❄Perdidos❄

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    En una tarde poco normal, el sol se encontraba a mitad del cielo, ya dispuesto a bajar para luego traer una noche estrellada al pueblo de Karmaland. Todo parecía estar tranquilo hasta que desde lejos se oían unas fuertes pisadas que se dirigían al bosque. Esas pisadas cada vez se escuchaban más cerca, dando a conocer que eran dos sujetos los que corrían por lo que parecía era, sus vidas. Se escuchaban carcajadas y jadeos, pero eso no detenía a Willy y Fargan, quienes lo único que querían en ese momento, era escapar de la ley. Los dos miembros de la hermandad oscura habían actuado de nuevo, minas por todo el pueblo explotaban una a una; sabían que lo que habían hecho era digno de cárcel o posible expulsión de Karmaland, por lo que decidieron escapar de la escena del crimen e irse lo más lejos posible, esperando a que nadie los viese, pero sin darse cuenta de que se adentraban en un bosque lleno de sorpresas.

    Mientras corrían no podian evitar reir, puesto que provocar caos era lo que más amaban en la vida, además de pasar sus días juntos. Ellos eran amigos hacía unos años; Vegetta, mejor amigo de Willy, fue quien los introdujo desde un principio. No tardaron mucho en llevarse bien, los dos compartían una sed de destrucción y travesuras que sólo ellos podían comprender. La primera vez que se vieron, sin darse cuenta, Willy se vio atraído por la peculiar forma de vestir del castaño. No entendía por qué le gustaba llevar una máscara de búho, pero esto le pareció muy interesante. A su vez, Fargan observaba los cabellos blancos del albino, y su boina que en un principio detestaba. Ellos no lo sabían en ese momento, pero ese fue el inicio de algo especial, una amistad duradera.

    Cada vez los jadeos se volvían más fuertes y más regulares, los chicos ya estaban cansados y sólo querían parar. Cuando Willy ya estaba reduciendo el ritmo de su trote, sintió el grosor de una raíz de árbol bajo su pie derecho y cayó bruscamente al suelo, soltando un grito que alertó inmediatamente a Fargan.

—Tío, ¿estás bien?—preguntó Fargan con preocupación.

—¡Argh! Joder macho, estoy bien, sólo fue un tropezón nada más—usando todo el orgullo que tenía dentro, el albino intentó levantarse, pero el dolor de su pie era tan grande que se tambaleó y volvió a caer.

    Al ver esto, Fargan lo cogió de los brazos, y lo levantó. Willy quiso resistirse, pero el dolor le sobrepasaba y se dejó ayudar. Los dos caminaron hasta encontrar una roca en donde se sentaron a descansar.

—Vaya hostia la que te llevaste contra el suelo chaval—dijo el castaño entre risas.

—Cállate Fargan—respondió el otro con una sonrisa en la cara al mismo tiempo que golpeaba en el hombro a su amigo.

—¿Duele mucho?

—No-no-no-no, sólo me he doblado el pie nada más, puedo seguir caminando—Mintió, puesto que no quería quedar como "débil" frente a Fargan.

    Una parte de Willy quiere ser honesto, pero su orgullo no le deja. Por alguna razón, le cuesta verse vulnerable frente a los demás, incluso frente a su mejor amigo, a quien no le oculta nada excepto sus sentimientos más profundos. Le gustaría admitir que no puede caminar porque le duele demasiado, pero su boca le traiciona y termina diciendo lo contrario. Fargan está al tanto de esto, si bien, no conoce al albino hace demasiado tiempo, ha llegado al punto en el que puede detectar cuando miente. Sabe que a su amigo le cuesta expresarse deliberadamente cuando se trata de sus emociones, pero no siempre puede saber que es lo que éste realmente quiere, sólo sabe que hay capa tras capa, ocultando al verdadero Willy.

    Aún así, el castaño es paciente con su amigo, lo quiere como nunca ha querido a nadie en su vida y prefiere darle el espacio que necesita. Aunque no puede evitar sentirse preocupado por su pie, al fin y al cabo la caída fue fuerte.

Perdidos (Willgan One-shot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora