• Capítulo 1 - Introducción •

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Jason Conor vive con su padre y su hermana, Nick y Alice Brown. Quienes tienen 42 y 15 años. A diferencia de Jason, que tiene 18 años de edad.
Viven en Puerto Madryn, en la ciudad, a nada más que dos cuadras de distancia de la bella playa..
   
                           — ○ —

— Jason... — escuché a lo lejos — Jason, ¡Despierta! — Me sobresalté al notar que era mi hermana, Alice.
— ¿Qué...? — Exclamé refregándome los ojos con ambas manos y expresando disgusto con la mirada.
— ¡Son 06:47, Jason! Tenemos que ir a la escuela, se nos hace tarde — expresó algo molesta.
— Ah... Si, claro, sólo déjame prepararme, y sal de mi cuarto, mocosa.
— Pudrete — Exclamó revoleando los ojos. Y salió del cuarto

Observé mi celular, como de costumbre no tenía mensajes.  Excepto el de mi amigo, Mike Wilson.

¿Vienes o...?
                                                    06:32 AM

No quiero novias en mi vida para evitarme los reproches ridículos y tengo a éste pendejo.

No jodas, Mike.
                                                   06:52 AM

— Lo tomo como un si, ¿Verdad?

                                                   06:53 AM
— Si gustas.
                                                   06:53 AM

Me levanté de la cama, fui al baño, lavé mi cara y cepillé mis dientes, dejé mi cabello alborotado, así me agrada más...
Me dirigí hacia mi armario, tomé mis jeans negros con bolsillos a los costados, mi remera favorita color blanca, con el dibujo de una nube gris, y mis zapatillas all star blancas...

Alice...  — Grité  —  Vámonos, ya son 07:05 AM. El autobús sale en 5 minutos.
— Aquí estoy, Conor...  —  Exclamó con una sonrisa de labios.
Ella es bonita, con su silueta delgada y sus ojos rasgados, aunque los míos están un poco más rasgados, los de ellas son color gris, los míos son sólo negros, como los de papá.

— Adiós, Akira — Exclamó Alice besando al gato, blanco con unas manchas grises.
— Lo verás en unas horas, ¿Para qué lo saludas? — Exclamé con el ceño fruncido.
— Shh. — me calló,  y bajó al gato.

Ambos salimos, y yo cerré la puerta, papá de seguro se encontraba durmiendo.
Corrimos a la parada del camión, que lo teníamos a media cuadra, y llegó 07:09 AM, subimos y nos sentamos en lugares iguales...
A 200 metros, una jóven detuvo el camión y subió. Era tan hermosa, tenía una falda blanca y una remera rosada, tenía audífonos, se sentó dos asientos frente a mi, y desde mi perspectiva, ella se veía tan bien, y su dulce fragancia mi olfato lo percibió muy rápidamente, era tan bella con su cabello castaño, sus labios rosados, sus ojos color café y su mirada tierna.
De repente sacó un libro de su mochila, y lo reconocí muy rápidamente, era La metamorfosis de Kafka, fantástico libro, y al verla nuevamente a ella, vino a mi una poesía muy bella...

El regreso

Usa blusa blanca y pollera Tablada
en paño inglés de pleno azul marino.
En su pobre roperito lo más fino;
con mocasines nuevos quedaba ni pintada.

Yo miraba llegar su silueta delgada, lánguido el braceo, el paso cansino, y se llenaba de duendes el camino y palomas y plantas saludaban al hada.

Nadie vino a mi con mas frescura, ni a nadie guardé más anhelante.
Volverla a guardar fuera de locura,
locura aguardarla a cada instante.
Pero hay en su regreso tanta ternura que aguardo y aguardo y vuelve, palpitante.

Mauricio Rosencof, La Margarita.

Mi hermana notó que estaba perdido, aunque no notaba en que...
Ya que me habló.

Jason... 
— ¿Qué quieres ahora?
— Sabes que en 4 meses será mi fiesta de 15 años, ¿Verdad?
— Si.
— Quería preguntarte si...
— ¿Qué?
— Tu amigo, el moreno, ¿Vendrá?
— ¿Quién? ¿Mike?
— ¡Si! — Exclamó como si estuviese hablando del mismísimo Dios.
— No lo sé, ¿Por qué? — La miré extrañado — Además, tienes su número, escríbele y ya.
— ¡No!  — Gritó  — Llamando la atención hasta del mismísimo chofer, excepto el de la joven, que no dejó de observar su libro.
— ¿Por qué gritas así, Alice? Si no quieres escribirle háblale y ya.
— Hermanito...  — Me miró con ojos de perrito mojado —  pídele tú, ¿Si? Es que a mi me da como vergüenza, no sé.
— Pues, bueno. — Acepté

De todos modos no me molesta ni se me hace problema...

En clase

Will... — Le hablé a mi amigo, que se encontraba a mi lado, el profesor Robert James de filosofía aún no llegaba.
— Dime  —  Exclamó con una sonrisa de labios
— Mi hermana quiere que vayas a su fiesta, y... No lo sé. ¿Quieres o...?
— Claro, aunque siempre que la saludo se sonroja y se va, no entiendo el porqué.
— Ni idea. En fin, sabes... Hoy en el bus crucé a una chica muy bonita, realmente excitó mis expectativas.
— ¿A qué te refieres?
— No, yo... Quiero hablarle, pero no me animaría a hacerlo y ya.
— ¿Y qué harás entonces, nerviosín— me apodó.
— Ya.  —  Reí  — Le escribiré una carta.
— Uffa — rió  — que cursi te has vuelto, amigo. ¿Tú quién eres y que hiciste con mi Jason Conor Brown guapo y culto? — Lo admito. Fue gracioso, no evité reír al oir sus palabras.

— Buenos días, alumnos...  — Exclamó el profesor Robert James dejando su maletín sobre el escritorio.

Al terminar la clase, fui a casa, y me recosté. A pensar cómo, cuándo y dónde le dejaría la carta...
Sólo había una forma útil, y tenía que ponerme a escribir, describirme sin hacerlo realmente, y asegurarme de que la reciba.

Continuará...

A 200 metros del amor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora