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Día 9: Misionero

Otro día sin mucho que hacer... Los dos países protagonistas se encontraban pasando el rato mientras jugaban juntos a un videojuego que coincidían en gusto. No mentirían... La tarde se había vuelto algo pesada para ambos. Es igual a una vibra en el ambiente que os hace sentir sin ganas o desanimados.

Bueno, no les culparían. Enterarse que faltan pocos días para separarse del lado de la persona que amas es algo desalentador...

-- Can, you want me to make tea?
|¿Can, quieres que prepare té?|
Ucrania quería cambiar el ambiente, si no quería separarse de su pareja, debería aprovechar el tiempo en el que estuvieran juntos.

--If you want, that's fine. Would not be bad...
|Si quieres, está bien. No estaría mal...|

--I have the same opinion. I'll be right back...
|Opino lo mismo. Vuelvo enseguida...|
Dicho esto, el menor salió de la habitación, dejando al canadiense solo.

No era broma que el ambiente era algo pesado. Algo sucedía, o así pensaba el canadiense... No podía negar que aún no conocía del todo al más bajo, pero sentía algo diferente en él.

El mayor se levantó del sitio en donde jugaba, y prefirió sentarse en la cabecera de la cama. Sentía que era un lugar más cómodo. No sabía con exactitud qué haría cuando el menor regresara a la alcoba, mas tenía decidido compartir un rato agradable con el cosaco.

Pasado un par de minutos el menor llegó a la habitación con dos tasas de té caliente en sus manos. Era una costumbre del eslavo tomar bebidas calientes en las tardes de sol.
El más bajo le entregó una de las tasas al canadiense y se sentó al lado del mismo con cuidado de no derramar sus bebida.

-- It smells good...
|Huele bien...|
Comentó el mayor dándole un sorbo a la bebida.

El menor asintió imitando la acción del más alto. Estos son los momentos en donde las palabras desaparecen, no hay necesidad de hablar, con tan solo sus sentimientos se podían comunicar.

El mayor dejó su tasa en la mesita de noche cerca de él. Sus propios impulsos lo estaban obligando a envolver al más bajo entre sus brazos. Darle besos cálidos y caricias en su esbelto cuerpo. Algo que volvía loco al canadiense. Ver su cuerpo delgado, fino y algo ejercitado era deleite para el mayor. Se podría decir que encontraba atractivo los cuerpos delgados y pequeños, un cuerpo que le fuera fácil que estrujar y proteger.

No mentiría... Ya había experimentado esa sensación en sus otras relaciones, ya sea en mayor o en menor medida. Era algo natural para él sentir afecto hacia su pareja. No obstante, no entendía qué distinto tenía el eslavo. Algo que le justificase su amor y atracción. Mas sabía que el amor no se debía entender, solo ejercer. El amor es difícil de entender, algo que a la razón le es imposible de comprender.

El ucraniano no se quedaba atrás. Tenía la misma necesidad que el mayor. No era tan normal como para el contrario sentir el deber de demostrar afección, no estaba acostumbrado a ese estilo de trato. Aún así, estaba decidido en no volver a caer en una relación de malos tratos y de engaños, por eso mismo el canadiense se ganó el corazón del cosaco. Le trataba distinto a comparación de sus relaciones anteriores. El eslavo valoraba tanto eso... Se preguntaba por cuánto había pasado para llegar a dar todo por un poco de afecto.

El canadiense no se retendría en darle calorcito a su pareja, procediendo a rodear con sus brazos el cuerpo del menor, y así atrayéndolo hacia el suyo.
Ucrania al sentir al canadiense no pudo evitar un sonrojo en sus mejillas. Era muy agradable saber que alguien está ahí para ti. ¿Pero qué tan dispuesto estarían a amar?

El menor dejó su taza al lado de la del mayor, para así corresponder el abrazo del más alto. El canadiense, sin más, comenzó a repartir besos en la cabeza del eslavo. Ambos acurrucados ahora en la cama, dejaron que sus corazones ardieran. Los besos y caricias,por sí solos y a su ritmo, comenzaron a subir de intensidad.