Capítulo I

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Otro día mas...

Otro día más de lo mismo..

Luego de unas ultimas embestidas, su padrastro termina y sale de su interior.

Agatha mantiene la cara girada hacia un lado en todo momento, evitando mirarlo. El tipo la observa unos instantes antes de levantarse y salir de la habitación.

El frío envuelve su cuerpo desnudo. Unas cuantas lagrimas rebeldes se escapan de sus ojos, ella no tarda en alzar su mano y limpiarlas con rabia. Se siente desecha y patética. Lo que más molestia le causa, es lo acostumbrada que está a la situación. Ya no pelea. Ya no se resiste. Solo abre sus piernas, porque sabe que si obedece todo sucederá más rápido.

Se sienta en el viejo colchón, sus ojos recorren la habitación. Paredes destartaladas con pintura vieja percudida, la encierran. Unas bolsas negras llenas de ropa usada descansan en la esquina, dando una apariencia incluso más deprimente al ambiente.

Lame sus labios y se pasa la mano por la cara, toma un impulso para levantarse. Con pasos temblorosos, camina hacia el corredor fuera de la habitación y se encierra en el baño. El foco titila dando señales de que pronto dejará de funcionar. El lugar es caluroso y nauseabundo. Pequeñas larvas suben por las paredes, larvas que salen del retrete que también es un desastre grotesco. Con una mueca de desagrado, Agatha abre la llave del lavamanos, la única parte mínimamente decente de aquel sitio que en algún momento fue un baño en buen estado. El agua amarilla tarda unos segundos en volverse clara, ella aprovecha en meter sus manos bajo el chorro y comienza a asearse como puede.

Vestida y calzada con ropas viejas y algo ajadas, sale de la casa a su destino diario favorito: La parada de autobuses.

Transita las calles poco frecuentadas del pueblo, observando el vecindario. Unas cuantas personas caminan aquí y allá. Los niños juegan a lo lejos en el parque que solo tiene dos columpios y un tobogán. Casas parecidas comienzan a hacerse visibles a medida que se mueve por la acera.

Varias cuadras y minutos después, llega a la parada. Dos ancianos están sentados a la espera del transporte, le dedican una rápida mirada, para volver a sumirse en la conversación que mantienen. Agatha se sienta y espera.

Un total de tres autobuses pasan con diferencia de dos horas, dejando y recogiendo personas. Ninguna es la que ella espera encontrar. El sol comienza a ponerse y la temperatura comienza bajar. El ultimo autobús pasa y esa es su señal para irse.

El recorrido de vuelta a casa es tranquilo y algo aburrido. Entonces, algo llama su atención; un gato de grueso pelaje blanco camina despacio por encima de la reja en la entrada de una casa.

—Hermoso —piensa.

Con paso decidido se acerca al animal. Este al percatarse de su presencia, huye de forma amenazada por la acera. Agatha, no tarda en correr a perseguirlo. Ella no dejará que escape.

El gato se desvía, se mueve con agilidad y rapidez por la parte más vieja del pueblo. Aquella en donde están las casas más antiguas del lugar. Ella pocas veces transitaba por ahí. Su curiosidad por el animal la hacía movilizarse sin pensar. Pero al ver a donde se dirige el animal, sus pies frenan de golpe.

El felino había ingresado al terreno de la casa de los Johnson.

No había nadie en el pueblo que no hubiese escuchado la vieja historia. Que contaba que cosas horribles habían ocurrido ahí. Que un demonio habitaba la casa que tenía más de un siglo abandonada.

No es que Agatha fuese una niña asustadiza o supersticiosa. Más que nada porque sabía que había que tenerles más miedo a los humanos que a los fantasmas y demonios. Pero el aspecto tétrico de la casa no le enviaba buenas señales. Traga saliva y suspira. Avanza por el camino rodeado de vegetación muerta de la entrada.

PAGANOS (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora