—Amelia, —me llamó, de alguna manera decirle como siento hizo que se comenzara a quitar un peso de mis hombros— En algún momento va a llegar alguien que se va a dar cuenta de lo mucho que mereces, y te va a dar eso y más. —una de sus manos ahueco mi mejilla, acariciandola, esparciendo tranquilidad por mi cuerpo— Vales y eres mucho, Mia, que nunca se te olvide.
Algo en mi estómago se empezó a mover y que darme cosquillas, Taehyung me miraba de una manera diferente a las otras, o quizás sean solamente ideas mías. Podía sentir La Paz que había entre nosotros y lo bien que nos sentíamos con el otro.
—Gracias, Tae, en ser‐ Coño de la madre. —marico es que no puede ser que hasta en un momento reflexivo se me vaya la luz.
#MomentoSocialista.
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No podía verlo, pero sentí como Tae se movía delante de mi, tanteando en la cama buscando lo que supongo es su celular para alumbrar así sea una mínima cosa, y no estar tanto en penumbras. Primero encendió la pantalla y luego la linterna del aparato, dejándonos ver lo cerca -MUY- que estábamos el uno del otro.
Sin embargo, no me sentía incómoda, estaba completamente bien con la idea de que estuviera a esta proximidad, y aunque suene un poco raro, podía apreciarlo mejor.
Su cara de no entender nada, sus pestañas cortas y los ojos pequeños, sonreí sin darme cuenta, y las cosquillas aumentaron, una parte de mí no quería que se apartara.
Esta vez no solo su mano se acercó, su rostro se aproximó al mío y yo inconscientemente me quedé esperando que pasara algo.
¿Iba a besarme o iba a apartarse de nuevo? ¿Significará algo? ¿Por qué estoy nerviosa? ¿Quiero que se aleje? La respuesta es un rotundo no.
No sé de dónde salió mi valentía, quizás del hecho de querer que mis ideas revueltas se acomodaran, quizás de la manera en la que me estaba mirando, o quizas era simplemente porque quería volver a besarlo y sentirme como la última vez. Me acerqué hasta que nuestras bocas estuvieron juntas por segunda vez. Me sentí morir cuando agarró mi cara con ambas manos y suspiró, al mismo tiempo en el que yo posaba las mías encima de sus hombros. No era la posición más cómoda pero me importaba muy poco.
Me olvidé de Francisco y de lo que acababa de pasar hace menos de 40 minutos mientras me perdía en los labios de Tae y en lo tierno y suave que estos me trataban.
Diganme mariquita pero me volví una mantequilla.
Quizás me eché demasiado hacia delante pero él terminó apoyado en mi colchón y yo encima de su pecho. Sus brazos se envolvieron en mi cintura cuando se intensificó la situación y sus manos se apretaron en la tela de la blusa que tenía puesta, como si no quisiera dejarme ir. No me contuve y llevé mis manos a su cabello, enredandome en los pocos mechones rizados que tenía, tenía el pulso a millón y las piernas tan débiles que si me ponía de pie creo que me hubiera caído.
