De niño fui muy feliz junto a mi madre. A mi padre nunca lo conocí ya que al enterarse de que mamá estaba embarazada de tres meses quiso que aborte, pero ella se negó y huyó.
Se alojó en las afueras de la ciudad en una casa abandonada, la cual al transcurso de los días fue remodelando. Un amigo, Henry, le consiguió trabajo en un bar como camarera, y le hacía el favor de llevarla por la mañana y traerla al anochecer. Aunque ganaba muy poco, ella ahorraba una parte todos los meses para mi futuro nacimiento.
Una mañana fría, oscura y lluviosa, mamá no fue a trabajar porque tenía dolores. Al llegar su amigo, vio la situación en la que se encontraba y la llevó al hospital pero en el transcurso dio a luz y por falta de auxiliar médico dejó de respirar.
Henry desesperado, trató de resucitarla y al notar que seguía sin signos vitales la echó a un lado de la carretera y se fue con el bebé a su casa.
Al día siguiente, al sentirse culpable de lo que había hecho, decidió ir a la escena del crimen; al llegar allí no encontró nada, sólo una sucia y rota remera llena de sangre. Horrorizado y sin entender se fue del lugar. Por miedo a que lo descubrieran se encerró conmigo. Pasaron los días y la reserva de alimentos se terminaba por lo que Henry me llevó a un orfanato. Al dejarme le dio a la señora que me cuidó un camafeo con una foto de una mujer.
