Bebió un poco más de vino para persuadir los nervios, el trago se sintió como ácido correr por su garganta e hizo una expresión de inconformidad ante aquello, más debía admitir, que esa sensación, le había ayudado a olvidar por dos segundos, que unos orbes oscuros la intimidaban a lo lejos.
Torció el cuello hacia la ventana e intentó calmarse, no era como si jamás le hubiera observado, ni mucho menos, como si su presencia fuese extraña, solía verlo casi todos los días, en casa de su hermana, más no era mucho, él siempre tenía tareas que resolver, siendo el Perro Guardián de la reina; Pero algo tenía aquella mirada ese día, que simplemente, no podía mantenerse en aquel juego.
Miró por el rabillo del ojo y el seguía allí, con sus hermosos ojos centrados solo en ella y sintió que su cara se acaloraba de apoco, supuso también, que sus mejillas estarían de color carmesí y aquella idea, hizo que se apenara más; Ella era una señorita y como tal, no debía intimidarse ante las miradas coquetas de un hombre, muchos menos si este, era el mismísimo esposo de su hermana.
Una sonrisa se formó en el rostro del contrario y se sintió algo atraído por aquel comportamiento de la mujer a lo lejos, bien sabía lo que le ocasionaba al verle, más, era nuevo detallar como sus mejillas se enrojecían mucho más que su cabello y le encantaba, volver a ser joven y coquetear con las jovencitas que se ruborizaban al verle, mágicos tiempos, que volvían a tomar presencia en su vida de adulto.
Y no pudo más con aquel juego a distancia, debía acercarse, hablarle y darle un cumplido acerca de su cabello, el cual, le gustó desde siempre y siempre lo haría; Por lo que, sin más y en pasos cortos, se encaminó hacia ella, pasando entre la multitud de nobles que se aglomeraban en el salón principal y uno que otro, acariciaba su hombro para hablarle, más él, ya tenía un objetivo y lo seguiría hasta estar complacido con los resultados.
Al verlo aproximarse, Madame se notó más ansiosa, ¿Por qué? Ni ella lo sabía, tal vez, era la razón de que hablaría con el Conde de Phantomhive, sin la presencia de su hermana, le asustaba, por que desde hacía mucho, no había podido disfrutar de aquellos orbes solo para ella, ¿Y si le daba un cumplido acerca de su cabello? Sería como caer en aquella trampa de nuevo, ¿Cómo olvidar a una persona que toca la herida todos los días? Y sin duda, aquel instante, no sería excepción.
-¡Madame Red!- Gritó él a lo lejos, como si tuviese miedo de perderla, antes de llegar y acariciar su hombro con afecto- ¡Qué maravilla verle por estos lares!- Exclamó con emoción y se acercó con una distancia prudente.
-Conde de Phantomhive- Saludó ella, fingiendo sorpresa ante el saludo- Lo mismo debo preguntarle, ¿No tiene asuntos más importantes que asistir a una fiesta cómo está?- Preguntó enviándole una mirada cargada de interés.
-En realidad, pensaba irme en este instante, pero la vi y tenía que saludar...-Respondió formando una sonrisa con sus labios carnosos- ¿Cómo se encuentra? ¿Disfrutando la velada?- Metió sus manos a los bolsillos, algo más relajado.
-Me siento de maravilla, ¿Y usted? ¿Gusta una copa?- La pelirroja se encontraba realmente nerviosa, ¿Debía actuar tan coqueta como siempre? O ¿respetaría el nombre de su hermana y simpelemente, se alejaría con una excusa barata?
-Tal vez pueda beber una, como dije, pensaba irme ya, Rachel debe estar esperándome...-Rascó su nuca con una mano, mientras que la otra seguía oculta en su bolsillo- ¿Viene acompañada esta noche Madame?
-Oh, no creo que sea necesaria la compañía, soy más bien de, charlar sin tener a nadie impidiéndomelo, ¿Sabía usted que Lady Highshire se casa en dos semanas?- Comentó para tener algo que conversar, no quería tenerle lejos, mucho menos, perder aquella oportunidad de acercarse a su amado, pronto, la imagen de la rubia parecía haber desaparecido de sus pensamientos y solo por un momento, disfrutó la compañía de aquel hombre, el cual siempre le había parecido interesante.
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Angelina Durless
Fiksi PenggemarElla era el juguete del destino, amó, deseó alguna vez, pero, todo lo que quiso, se desvaneció como el viento que arrastra las hojas. Las personas, los eventos, todo lo que le cambió la vida.