Sepultura

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La familia Okumura emigró en aquellos años de depresión económica al país de las oportunidades: Estados Unidos.

El racismo hacia ellos era abismal; la gente blanca se repugnaba de ver aquellos ojos rasgados.

Pero Dios no castiga dos veces.

Cuando todo parecía perdido para los nipones una esperanza apareció en forma de lavandería. La mayor parte de lavanderías en todo el país pertenecían a los japoneses y algunos chinos.

En este caso una lavandería no fue la salvación económica de la familia Okumura.

En aquellos desoladores días de guerra muchos patriotas morían solos, prácticamente su sacrificio se mantenía en anonimato por alguna razón, ya sea la de no tener familiares o tener familiares que los despreciaban.

La población comenzó a notar el poco interés que le tenían a aquellos héroes que en paz descansan y las críticas hacía el gobierno no se hicieron esperar.

Los Okumura y subdivisiones de la familia se hicieron amigos de un Americano llamado Max el cual no los veía con desprecio como los demás blancos lo hacían, fue un hombre bueno que se quedaba sin comer por ver bien a los demás antes que a él. Y como buena hierba si muere fue enviado a la guerra y eventualmente paso lo inevitable.

El día que su cuerpo llegó a tierras Americanas otra vez los únicos que lloraron por aquel hombre fueron aquellos nipones. La viuda ni su hijo se presentaron.

Una semana después de este fatídico acontecimiento la viuda de Max presentó en la casa de los Okumura diciendo que no necesitaban su lastima y les dió un sobre con dinero.

Como si un billete pudiese devolver la vida.
Por más extraño que suene, los americanos se tomaron muy bien el hecho de que los nipones tuvieron más corazón que la propia familia del soldado caído. Las personas comenzaron a hablar sobre esto, cosa que no le agrado para nada a la viuda.

Pasaron dos días y otro blanco llegó a la humilde casa de los Okumura con una petición que los dejo un poco descorcentados.
Resulta que el día que la Americana fue a reclamar a casa de los Okumura alguien que pasaba por ahí vio "el pago" que está les daba, entonces comenzaron a circular los rumores de que estos les daban una despedida digna a los que ya no están entre nosotros.

Así fue como nació la funeraria Sayonara con servicios especiales que consistían en un acompañante que estaba con el cadáver hasta que esté era enterrado. Así el muerto no estaba tan solo por si nadie llegaba.

Era el turno de Eiji de acompañar a la señora Hutchinson en su lecho de muerte.

Día 1

Vestía su esmoquin favorito, a pesar de tener el presentimiento de que sería un día aburrido, bueno, de hecho serían tres días aburridos porque por alguna razón la difunta pidió ser velada 3 días por alguna razón. Tal vez no quería ir tan rápido al infierno.

No habían muchos familiares, todo estaba tranquilo por lo que decidió salir a tomar aire.

La funeraria en la que se encontraban tenía el cementerio afuera, dos manzanas después del jardín.

Se sentó en una banca que se hallaba al lado de un viejo cedro para ver Twitter. La brisa era fresca hasta que sintió el escandaloso olor a cigarro.

— Disculpa, puedes apagar ese cigarro — volteo a un lado y se encontró con un chico que definitivamente tenía que cogerse.

No veias a un Adonis como ese todos los días.

¡Mueveme Culera! Se Me Subió El MuertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora