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Abro la puerta principal y el olor a lavanda del ambientador hace a mi cuerpo relajarse. Estoy en casa. Me vibra el teléfono en el bolsillo del pantalón, probablemente sea Suzuka.

—¡Hola, mamá! —la saludo desde la entrada.

Mi madre aparece por la puerta del comedor y se alegra de verme.

—¡Hija! Pensaba que eras tu padre, ¿cómo vienes a esta hora sin avisar?

Cierto, mis pasos me han dirigido hacia aquí sin ser consciente de nada, pero necesito pruebas. Paso al lado de mi madre para subir a mi habitación.

—Me olvidé la calculadora científica que me regalaste — miento con mi mejor sonrisa, la que he llevado como una máscara todos estos años —. Sabes que me trae suerte en los exámenes.

A mitad de la escalera la oigo hablar y miro hacia abajo.

—Llamaré a tu padre y le diré que has venido, seguro que trae algo para cenar.

Asiento y voy a mi habitación. Una vez dentro, echo el pestillo y me dirijo con decisión hacia mi escritorio. Busco la caja de la Nintendo y la abro para sacar las cartas. Las vuelvo a mirar todas, una por una, y me siento en la silla de mi escritorio. Prendo la luz de la lámpara y leo la última de todas. Dejo los demás sobres apilados en una esquina y saco del sobre la cuartilla a rayas que siempre usaba Moa:

21 de julio, 2017

Dear Yui:

Miro hacia el techo cuando leo el encabezamiento e intento controlar mi respiración. La cojo con cuidado en mis manos y la leo hasta el final, con el corazón en carne viva. A parte de la fecha, no hay nada que me sirva, pues estoy segura de que fue en agosto cuando ocurrió todo. Dejo la carta sobre la mesa y subo los pies a la silla, que se mece por un instante por mi peso.

¿Si es verdad que me escribió durante meses y estuvo mirando en periódicos si había muerto, por qué nunca intentó venir a verme? ¿Qué la retuvo? ¿Y si me está mintiendo? Porque yo en ningún momento recibí nada, de haberlo hecho las cosas serían muy diferentes.

Guardo la carta en su sobre y la dejo junto a las demás enfrente de mí. Están bien cuidadas, ¿le bastará para ver que sí me importa?

Miro en dirección a la caja y veo la pulsera y la nota doblada por la mitad. Pueden parecer insignificantes, un trozo de papel con tres palabras y una pulsera de cuentas de madera negra con una de ellas blanca, pero me arde tanto el pecho, que dejo las cartas en la caja, con la nota encima de ellas, y me coloco la pulsera en la mano derecha.

Suzuka insiste llamándome, así que saco el teléfono del bolsillo. Descuelgo con desgana.

—Más te vale que sea importante —murmullo viendo como la pulsera queda pendiente sobre el canto de mi mano y casi que se engancha al nacimiento de mi pulgar.

—¡Lo es, lo es! —dice muy convencida, seguro que asintiendo enérgicamente —pongo manos libres que estoy ocupada, un momento.

Sucede una pequeña pausa.

—¿Qué quieres para cenar? —me pregunta a la vez que me hago consciente de que ya llevo varias horas fuera.

—Ahora no, Su...

—Voy a hacer okonomiyaki, pero no sé si te apetece con camarones o con salchichas -la oigo batiendo huevos con los palillos, supongo que con estar ocupada, se refería a eso.

Querida MoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora