Corro, escapo a toda velocidad sin ni siquiera pararme a pensar dónde voy y pudiendo romperme los calcetines.
Tropiezo un par de veces, una de ellas cayéndome de bruces y mojándome aún más si cabe, mientras me cercioro de que mi madre no ha sido capaz de perseguirme. Pensar que pueda venir detrás y volver a llevarme a esa casa de mentiras me hace calzarme mis zapatillas, que apenas son un consuelo para mis pies helados, atarlas y continuar.
Camino bajo la lluvia, dejándome que me cale y pisando algunos charcos sin querer.
Me siento sola, perdida. Desamparada. Engañada. Manipulada.
¿Y ahora? ¿Hacia dónde me dirijo? ¿Puedo volver a verla después de todo esto?
Me detengo bajo el techo de un conbini, ya fuera de mi vecindario, donde poder hacer una llamada y veo que la llamada con Suzuka aún continúa. Me acerco, extrañada, el auricular al oído.
-¿Su-suzuka? -tartamudeo a causa del frío.
-Oh, ¡Yui! ¡Al fin! ¿Estás bien? Lo he escuchado todo, se te olvidó colgarme -me dice aliviada.
-¿Lo has oído?
-Hum.
Miro el reflejo de las luces del semáforo en los charcos y cómo se desfiguran al pasar las ruedas de los vehículos por encima mientras la gente pasa por mi lado sin notar mi presencia.
-Es una hija de-
-Shh, no te rebajes a su nivel -me corta -. Está lloviendo, ¿no? Vuelve a casa, va a pasar el último tren ya mismo. Si te das prisa, podrás subirte.
Me paso la mano por el flequillo chorreando y la pulsera en mi muñeca se mueve.
-Aún no puedo volver. Tengo que hablar con ella.
-¿Pero Yui que va a pasar con el okonomiyaki?
Me alejo el teléfono y me quedo mirando la pantalla y veo los segundos aumentando en la llamada. Veo enfrente de mí un taxi y, sin pensármelo, cuelgo a Suzuka, apago el teléfono y levanto la mano para que pare.
Me cruzo de acera después de mirar a ambos lados de la carretera y el taxista para. La puerta trasera se abre y me monto. Le indico la dirección y se pone en marcha.
-Vamos a tardar un buen rato por la dichosa lluvia, te saldrá cara la carrera.
Lo veo bajando la palanca del contador y yo me acurruco en mi asiento sin decirle nada. Pienso en Moa y en todo lo que me obligué a olvidar. Su manera de hablar, sus gestos, su risa, su calor... Sobre todo lo último es lo que más necesito.
Al cabo de unos veinticinco minutos por autovía, llegamos a su barrio, algo más despejado de tráfico que en el centro. Le pago la carrera con parte del dinero de mi padre y me pregunta antes de bajarme, ya con un pie fuera, si voy a volver pronto, para esperarme, pero un señor trajeado toca en la ventanilla y niego con la cabeza. Tampoco sé cuánto voy a tardar.
Corro bajo la lluvia hacia el portal y entro detrás de una pareja que comparte paraguas. Subo con ellos en el ascensor y la chica me mira disimuladamente, probablemente preguntándose por qué no llevo ni chubasquero ni paraguas. Me bajo antes que ellos y veo la vista nocturna del rellano. No hay nadie, justo como cuando vine hace unas horas. El sonido del agua corriendo por alguna parte me distrae. Voy hacia su puerta y toco al timbre, esta vez sin titubear. Oigo movimiento en el interior, doy un paso hacia atrás cuando escucho la puerta abrirse y me abrazo a mí misma.
-¿Sí? -. Veo su cara sonriente por la rendija de la puerta. Intento sonreír, pero por el frío me sale una mueca. Su cara cambia drásticamente al verme -. ¿Tú otra vez? -me dice con cansancio y con mala cara -. ¿Voy a tener que denunciarte? -me amenaza y yo no puedo parar de tiritar, lo que no sé es si de miedo o de frío.
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Querida Moa
FanfictionAl igual que los prisioneros del mito de la caverna de Platón, Yui descubrirá que no todo es lo que parece una vez abandonado el calor del hogar. Un malentendido avivado por la persona equivocada la ha hecho vivir en la gran mentira de su vida y olv...