Cambio de roles

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—¿Has escuchado el nuevo rumor? —pregunta el hombre con máscara amarilla de luchador.

—¿Cual? ¿El de la tumbas desoladas de la iglesia? —responde en modo pregunta el amigo con lentes de natación a su lado— Claro que sí, me fui hace unos días a tomarme una fotos con los cadáveres.

—No, gilipollas —niega con asco ante la confesión— El de Shakira y Don Omar.

—Pff… —bufó sin más— Eso ya es viejo, lo de ahora son la nudes de Kuernitos.

—¿Quién es Kuernitos?

—Shh… —un chico frente a ambos hombres sentados en la sala de espera los obligó a bajar su tono de voz— Estamos en el hospital, no en la peluquería.

Los hombres fruncen su ceño, maldicen en lo bajo mientras dedican miradas de odio al chico de baja estatura y uniforme policial frente suya, el cual tenía sus brazos cruzados mientras mordía su labio inferior con ansiedad.

—Ya es tarde… —susurra el Comisario viendo el reloj en la pared de la sala, suspirando con pesadez y frotando su ojo derecho con su mano, detallando con el izquierdo la presencia de la doctora entrar a la sala.

—Siguiente —llamó la joven mujer de piel oscura y tersa observando la lista de pacientes en su tabla— Número 32…

El Comisario lleva su mano al bolsillo de su pantalón y saca el ticket con el número 32 al mismo tiempo que se dirigía a la doctora con cierta vergüenza.

—H-hol… —carraspea al tener a la mujer enfrente suya, sonriendo dulcemente por su presencia— Buenos días, Doctora Faber.

—Comisario Hernández, corazón —anuncia achinando sus ojos con total felicidad— Buenos días, ¿como se encuentra hoy?

—Bien, bien —asiente rápidamente, sonriendo con sus comisuras— Eh… Disculpeme, pero todavía no han llegado —extiende el ticker con el número 32 y la mujer lo toma.

—No te preocupes, cielo —niega guardando el número en su bolsillo y escribiendo algo en su tabla con un bolígrafo negro— Sí llegan; le dices a la Señorita Harris que Valeria Faber los atenderá.

Carlos suspira aliviado.

—Gracias, señorita Faber. Disculpe la tardanza.

—No es nada, cielo.

Y antes de que pudiera retirarse hacia su lugar donde había estado de pie por casi una hora con sus brazos cruzados, el distintivo sonido del bastón alargado que se movía de un lado a otro para verificar que nada estuviera en su camino, llamó su atención.

—Oh, justo a tiempo, Comisario —responde Valeria viendo cómo los hombres se acercaban a ellos— Buenos días, por favor, pasen a mi consultorio y los atenderé en nada.

—Bueno días, Señorita Faber —saluda el ruso— Disculpe la demora.

La doctora simplemente sonríe negando y se retira en dirección hacia su consultorio para que los siga.

—Serjay —llama Carlos antes de entrar a la consulta, buscando con la mirada al mastodonte y encontrándolo de brazos cruzados en la recepción, custodiando desde ahí— Ven, ya llegaron.

El hombre asiente y toma cercanía hacia la puerta del consultorio, quedándose fuera de ésta para garantizar que nadie entrara al lugar sin autorización. Al ver que no decía nada más, Carlos suspira con cierta decepción y relame sus labios, indeciso.

—¿Vas a trabajar hasta tarde hoy? —pregunta Carlos.

—10-4, Comisario Hernández —responde sin más.

El Volkacio pa' miDonde viven las historias. Descúbrelo ahora