𝟷-𝙻𝚘𝚜 𝚗𝚞𝚎𝚟𝚘𝚜

74 10 38
                                    


Alixandra MacQueen.

Levantarme temprano nunca ha sido mi pasatiempo favorito, estudiar tampoco lo es, escuchar a los maestros dar clases como si estuvieran aburridos mucho menos, se aburren ellos y me aburren a mí.

Levanto mi cabeza del pupitre luego de sentir algo golpear mi brazo, un papel. Antes de abrirlo busco con la mirada el remitente, Jehiel levanta su mano y me sonríe.

Abro el papel para leer lo que tiene escrito.

¿Salimos esta noche?
J.

Saco un bolígrafo de mi cuaderno y escribo una respuesta.

No puedo, lo siento.
A.

Miro al maestro que me está dando la espalda y luego lanzo el papel, él lo atrapa, lo veo leer lo que dice y arruga sus cejas. Al mirarme, la pregunta que formula sus labios es muy clara, "¿por qué no?" Sólo me encojo de hombros.

Él es lindo, es un buen chico, integrante del equipo de la escuela, no tiene mala fama, pero últimamente como que me está aburriendo, todos lo están haciendo en realidad.

—Oye, Ali—Volteo sobre mí asiento para mirarla—. ¿Has visto a los chicos nuevos?

—¿A cuáles de todos?—Cuestiono ya que son muchos.

—Dos en particular—habla Scarlet—, de todos, ellos son los que están buenas—eso llama mi atención.

—¿Cómo se llaman?—Pregunta interesada, Ana se acomoda más sobre su asiento.

—Hay uno alto, de tez clara, pelo oscuro y está buenísimo, ¿pero sabes lo que de verdad lo hace especial? Sus ojos, sus ojos son de distintos colores—aclara, es raro ver a un chico con ojos de distintos colores, supongo que por eso está siendo el centro de atención.

—El nombre de ese es Axel—agrega Scarlet—. El otro también es alto, es moreno, de cabello castaño y ojos cafés, su nombre es Manuel y está buenísimo también.

—¿De verdad están buenos o lo están exagerando?—Cuestiono, ellas se miran entre sí.

—Por supuesto que no—se defiende Ana—. Cuando los veas te darás cuenta que la descripción que te dimos no les hace justicia en realidad—sentencia, yo debo conocer a esos chicos que han sido motivo de habla toda la mañana, con suerte y uno de ellos me ayuda a entrenarme.

Vuelvo mi vista al frente y miro el reloj pegado en la pared, sólo ocho minutos más y ya.

Rezo mentalmente para que pasen rápido y así es, en el momento que el timbre suena le doy mil gracias a Dios mentalmente, rápidamente guardo mis cuadernos que ni estaba usando y salgo del salón.

Camino entre las personas siendo empujada, manoseada y de todo un poco, al llegar a mi casillero lo abro y entro algunas cosas. ¿Qué materia me toca a última hora? No tengo ni puta idea, guardo mi mochila sin molestarme en buscar el horario y al cerrar al casillero, me sobresalto ante la presencia de ella.

—Tengo hambre—se queja, entrelazando su brazo con el mío.

—Come mierda—digo mientras ambas caminamos y la escucho reír.

Amor de contrabando |#3| ⏸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora