Introducción

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"Odiaba el color rojo, que era como el de mi padre, odiaba el color rojo, pero, cuando tú me elogiaste, comencé a amarlo, comencé a amarte"

-El cabello de Ann es realmente hermoso, como las azucenas rojas floreciendo, ese color te queda realmente bien- Elogió el amable Conde de Phantomhive, a la joven Angelina Durless, quien apenas corría los quince años, pero que por obras trágicas del destino, había quedado perdidamente enamorada de él.

Y realmente fue una equivocación el haber puesto sus ojos sobre él, uno que pagaría muy caro por toda la eternidad.

Su corazón parecía bombear tanta sangre, que pronto, ella quedaría ahogada en esta; Más no tenía tiempo de pensamientos tontos, sus ojos cristalinos, se encontraban centrados en la trágica figura que yacía frente a ella, la cual tentaba con romperle el alma en pedazos, las ilusiones y todo lo que deseó en medio del insomnio nocturno. Vincent sentado al lado de su muy querida hermana Rachel, tomando con fuerza su mano y ambos con la sonrisa de la felicidad dibujada en sus rostros.

-Tendremos el honor de que el Conde de Phantomhive forme parte de nuestra familia, ¿No te emociona Angelina?- Anunció su padre seguido de una pregunta, que hizo que la joven de cabellos carmín inclinara el rostro para no continuar con aquel sentimiento tan horrendo, ella jamás había tenido el corazón roto.

-El honor es mío Señor Durless- El Conde torció el cuello en dirección a su prometida y le enseñó una sonrisa tan cálida, que parecía algo a propósito para la joven que los observaba.

-¿No te parece genial Angelina?- Preguntó la rubia sin tener conocimientos de aquellos sentimientos formados hacía solo unos días atrás.

-Por supuesto hermana- La pelirroja volvió a alzar el rostro y observó con falsedad a la pareja- ¡Ya quiero que sea la boda!- Y aquella reacción, solo permitió que su corazón se quebrara en más pedazos.

-Bien, pues, me despido- Vincent se levantó del sofá y se posó en el centro de los presentes- Señor Durless- Hizo una pequeña reverencia- Rachel- Le envió una mirada y luego, se acercó a la pelirroja- Angelina, me gusta lo que hizo de nuevo con su cabello, le queda hermoso- Tomó la mano blanquecina de la joven y posó sus labios fríos sobre su piel- Nos vemos- Soltó una sonrisa y desapareció por la puerta.

-Es cierto Angelina, ese corte te queda precioso- Rachel le envió una sonrisa tan cálida, que la joven se sintió realmente mal por fijar sus ojos en su prometido, al fin y al cabo, ella era su hermana, la que más amaba y admiraba por su belleza.

-Estoy segura de que serás una esposa perfecta Rachel, hacen una bonita pareja- Le devolvió el gesto ahora sincero, mientras sus mejillas perdían de a poco, el color rojizo que habían adquirido al sentir  aquellos labios húmedos sobre su mano.

-¡Qué esperamos! Vamos a escoger nuestros vestidos- La rubia se levantó con dinamismo y tomó a su querida hermana de ambas manos- Quiero que nos veamos hermosas ese día- Le dijo con algo de melancolía- Pronto me iré de aquí y deseo pasar el mayor tiempo posible contigo.

-De acuerdo hermana- Asintió con la cabeza.

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El día de la boda, Angelina se sentó en el primer asiento de la Iglesia, mientras observaba con recelo aquella pareja frente al altar, tomados de las manos y con unas sonrisas perfectas en sus rostros; Simplemente, aceptó la situación y olvidó por unos segundos, que ese hombre que tomaba con afecto a su hermana, era quién ella había decidido amar erróneamente.

Y ella también formó una gran línea con sus labios, por que las dos personas que  amaba, estaban felices y harían una hermosa familia, aunque en el fondo, ella deseaba estar allí y firmar con tinta negra imborrable, su nombre al lado del de él; Más la vida tenía otros planes, más nefastos.

Su vestido era rojo, por que después de ese día, se convirtió en su color favorito, pensando que tal vez, recibiría afecto por parte de "Ese sujeto" De nuevo.

Cuando la feliz pareja salió del altar, ella aplaudió con energía y evitó no llorar en ese momento, ya tendría todas sus noches para hacerlo, por lo pronto, debía apoyar a la hermana que más amaba, no importaba si su brazo, estaba enganchado al del hombre del que ella estaba enamorada y que definitivamente, lo haría toda la vida; Jamás encontraría a alguien como él, por que fue quién, le elogió, cuando más necesitaba de aquello.

-¡Buena suerte Hermana Rachel!- Gritó ella mientras la veía a ella alejarse por la gran puerta de la iglesia; Bien sabía que, jamás podría tener a Vincent.

Desde aquel día, sus sentimientos se volvieron de acero y supo como ocultarlos bajo el manto de la amabilidad y el carisma, se acostumbró a ir a fiestas y ser encantadora con los hombres, su secreto se mantenía firme y ella fingía ser una flor delicada ante ellos, quienes se volvían locos por ella, más nunca les prestaba atención.

Continuará.

Angelina DurlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora