Los pensamientos y fantasías desenfrenados que me han seguido durante las ultimas semanas son los mismos que en este momento me obligan a escribir esta declaración, así, en caso de ser atrapado o juzgado, quiero que se use como evidencia de mi sanidad mental, para ser comprendido y estudiado, así como yo lo hice en mis años de universidad.
Comenzó como un día normal, a decir verdad, uno más de los fastidiosos, con mi jefe molestando y mi compañera chupándole el pene en la habitación de atrás mientras yo atiendo a la gente.
Estudié criminología, pero el estado en que vivo es uno realmente tranquilo, por lo que las plazas en la fiscalía no son abundantes, terminando así en una modesta tienda de trajes, donde vienen a comparar hombres obesos o señoras con sus hijos, pero hace semanas que no veo a alguien medianamente respetable.
Vivo en un pequeño departamento con mi mejor amigo, un sujeto agradable, tiene problemas, pero es un buen tipo, de los pocos que conozco en realidad, el resto son bastante detestables.
La renta no es excesiva, pero el barrio no es bonito, mucho menos las mujeres, de las cuales, estoy seguro de que la mayoría tiene o un hijo o son prostitutas.
Volviendo al punto, mi jefe era un sujeto bajito, regordete, con unos 55 años de edad, ya tenía sus canas y una actitud déspota para la clase de negocio que llevaba. Mi compañera, es la cuñada del jefe, una mujer madura, soltera y al contrario de lo que uno se imaginaría, de hecho, bastante fodonga, sin hijos, lo que explica su constante actitud de sermoneo a mi persona en mis primeras semanas ahí.
El día transcurría como el resto, como ya había dicho, mi compañera vino desde la parte de atrás, aún limpiándose la boca y bajo la escusa de haber terminado su lonche, "si, comiste un gran pedazo de salami, seguro" pensé. Me hizo seguirla hasta la bodega en donde me pidió ayuda para bajar un par de trajes que habían sido reservados, no fue la gran cosa, pero ahí empezó realmente, cuando la vi subir las escaleras de aluminio y tomar los trajes, pensé en tirarla o moverla un poco para ver que pasaba, considerando la posibilidad de que se rompiera el cuello o la espalda; invadido por el pánico de tener esa clase de pensamiento, lo deseché rápidamente, concentrándome en sostener los numerosos trajes que me pasaba.
Terminado el día de trabajo, ya era bastante noche a decir verdad, cerramos las cortinas de metal y me puse mis audífonos, ahora, por desgracia, tenía que ir en la misma dirección que mi jefe, en una calle desolada en el centro de la ciudad, me dolía la espalda y no había podido comer nada en todo el día, así que naturalmente me quedé detrás de él para evitar mantener alguna suerte de conversación con él, mirándole la espalda e inhibido de cualquier sensación benigna que pudiera haber tenido, dejé de verlo como el sujeto que me pagaba cada sábado y comenzó a ser el hijo de perra que me hacía doler la espalda atendiendo gente estúpida mientras el obtenía mamadas gratis cada puto día. Esos pensamientos rondaron por mi cabeza a la vez que la idea de poner mis manos en su cuello y apretar hasta que dejara de moverse, sin embargo, a diferencia del primer pensamiento homicida del mismo día, este no lo deseché, realmente parecía un pensamiento agradable en ese momento y fue tanto así que sonreí, sonreía de oreja a oreja pensando en sentir su pulso desvanecerse entre mis manos.
Pasó una semana de eso y las fantasías que me involucraban asesinando a mis compañeros de trabajo se volvieron más frecuentes y no sólo eso, se volvieron reconfortantes y más vividas, llegando al punto en que, el martes pasado, se repitió la situación de las escaleras, pero con la diferencia de que ahora moví un poco su escalera, casi se cae y me reí un poco al ver su cara, pero no dudó en regañarme al respecto.
Tengo 23 años y jamás he hecho nada importante en mi vida, mi novia me dejó, mi departamento es una basura y odio mi trabajo, casi tanto como odié mi carrera, aún así, los constantes deseos suicidas y homicidas me hacen mantenerme de pie, puesto que incluso ahora, los mejores sueños que poseo son aquellos en los que descargo mis bajos instintos con un cuchillo en la garganta de mis compañeros y algunos de mis amigos.
Esa fantástica mañana al fin había llegado, me levanté sintiéndome como la mierda, me dolía la cabeza y estaba recuperándome de una fuerte borrachera, así que mi cara estaba lejos de ser la mejor, aún así, me levanté y tomé algo para el dolor, desayuné un sándwich de queso frío y una tasa de café, me dirigí a mi trabajo y naturalmente llegué tarde, la ultima vez que podía según el jefe.
La tarde fue típicamente la misma, trajes, niños, gordos, gente sudorosa, mis pantalones sucios por el polvo del suelo, donde tuve que recoger casi cincuenta alfileres sólo con las manos, ni el imán me dejaron usar, así que para las cinco de la tarde mi paciencia estaba ya colmada y a una gota de estallar... mal momento para ser despedido.
Mi jefe me llamó para ir a la parte de atrás, su pantalón aún colgaba un poco y no se había esforzado en disimularlo, creo que, en el fondo, él sabía que no valía la pena intentarlo, al igual que yo. Me dijo que mi rendimiento no era el de antes y que buscaban a alguien más enérgico, con más optimismo, básicamente, con más ganas de vivir.
Salí de ahí dispuesto a terminar mi turno mientras el jefe separaba mi última paga y mi carta de recomendación, "imbécil" pensé estando en el mostrador mientras oía a la anciana susurrar detrás de mí.
El día terminó, recibí mi paga y me paralicé... ¿sería ese el final de los sueños que tanto me gustaban?, ¿de mis ansias asesinas?, no podría irme sin probar un poco la verdadera sensación de tener sangre caliente y tan liquida entre mis dedos, así que, tomé lo primero a mi disposición y lo usé, eso fue un par de tijeras que tenía en mi bolsillo, las saqué y las clavé en su cuello, tomándolo entre mis brazos justo antes de que callera al suelo; vi con felicidad como luchaba por respirar y finalmente, cuando la luz de sus ojos se fue, estaba completamente excitado, con el corazón a mil por hora, el aroma a hierro en el ambiente y mis manos, tan cálidas, mojadas y... rojas.
En cuento sus ojos se volvieron grises, lo dejé caer al suelo mojado sin ningún tipo de reparo, me salpicó los zapatos y salí de ahí, tranquilo, sonriendo; mi compañera ya se había ido, así que nadie descubriría el cadáver hasta el siguiente día... hoy.
Ahora la policía me está buscando como principal sospechoso, llegarán en cualquier momento a tocar mi puerta, sea como sea que resulte la situación, esta declaración significa todo para mi vida actual y en el futuro, sólo será un montón de nada....
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Sólo... historias
CasualeRecopilación de historias propias basadas en mis momentos de inspiración