantes que poseía, un azul que clavaba hasta el más profundo sentimiento hórrido que Walter conocía. Su marido era un hombre de semblante fríamente aterrador, de gran altura, corpulentamente amusculado...

  En aquel traje negro, con bordados hechos con hilos de oro, un majestuoso vestir digno de un rey, recordaba que en su cintura posaba un cinturon de cuero negro, el cual cargaba con una excelentísima espada con filo de acero, con el mango negro con una fina pedrería en diamante, en la majestuosa filocidad estaba tallada la marca junto al sello de la antigua y leal familia noble: Woods

  Una familia en la cual él sería el próximo progenitor de descendencia, una descendencia que seguramente a partir de él sería débil, sino fuesen también los descendientes de aquella Bestia en vida...

Señor Kenneth Jack Woods, ¿Acepta a Walter Gabriel Cone, como compañero, el vino de tu copa, como la madre de tus hijos y como esposo, hasta que la muerte los separe?

Acepto..

¿Y usted? Señor Walter Gabriel Cone, ¿Acepta a Kenneth Jack Woods como compañero, el cáliz donde te verterás, como el padre de tus hijos y como esposo, hasta que la muerte los separe?

...
...

¿S-señor..?

Je suis d'accord...
"Acepto..."

"

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Futuro Lejano ┊↪❝「 The Beast ༝ Wirt 」❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora