TRES: Solitaria habitación

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BILLY

Tres semanas habían transcurrido después de mi desastrosa noche con Henry y cada mañana sin falta deslizaba la cortina con la estúpida idea de verlo ahí, esperando por verme. No había ruido, no había luz, en su habitación no desprendía siquiera una ligera señal de vida. Me dejaba un nudo entre la garganta. <¿Se habrá ido de la ciudad?> pensé. Quizá en mi más remota y retorcida mente podía encontrar una coherente opción del porqué su habitación se encontraba tan solitaria. Pero era mi propio infierno en ese entonces. Mi mano se encontraba mejor, el dolor se había desvanecido y la hinchazón disminuía cada día. Aunque habría deseado haberme provocado un daño permanente. Mire por el rabillo del ojo, nada. Suspiré agobiado, y fatigado me levanté de un salto y salí de mi habitación despavorido. Era un infierno tormentoso. Mi padre se encontraba en el comedor semi-desnudo con la mirada fija en las páginas de un viejo libro "Amor en Tiempos de Cólera", sujetando con firmeza una copa de vino. 

- Billy - dijo mi padre.

Lo mire asqueado.

- ¿No deberías estar en clase? - preguntó mientras veía el reloj en su muñeca.

Negué con la cabeza, lleve mis manos a la nuca y di ligeros golpes.

- Están fumigando la escuela - mentira.

- ¿Estás seguro? - preguntó -. Creo recordar haber visto salir a Henry hace...

- ¡Papá! - lo interrumpí -. Tengo cosas importantes por hacer - tomé con rapidez una botella de agua que se encontraba en la nevera -. ¡Adiós! - le grité saliendo deprisa a tomar aire fresco.
Cerré la puerta de un golpe y caminé deprisa hasta caer rendido en el césped verde recién cortado de la casa. La calle estaba sola y muy fría, pero nada importaba. Quedé acostado con la mirada fija al cielo. Las nubes parecían estar tan cerca. Alcé las manos al cielo, la brisa chocaba deprisa contra ellas y las empujaba con discreción y elegancia. Pero llegó deprisa y sin aviso, me golpeó tan fuerte que una lágrima se desprendió de mis ojos. <Está en la ciudad y no se ha molestado en verme> me murmure en silencio. ¡Puta mierda! Ahora el cielo perfecto se había vuelto tan deprimente y solitario. ¿Así debería sentirse la depresión? ¿Tan miserable debería sentirme? Me quejé al levantarme, tomé asiento en una gran roca que quedaba cruzando la calle. Tomé el celular.

- Solo tu sabes cómo se siente - dije.

Aguarde un momento y al sentirme preparado presione el botón "llamar".

- ¿Hola? - preguntó al tercer tono -. ¿Estás bien?

- No - dije con voz pastosa cayendo en llanto.

- No te lo guardes - dijo -. Ven a verme en cuanto puedas.

- ¿Puedo verte ahora? - pregunte con la esperanza de que así fuera.

- Sí, te veo en la parada del autobús - contesto.

Hubo un silencio y después colgó.

Alce la vista a su ventana, ahí estaba. Mantenía su mirada fija sobre mí. Me oculté de hombros, avergonzado me levanté de esa incómoda y fría piedra y me dispuse a caminar por la solitaria y fría calle. No miré atrás, el pavor y la debilidad se encontraban en mí.

💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤💤

HENRY

Miedo, miedo es lo único que mi cuerpo podía sentir. La terrible jaqueca aún estaba aferrada a mí, aún después de esa incómoda noche con Billy. Soy un imbécil al pensar mal de él, el pequeño Billy. Después de nuestro incómodo mal entendido no he sido capaz de mirar por la ventana y verlo a los ojos. La escuela ya no era la misma sin él, hay un vacío que perdura y no se desvanece aún después de evadir los enloquecidos recuerdos y pensamientos.
Me levanté confuso y adolorido, el día era anormalmente frío y mis ganas aún perduraban de salir a la ventana y ver con Billy el sol salir, incluso después de tres semanas. Me vestí con rapidez y salí deprisa a la parada del autobús, evitarlo era lo que más anhelaba. Y mi plan salió de maravilla, logré llegar a la escuela con facilidad y él aún no se encontraba ahí. Sentí una presión en el estómago al ver su lugar vacío. <¿Debí haberlo esperado?> me pregunté. Sostuve mi teléfono y escribí su número en él. Quizá con una llamada bastaría.

- Henry - dijo Ana a espaldas mías.

Reí con torpeza guardando el teléfono en mis bolsillos delanteros, me giré y la sostuve bruscamente de la cadera. Se quejó.

- ¿En dónde estuviste anoche? - me preguntó apartándose de mí.

Hice una mueca. Anoche no fue una noche que me gustaría recordar, terminé ebrio en el parque, perdido y preguntándome qué habría sido mejor hacer aquella noche con él. Sonreí.

- Estuve en casa jugando videojuegos - mentí.

- Bueno - hizo pausa -. Quizá para la próxima podrías contestar las llamas.

Asentí con la cabeza, me incline un poco y bese su frente. Me empujo con enfado.

- Es verdad, estuve preocupada imbécil - dijo.

- Gracias, amor - murmure.

- Te odio - murmuro dando un ligero beso a mis labios.

El profesor llegó deprisa y no tardó en notar su ausencia.

- Henry - dijo el profesor. Me aparte deprisa de Ana -. ¿Billy se encuentra bien? 

Era una buena pregunta, yo me lo preguntaba todos los días.

- No lo sé, profesor - admití.

- Quizá debería contactar a sus padres - murmuró para él mismo, pero todos estaban en silencio así que logró escucharse.

- ¡No! - grité, todos posaron la atención en mí -. Yo iré a su casa, es mi vecino.

- ¿Puedes hacerlo? - preguntó el profesor.

Asentí con la cabeza.

- Ve después de clases, por favor - ordeno.

- Podría ir ahora - reí torpe -. No se preocupe, vivimos cerca. No me tomaré ni veinte minutos.

El profesor accedió y salí tan deprisa me dio la autoridad. El autobús tardó en pasar menos de lo habitual, me hizo preguntarme si la escasez de autobuses solo disminuía a la hora de salida en la escuela. Me mantuve ansioso, no me sentía capaz de llegar a su casa y preguntar por él. <¿Y sí le contó a sus padres?> me pregunté. <¿Y qué tal si ya no quiere saber nada de mí?> después de todo, jamás abrió la ventana en el transcurso de las semanas. Al llegar era tal cual lo recordaba. Silencioso, una casa fantasma. Su recámara era un caso perdido, no había  el más mínimo movimiento en ella. Quizá había llegado tarde. Bajé a trompicones del autobús y entré a casa. Subí a mi recamara y una vez más miré por la ventana. Ahí estaba, mantenía su mirada fija sobre mí. Se veía tan cansado y solitario, sentí lástima por un momento. ¡Pero mierda! Que bien se veía. Le sonreí. Se mantuvo indiferente y dio vuelta. Espere a que mirara atrás, no lo hizo.

- Debe tener prisa - dije.

Avanzó con rapidez y lo perdí de vista unos metros más adelante. Me recosté en el sofá y miré desde la ventana esperando a que volviera, pero terminé cayendo en un profundo sueño horas más tardes después de que el sol se había marchado. Jamás supe a dónde fue.

Huyendo Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora