Una noche tranquila

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Entré a la habitación, donde se encontraba Konro, para ponerle nuevos vendajes

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Entré a la habitación, donde se encontraba Konro, para ponerle nuevos vendajes. Al verme, supo lo que iba a hacer. Así que, se sentó al suelo y bajó las mangas del kimono, mostrando su torso desnudo manchado por las cicatrices de la tephrosis, que tiene por sus hombros y brazos.

Comencé a vendarle, empezando por los brazos. - Sigo sin poder creer que haya logrado curar, aunque sea una pequeñísima parte de la tephrosis. - Dije sin dejar de asombrarme.

- A mí también me cuesta creerlo, pero pasó. - Volteó su cabeza para verme, esbozando una sonrisa. - Pero, a pesar de que haya intentado curarme. Su cuerpo le pasa factura y no sólo con esto, también cuando convierte los infernales en personas. - Su sonrisa desapareció, mostrando una mirada preocupada.

- Es cierto que no sabemos nada de la verdadera naturaleza de sus poderes. - Dije mientras continuaba vendándole. - Pero, debo reconocer que, en tan poco tiempo se ha convertido en un símbolo de esperanza para Asakusa.

- Y, posiblemente del resto de Tokyo. - Continuó Konro.

-Además de estar en el punto de mira del Templo del Sol y de Haijima. Tch. - Esto último lo dijo molesto.

- No sabemos que es lo que le podría suceder, si se fuese a Haijima o al Templo del Sol. Pero una cosa está clara. Cuando nos visitó el Dr Giovanni, ella, de algún modo, lo conocía y no precisamente bien. - Sus ojos se sombrearon al recordar lo que pasó hace varias horas.

- Es por ese motivo de que no confíe en ellos, entre otras cosas. - Terminé de vendarle y me puse en frente de él. - Por eso no permitiré que nadie se lleve a (T/N). - Dije con una voz firme y decidida, sorprendiendo a Konro.

- ¡Vaya! Waka, parece que te has encariñado mucho con ella y eso que solo lleva muy poco tiempo aquí. - Sonrió, al mismo tiempo que desviaba la mirada hacia otro sitio.

- No me encariñado con ella. Sólo, no quiero que esos indeseables la usen como si de un objeto se tratase. Si ya sufre de por sí por pequeñeces como esta, imagínate si la obligasen hacerlo todos los días a todas horas. - Me levanté del suelo y abrí la puerta, mientras miraba por última vez a Konro, quien mostraba un rostro preocupado y asustado, por seguramente, pensar en lo peor.

Me marché de la habitación, cerrando la puerta en el acto y me dirigí a la cocina, a buscar la botella de sake y dos vasos para ambos.

Al dirigirme allí, me crucé con (T/N), quien se había cambiado de kimono e iba acompañada por Hina y Hika. El kimono, que lleva puesto, es uno de los obsequios de los lugareños del distrito que consistía en un kimono rosa claro con estampados de flores de sakura, además de llevar el pelo suelto, que le llegaba casi por la cintura. Me dí cuenta, que me había quedado embelesado por ella. Reaccionando justo a tiempo de toparme con ella. - Veo que ya te has cambiado. 

- Sí y creo que llego justo a tiempo. Menos mal. - Dijo aliviada. Al verla, lo primero que se me pasó por la cabeza fueron las gemelas, quienes reían como siempre. Ambas se percataron de mi mirada.

La sacerdotisa de AsakusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora