Juno había tenido múltiples problemas en su joven vida como soldado de élite, pero nada la había preparado para conocer al temible dueño del universo. El orgullo ferviente de la saiyajin, combinado con el sofocante ego del emperador solo podría resu...
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Shīrt solía ser un planeta insignificante, aquel astro no representaba ante nadie una amenaza real, mucho menos sus habitantes; en realidad, era tan irrelevante que fue una gran sorpresa para ellos cuando cuatro naves se posaron en su suelo, ignorantes ante la declaración de una sangrienta guerra en donde esos extraños uniformados resultarían como ganadores. El cielo melocotón se había tornado negro, y el dulce aroma de las flores había sido corrompido por el fresco olor a sangre. Ya no quedaban canciones alegres para deleitarse, las brazas del fuego bastaban para crear un reconfortante lecho de muerte.
Y mientras miraba aquellas chispas ser arrastradas por el viento como una cálida danza, el último aliento de resistencia se dejó extinguir a manos de una saiyajin.
Para ella existía un mejor sonido que el del fuego, y pese a que se encontraba cansada, este le hizo devolverle el súbito momento de alegría al aplastar el cráneo del nativo como si de una hoja crujiente se tratara. Mirándolo bien, acabar uno a uno con el mismo movimiento pudo haber sido un descuido suyo, ya se había tardado mucho en volver con sus demás compañeros para dar finalizada la misión; misión a la que tuvo que escabullirse, era mejor tener un perfil bajo.
— Juno. Ven, rápido.
Los rastreadores eran útiles, no había duda, pero que pudieran contactarla con tanta facilidad resultaba molesto. Odiaba sentirse vigilada, los clase baja no deberían sentirse con la osadía de hablarle cada que quisieran. ¿Y si había una emergencia? No era su problema, ellos debían aprender a solucionarlo solos, como si ella no estuviera aquí en primer lugar. Solo era una sombra.
Regresó a su pequeño campamento con los demás, fingiendo apresurarse mientras se deleitaba con la vista bajo ella: solo sangre y cadáveres. Recibieron una llamada de sus comandantes, pidiéndoles regresar a su planeta por orden del gran emperador. Nadie sabía la razón, pero obedecer las órdenes no era algo en lo que ella fuera particularmente buena, por lo que sugirió no regresar a Vegeta hasta haber acabado con toda la vida de Shīrt. Hecho esto, pasaría de ser un lugar solitario a la próxima venta estrella del imperio Cold, probablemente sirviendo como punto de extracción de recursos.
Su áspero pisar captó la atención de los hombres a cargo.
— Ya terminamos aquí — anunció, llevándose las manos a las caderas en un gesto de desinterés —. Te dije que no íbamos a tardar, Nappa, ya podemos volver.
Su voz tan autoritaria siempre parecía funcionar incluso en los momentos más inoportunos, pero bajo la perturbada mirada de sus camaradas, la soldado comprendió que algo mucho más grande había acontecido. Los hombres le explicaron con cautela; la notición fue reducida a cuatro simples palabras: "Vegeta ha sido destruido" y así, iniciaba para los saiyajin su nueva vida sin un planeta al cual regresar. El misterioso meteorito había devastado su hogar natal, arrasando con todo rastro de vida que se alojaba ahí.
