DOS: Primer contacto

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*CONTENIDO EXCLUSIVO PARA MAYORES DE EDAD*

SE RECOMIENDA DISCRECIÓN

Esa noche fue mejor y peor, mejor porque mi padre había decidido salir de la ciudad por unos días lo que implicaba un poco de paz y peor porque no dejaba de pensar en Henry y en dónde se encontraba. En realidad, cuando me senté en mi habitación e intente concentrarme en la lectura, estaba atento a ver si oía el molesto motor del auto deportivo de Henry. Pensaba que podría escucharlo por encima de la estruendosa tormenta, pero cuando aparté la cortina para mirar de nuevo, apareció allí de repente. Bajó de prisa y corrió con fuerza hasta mi picaporte, me sobresalté al escuchar sus fuertes golpes en mi puerta, bajé deprisa, todo un ninja esquivando cada objeto a la perfección, parecía una escena salida de una película de acción. Me detuve en la entrada, pensativo controlando mi respiración.

- Billy soy Henry - dijo -. ¡Abre la puerta! - gritó tocando por décima vez.

Cepille mi cabello lo mejor posible y giré la manija. Henry entro deprisa, empapado y alterado. Me miró entre sonrisa.

- ¿Está todo bien? - pregunté.

- Sí - dijo husmeando con la mirada -. Solo no quería llegar con el hijo de puta de mi padre.

Se quitó su chamarra arrojándola al suelo, avanzó hasta la sala dando un salto perfecto cayendo enzima de él.

- ¿Te peleaste con él? - pregunté inseguro, no quería entrometerme.

- ¿Te importa si duermo contigo esta noche? - me interrumpió.

- ¿Mmm? - pregunté confuso.

Asentí deprisa con la cabeza.

- Claro, el tiempo que quieras - dije.

Dio ligeros golpees al sofá a un lado de él mientras su mirada estaba fija en mí. Tragué saliva y con temor a tropezar llegue hasta él.

- ¿Por cuánto tiempo se fue Grant? - preguntó.

Era tan incómodo escucharlo nombrar a mí padre así, lo ignoré.

- Una semana, mínimo.

- Los adultos son una mierda - murmuró.

El silencio invadió la casa. Henry dio un vistazo a su reloj de mano y tomó su celular mientras decía con seguridad.

- Es muy temprano, nos vendría bien un poco más de gente.

- No - dije -. Una fiesta no.

- Tranquilo - me tomo del hombro -. Solo vendrán unos amigos.

- ¿Y eso cuánto significa? - pregunté con enfado.

Sonrió juguetón, se deslizó por el sofá hasta terminar aún más cerca de mí. Olía a alcohol y tabaco. ¡Y maldición! lo hacía ver más sensual aún. ¿Cómo era posible?

- No destruirán tu casa - murmuró besando mi mejilla.

Me oculté de hombros tan rápido como lo sentí en mi piel. Se levantó y colocó el aparato a su oreja. Lleve mi mano al rostro, estaba empapado. ¿Debería sentirse así? ¿Culpable y arrepentido? Giré a espaldas mías para centrar mi atención en él. Chocamos miradas y entre sonrisas salió de la casa en medio de la terrible tormenta. Quería privacidad, no podía culparlo. Me levanté de golpe, tan deprisa que me dio un mareo. Subí a mí habitación a trompicones, tropezando con cualquier insignificante obstáculo. No me moleste en encender la luz, me recosté en las sábanas y dirigí mi atención a la ventana. Las gotas reventaban en el cristal dejando un sonido casi satisfactorio, los truenos iluminaban perfecta y repentinamente dejando atrás una vibración en las paredes. Una noche perfecta, casi para una noche de brujas.

Huyendo Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora