Flores sangrantes

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Cuatro años en los cuales vivía y moría, a veces estaba más muerto que vivo. Sentado en el pabellón de su madre veía las sombras de los viejos recuerdos danzando frente a él. Entonces vomitaba pedazos de su corazón y su lugar se llenaba de flores y pétalos que volaban con el viento algunos se pintaban de rojo, y se desangraba. Entonces lo volvía a escuchar

— JiuJiu – sostenía el niño en sus manos una flor, una manchada de tinta roja, una que llevaba por nombre Hanahaki

Cuando él veía esto no podía evitar llorar, porque su corazón volvía a latir y volvía a sentirse dolorosamente vivo. Así mientras la vida se le iba en morir y revivir, su habitación se llenaba de flores, el muelle se pintaba de pétalos. Flores sangrantes que llevaban el dolor de un amor no conocido y menos correspondido.


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Seis años en agonía, con las vías respiratorias obstruidas por las ramas cada vez con más espinas, a veces los rosales salían llenos de estas. Muelle de loto rebosaba de vida por las coloridas flores que se encargaba de lanzar por su boca. Las mismas que podía regar con sus lágrimas y nutrir con su sangre, con cada arcada que expulsaba una rama más. Claro que era preferible vomitar rosas, el desgarre producido por las espinas era menos angustiante que ahogarse con los pétalos de loto. Tenía que sacarlos con su mano para evitar morir ahogado. Porque él era un cobarde, honestamente, esperaba ansiosamente la muerte pero agonizaba cuando esta tocaba su puerta.

Había días en los que simplemente no salía de su habitación, haciendo sus deberes como líder de secta, sentado, rodeado de su propia enfermedad. Tosiendo cada vez más violentamente hasta que llenaba la habitación y tenía que buscar otro lugar donde trabajar.

— JiuJiu, mire tu habitación antes, he decidido que debería podar esas cosas – aseguro un niño, porque a sus ojos siempre sería un niño, el mismo que le daba momentos de vida, ese que sostenía un par de tijeras y estaba dispuesto a limpiar todo muelle de loto con tal de poder caminar sin rasgar sus ropas con las flores regadas

Jiang Cheng solo lo miro, lo miro un buen rato hasta que su rostro debió ponerse rojo entonces declaro.

Si te hace feliz..., realmente, ¿cuándo no hashecho lo que quieres? – eso era un claro, "has lo que quieras", y el niño noespero una segunda confirmación, corrió hasta las habitaciones con tijera en mano, prontotendría que regresar con las mismas tijeras. Su JiuJiu estaba llenando elpabellón con más flores rojas, o manchadas de rojo, en ocasiones no podíadistinguir el verdadero color de las flores pero estaba seguro de que era mejorque el rojo que las tintaba.


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7 años y entonces su panorama cambio...

Hanahaki (según Jiang Cheng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora