35 - Real

6.1K 877 43
                                    

Para cuando la pareja despertó, era mediodía, y el olor a comida llegaba hasta la cama que compartían.

La abuela había cocinado suficiente para un ejército, aunque sólo serían tres los que deberían terminar toda la comida.

Tong no llegó sino hasta que ya habían casi terminado el primer plato, cargando una bolsa de plástico, dió un suspiro cansado, dejando su abrigo sobre el sillón antes de acercarse a la mesa.

—¿Dónde estabas? —preguntó Mew, cuando el peliazul se acercó hacia la cocina-comedor, para ver las ollas de comida.

—Tu amigo me debía un celular —respondió, sonrió cuando la abuela le pasó un plato con generosa cantidad de arroz frito con kimchi.

Mew rodó los ojos cuando entendió que su "amigo" era Patpasit.

—Pero me tardé más en buscar uno para ti —dijo Tong, comenzando a comer.

—¿Me compraste un celular?

El peliazul asintió, saboreando la comida con gusto.

—Pero no se pueden tener los celulares en la mesa, come y después te lo muestro —su hermano sonrió con burla.

Mew frunció el ceño.

—No me des órdenes como si fueras el mayor.

—No empiecen sus peleas de hermanos por los años que no se vieron ahora —interrumpió Gulf.

—Hazle caso a tu señora —dijo el peliazul con una risita, ganándose una mirada fulminante por parte de Mew y Gulf.

—El que come en silencio come dos veces —dijo la abuela, los demás entendieron la indirecta y se callaron, terminando su comida.

Se irían ese mismo dia a Mae Hong Son, y por más que ofrecieron repetidas veces a la señora de ir con ellos, ella se negó.

Se despidió con el mismo cariño con que los había recibido, y agitó su mano en el aire hasta que el auto no pudo verse más entre los árboles.

Diferente a la noche anterior, la entrada al terreno de los Traipipattanapong estaba cubierta de reporteros, paparazzi y gente curiosa, obligando a Tong a bajar la velocidad para pasar entre ellos, aguantando las ganas de pisar el acelerador con cada golpe que recibían sus vidrios polarizados.

Con la pareja sentada en los asientos traseros, Gulf permaneció con una mueca molesta en el rostro, y Mew sintió lo que casi parecía odio a la muchedumbre.

El viaje hacia Mae Hong Son fue tan tranquilo que la pareja terminó durmiéndose, con Gulf apoyando su cabeza sobre el hombro de Mew, y este acomodando la propia sobre la de su omega.

Tong los miró con una sonrisa tierna todo el camino, y al llegar a su destino, no pudo evitar tomar una foto antes de despertarlos.

Al ver el auto frente a la casa, varias personas lo reconocieron, aunque no todas sabían lo que significaba.

—Mew, ya estamos en casa —murmuró, moviendo su brazo hasta que el castaño despertó, al mismo tiempo que Gulf.

Mew miró por la ventana al exterior, una sonrisa cansada se plantó en sus labios, destrabando la puerta.

Escuchó aplausos, quiso reír y llorar al mismo tiempo.

Su padre se acercó a él, con pasó apresurado, abrazándolo con fuerza.

Mew sintió el agradable y a la vez fuerte aroma a bosque y tabaco de su padre, apenas entendió las palabras bonitas que le dedicó.

El hombre tampoco podía hablar claramente, ahorrando sus lágrimas en sus ojos.

—¡Mew!

El nombrado miró sobre el hombro de su padre, hacia la mujer que venía corriendo hacia donde estaba, su corazón se encogió un poco, viendo a quien recordaba con su pelo pulcramente peinado y completamente lacio, siempre vestida de forma elegante pero casual, ahora con el cabello más largo y de tono gris, despeinada y con lo que parecía un pijama.

Su madre había cambiado mucho en poco tiempo.

El hombre lo soltó y el corrió hacia la beta que le dió la vida, a pesar que sintió el olor a humo de cigarrillo antes de que su encontrarán en un emotivo abrazo.

Su madre lo abrazaba con fuerza, preguntándo si era real, descargando mares de lágrimas.

Mew notó las piernas de su madre temblar, al igual que todo su cuerpo, los sollozos de la mujer le partieron el alma, y fue cuando realmente comprendió las palabras de Tong de hacía unos días, de si era mejor creerlo muerto antes de ser una vergüenza.

—Es real, mamá —murmuró, con la voz rota por las lágrimas.

Escuchó la risa de la mujer, entre sollozos.

Su madre se separó un poco para llenar de besos su rostro, apretando sus mejillas un poco, haciéndolo reír.

Mew sintió un tirón en su remera, volteando para ver a Gulf, que se frotaba las lágrimas de sus ojos, con una leve sonrisa.

Mew se sorprendió un poco, tomando su rostro y limpiando sus húmedas mejillas.

—Cachorro, ¿qué pasa?

Gulf rió un poco.

—Estoy llorando por tus emociones.

Mew sonrió un poco, rodeando a Gulf con un brazo, hizo un ademán hacia su madre.

—Hola, de nuevo —dijo el omega, e hizo una reverencia hacia la señora.

Dejando de lado cualquier formalismo, la mujer lo abrazó, sin dejar de sonreír.

Sintió el aroma de su padre antes de que éste colocara una mano sobre su hombro, invitándolos a entrar, donde más gente (desde empleados, hasta familiares, que habían esperado su llegada desde que Tong había llamado para decir que lo había encontrado).

Tanto Mew como Gulf se sintieron abrumados ante tantas miradas, al punto en que el omega se había pegado al castaño, sin soltar su brazo.

La gente tardó un momento en darse cuenta de la incomodidad de ambos, y una empleada los guió hasta el cuarto de Mew, que estaba tal y como lo había dejado años atrás, permitiéndoles un poco de paz.

Abrazados sobre la cama, calmándose con el aroma del otro, olvidando la mezcla de olores de tantas personas, ambos se sonrieron.

Mew acarició el rostro de Gulf, dejando un tierno beso en su nariz.

—Gracias por hacer que vuelva —murmuró.

Gulf tardó un momento en entender.

De no ser por él, Mew no hubiera recuperado su lobo, y seguiría con su vida de falso beta, lejos de su hogar y su familia.

—Gracias por adoptar un perrito mugriento —Gulf rió, haciendo que Mew lo haga también.

—Eres lindo incluso como un pulgoso.

—¡No tengo pulgas! —se quejó, haciendo que su voz se volviera más aguda.

Mew no pudo evitar reír, lo abrazó más fuerte, al punto en que el omega soltó un quejido.

Las manos del alfa fueron hacia el vientre de Gulf, sonriendo tiernamente.

Sus miradas se encontraron, llenando al otro con cariño, Gulf sintió seguridad, y su corazón aleteo por la emoción de Mew.

—Gracias por esto —murmuró el castaño, refiriéndose no sólo hacia el cachorro que Gulf llevaba, sino también a su relación, y ese ambiente de cariño que ambos podían crear.

Gulf sonrió, y eliminó la distancia para besar a Mew con lentitud, siendo correspondido al instante, en un lento y tierno baile de labios y lenguas.

No dijeron nada más, no lo sentían necesario, podían sentir la gratitud del otro en sus pechos, y sólo continuaron abrazados para dormir, en paz, con una sonrisa en los labios.

DELTA [MewGulf] ADAPTACIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora