Letras

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Quizá la forma en que surgió lo prohibido no era causa de tanto drama, de colocar barreras en las que se creía lo correcto y la distancia llegarían a separar lo que ya estaba predestinado a estar junto, esos años de opresión y control; las frases y párrafos, escritos a puño y letra, fueron lo que le dieron la fuerza al lazo a no romperse. Ni mil personas, o todo el dinero del mundo podrían hacer que se separaran.

Fue un camino largo, llenó de espinas y lágrimas, pero sobre todo, sobresalían las sonrisas, los pocos momentos que pudieron estar juntos, a pesar de la distancia.

Después de todo, prefirieron amor, antes que una vida llena de lujo.

El viento soplaba de forma suave, llegaba frío, indicando que el invierno se acercaba, incluso el cielo estaba gris, el sol, decidió no salir ese día. Ese no fue impedimento para que la pareja subiera hasta lo más alto de la colina, o más bien, el chico, realizando esa gran hazaña, caminaba llevando a su esposa en la espalda. No era muy fuerte, pero el solo hecho de verla sonreír, era lo que le hacía feliz. Solo necesitaba eso, nada más.

Tras detenerse frente al milenario árbol, la joven estuvo lista para bajar, ese era su lugar favorito.

Se tomaron un segundo para apreciar el paisaje. Pasado el tiempo, prepararon todo para el picnic. La mañana transcurrió con tanta calma, el clima no los detuvo para que pasaran otro día feliz.

Recostada sobre la corteza del árbol, la joven acariciaba los negros cabellos de su esposo, él descansaba sobre su regazo, algo somnoliento.

—Kazuto—le llamó para que esté no se durmiera. En cualquier momento podría llover, no quería que eso fuera un problema.

—Cómo podría dormir, si te tengo frente a mi —le dijo él, con esa dulzura excesiva.

Ella no pudo evitar sonrojarse, él era todo un romántico en los momentos menos pensados. Un detalle que desde jóvenes le hubo enamorado, pues él fue que inició con el drama de las cartas. Esos días fueron los más difíciles, pero que le hicieron estar segura de caminar a su lado por el resto de su vida.

—¿Asuna que sucede? —Quiso saber curioso ante la sonrisa que de la nada se formó en su rostro.

—Solo recordé... las cartas.

La mención de ese hecho hizo que el chico riera, no en burla, sino en forma de aceptar el pasado como una ruptura necesaria para disfrutar del presente.

—Te enviaba una cada semana, Ryo era mi paloma mensajera.

Fue su turno de reír. Resultó un poco modesto, usar a sus amigos para hacer de intermediarios. Aunque sentía que no debieron abusar de ellos, Rika y el pelirrojo terminaron juntos, una pareja dispareja pero que se amaban a su manera.

—Aún conservo cada una.

—Lo sé —levantó la mano para tomar uno de los largos mechones de su esposa—, también tengo las tuyas, es mi colección secreta.

—Mm... está incompleta —le dijo, eso sorprendió a su esposo. —Hay una que aún no te he dado, es de las últimas que te escribiré.

El joven optó por levantarse, se le notaba preocupado, pues esa frase ya la había escuchado antes, fue durante el último semestre en la universidad y, sintió su vida estuvo a punto de volverse un infierno.

Contuvo la respiración y miró directamente a los ojos a su amada. Ciertamente no poseían los lujos con los que estuvieron acostumbrados desde niños, ni las facilidades en su actual vida, solo poseían lo necesario, ni más ni menos.

Letras de un amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora