Capitulo 4. Volverlos a ver.

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—Entiendo.

Aunque Anna se sorprendió por el repentino cambio de actitud de Ross, estaba encantada con la nueva faceta de la pequeña mujercita que se encontraba siendo cuidada por los Walldering, desde hace ya cuatro años que llegó Ross a la Mansión y desde entonces quedó cautivada por el nieto de Mayer, y ahora repentinamente decide dejarlo ir.

No importa el motivo tras esa decisión, para Anna es lo mejor que Ross ha hecho desde que llegó a sus vidas. Y satisfecha con lo que acaba de oír, la fiel sirvienta salió de la habitación.

Minutos después vestida y arreglada, Ross bajaba por las escaleras cuando escuchó las voces que no deseaba oír, aquellas voces provenían del comedor. Si decidía comer con ellos se volvería a repetir lo del pasado y es lo que menos quiere.

Pero no recordar el pasado le era imposible: el lugar donde Ross solía tener prohibido asomarse mientras Dereck se encuentre en el comedor era la hora del desayuno o cualquier otra hora de la comida.

Dereck estaba desayunando con Diane y su madre, aunque el rostro de Mareen reflejaba una cara de pocos amigos, la de Diane irradiaba una luz que competía con el brillo dorado de su cabello.

—No tienes permitido sentarse en la mesa cuando yo esté presente —le había dicho él cuándo Ross se disponía a sentarse a comer junto a ellos.

Que una de las personas de la casa donde vives te diga aquello, es demasiado vergonzoso, humillante y todavía más si la persona que dice tales palabras es el hombre que amas.

— ¿Por qué? —preguntó Ross con apenas una audible voz.

Quería llorar.

— ¿Por qué? —repitió molesto —Es desagradable verte o escucharte mientras disfruto de mi desayuno.

Algo se rompió dentro de ella, de nuevo. Otra pieza de su corazón cayó rompido y esparcido al suelo.

—No hablaré ni te molestare mientras sea la hora de la comida —dijo Ross con una sonrisa forzada.

<¿Es tan difícil permitirme comer con él?> pensó Ross mientras miraba a la bella rubia que dejó de comer para observar la escena con atención, sus facciones no mostraban nada a diferencia de sus ojos que si se veían lo contenta que estaba con lo que estaba presenciando.

—Comerás en tu habitación —ordenó él —O con los sirvientes en la cocina.

—Dereck basta —pidió su madre y éste prestó atención al semblante disgustado de Mareen, la chiquilla había puesto de su lado a su madre.

Si fuera una jovencita arrimada de la familia, Ross estaría de acuerdo en comer aparte de la familia hasta incluso comer con los sirvientes. No lo es, Donald le cedió a su su hijo la administración de la herencia de Ross, una fortuna tan inmensa que compite con la riqueza de los Walldering.

Por eso la sobre presión de Mayer a su nieto en casarlo con ella. Ross no entendía como Dereck podía despreciarla aun sabiendo de la fortuna que posee y de la familia de donde ella proviene.

—Esta es mi casa, si no le gusta las reglas puede largarse —dijo volviendo la vista hacia el rostro a punto de llorar de Ross.

El se dio cuenta de las lágrimas que empezaban a surgir de los bellos ojos color ámbar de ella, pero eso no lo conmovió.

Ella se volteó de espaldas para que ellos no vieran como sus lágrimas empezaban a correr por sus mejillas. Terminó yéndose del comedor, donde su presencia no era requerida.

—Fuiste demasiado cruel, eres mi hijo pero no sé de quién heredaste ese carácter despiadado y cruel, Ross es solo una chiquilla.

—¿Una chiquilla? —sonrío sin gracia —Es una cualquiera que vive bajo nuestro techo, deberías poner atención a lo que hace esa chiquilla que tanto defiendes.

El Renacimiento De La Esposa Del CEODonde viven las historias. Descúbrelo ahora