De Madrugada

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4 : 34 AM
Me desperté, tenía la boca seca y sentía mi cabeza palpitar, sudaba y tenía todo el cuerpo caliente. Desconecté mi teléfono y me deslicé debajo de las sábanas, con cuidado para no molestar a mi gato.
El piso de cerámica contrastó con la temperatura de mis pies los cuales enfrió casi de inmediato. Usé la luz de la linterna para iluminar, no porque fuese incapaz de ver, paso demasiado tiempo en mi cabeza y ya sabe qué hacer para hacerme pasar malas pasadas; y la oscuridad del momento sólo impulsa la imaginación. Mi casa no es grande, no tardé un minuto en llegar al refrigerador. El aire enfrió mi sudor y, por lo tanto, mi cuerpo. Saqué una botella y volví a la calidez de mi cama, sin embargo, no dormí.

5 : 20 AM
Fue menos de una hora pero se sintió eternidad. El dolor seguía, del agua sólo quedaba la botella vacía, le saqué hasta la última gota.
Mi casa no es grande, todo lo que pasa se escucha. Entiendo una diferencia entre ruidos y sonidos, y ese era un ruido; un ruido que lo único que llega a provocarme es irritación. No voy a molestarme en explicarlo porque me molesta.
Entonces llegó, llegó porque el ruido lo provoca, me provoca. El ruido lo llama y sin embargo soy yo quien lo sufre. Nadie más lo ve o lo siente, ni yo podría decir que la descripción que voy a dar es completamente cierta; su piel parece muerta, no sabría explicar su toque a pesar de sentirlo casi todas las noches. Puede ser tan cortante y frío como una cuchilla o cálido como la sangre que sale de las heridas que me provoca.
Sus ojos me persiguen, brillan en la penumbra de la noche. Por mucho que lo intente no puedo escapar de eso, no creo que nadie sea capaz de hacerlo. Me encuentra donde sea que vaya, tortura pero nunca mata; no sé si está esperando el momento para hacerlo, el momento en el que le pida hacerlo o es que algo lo detiene. Cualquiera sea la respuesta ahí estábamos, a veces creo que si me alejo del ruido eso va desaparecer .
Me levanté, el piso seguía igual de frío. Fui en dirección contraria a la primera vez, me encerré en el baño esperando que las puertas ahogaran el ruido, pero ya era tarde. Sentí congelarse mis piernas desnudas contra los azulejos, los ojos cerrados y apretando los oídos con mis manos. Como creo que dije: nada lo detiene.
Entró incluso con la puerta bloqueada por mi cuerpo. No sabría decir qué es lo que hace o cómo lo hace, pero lo siento. Siento el sudor frío en mis manos, las marcas que deja sobre mi cuerpo que siento me arranca la piel. Sus ojos sobre mí cuando intento evitarlos o sus largos dedos en mi cuello, presionando mi garganta, incapaz de hacer nada más que sollozar.
Esa noche tenía un cuchillo, no sé si eso o yo, era un cuchillo para pescado; ahora mismo está en la cocina, parecía brillar mucho más esa vez. El filo fue directo a mis muslos que cortó de la misma manera lo habría hecho con un pescado para la cena. No fue profundo, no me mataría, hicimos varios más; no estoy segura de quién los hacía, si era a voluntad o estaba bajo su control.
Lágrimas se deslizaron por mi cara hasta caer sobre nuestras piernas, se sentía como si fuésemos uno y tal vez fue así. No sabría decir la razón de éstas; la herida, frustración, ¿ira? O tal vez otra cosa que, como muchas otras, no llego a comprender.

7 : 15 AM
El ruido llevaba tiempo de haber parado pero eso o lo detuvo, el ruido lo invoca pero no lo hecha. Éramos uno solo cuando se fue. El sol había comenzado a levantarse y el cielo pintaba un naranja extraño.
Volví a mi cama, ya no estaba tibia siquiera, mi ausencia la enfrió.
Mi casa no es grande y, aún así, nadie escuchó el ruido, la intrusión de mi acompañante nocturno o mis llantos. De la misma manera que nadie nota mi ausencia o las heridas de mi cuerpo.
Ni sus ojos o manos estaban sobre mí ahora, únicamente el rastro que dejó momentos antes y que va volver a dejar. Su presencia se mantiene conmigo, no se va ir hasta que él lo decida; que espero no sea pronto. Porque me encuentro a mí misma dentro de su frialdad, me veo en sus ojos gigantes y en la forma que actúa sobre mí.
Porque en la penumbra de la noche, donde nadie me escucha, donde nadie me siente, eso sí. Me ve, me escucha y me siente, y yo lo siento. Es una tortura, escucho el ruido cada noche y lo veo venir; pero aprendí a vivir con él, no me asusta y cada noche espero su llegada.

CalígineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora