Prefacio

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  Él era un tipo que pensaba bastante.

Su cabeza siempre estaba trabajando, pero no de una forma normal, más bien en sobremanera. Él podía estar pensado en varias cosas al mismo tiempo, buscar cinco soluciones a un problemas, tener más de veinte ideas. Pero habían temas en especifico a los que su cabeza le dedicaba mas tiempo.

Él pensaba mucho en el sentido de la vida, en la existencia de Dios, en el mal, en el bien, en el cielo, el infierno. Llego a varias conclusiones:

Todo en la vida tiene razón y motivo. Inclusive la creación misma.

Dios nos creó por necesidad, nos creó para su propio beneficio. Necesita ser adorado para poder existir.

¿Entonces lo somos todo, o no somos nada?

Lo somos todo.

Si necesita oraciones, adoraciones y ruegos; ¿necesita entonces del mal? Claro, necesita de los que son lastimados, de los dañados y afectados por los distintos males que atraviesa la humanidad, de aquellos que se hincan ante él, de los que ruegan por su ayuda, de los que sufren por su perdón.

Es tan necesario para Dios el mal, que, sin él tampoco existiría.

El chico podía pasar días analizando la existencia humana y la de Dios. Le obsesionaba tanto el tema.

Desde que era pequeño él sabía que su naturaleza era la maldad, eso no le molestaba, le agradaba la idea de ser tan necesario en el planeta. Tanto como el mismísimo Dios.

A demás, las personas que le mostraron la maldad por primera vez, siempre tenían excusas para justificarlo. Entonces, ¿Por qué él debería impugnar su maldad si le fluye de manera natural?

Muy natural.

Andrew sentía estar a nivel de un Dios. Era tan malo como uno.  

PAGANOS (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora