Capítulo 1

2K 63 13
                                    

Jane

Las horas fueron pasando lentamente y fue inevitable que no sintiera el inconmensurable peso de la soledad que he mantenido los últimos años. Una soledad que solo era comparada por aquellos días que pasé en el albergue, deseando con ímpetu que una familia me adoptara. Una familia que cuidara y velara por mí, como tantas veces había leído en aquellos libros de la biblioteca. Por años, estuve acompañada por otros niños, a quienes también habían abandonado. Unos niños que al igual que yo, sufrían el flagelo del abandono, niños que no llegaron a conocer el cariño de una madre o de un padre; y que, de cierto modo, debían acatar las normas establecidas por las monjas. Todos debían portarse bien, no podían llorar, ni pedir ayuda a esas personas que cuidaban de nosotros, porque en el fondo, sabían que podían recibir un castigo por expresar lo que deseaban.

Lo único positivo que recuerdo de aquellos años, era que en navidad las monjas nos daban regalos costosos donados por algunos voluntarios; regalos que iban desde ropa nueva, juguetes o zapatos. Con el tiempo, mi infancia fue quedando atrás e hizo paso a la adolescencia. Dándome la oportunidad de comprender que ya no era candidata para ser adoptada, ya que comúnmente las parejas buscaban a niñas o niños pequeños para llevarlos a sus hogares. Fue entonces que decidí salir del orfanato, aun cuando solo me faltaban algunos días para cumplir mi mayoría de edad. Intenté forjar mi destino, estuve rondando por aquí y por allá, tuve muchos trabajos hasta que un día, me topé con esa jovencita que sería mi esposa. Ella y su familia me acogieron como una de los suyos, me animaron a estudiar y gracias a su esfuerzo, me he convertido en la persona que ahora soy. Desde entonces, aquellos abrazos tiernos que anhelaba de pequeña, los tuve todos los días, pero especialmente amaba los abrazos de mi Helen.

Aquel trágico accidente que tuvimos, me marcó de por vida, no por aquellas cicatrices que dejó en mi cuerpo, sino más bien porque me arrebató lo más preciado que tenía. En esta fecha, mi mente se aturdía, mi corazón se llenaba de nostalgia y mis lágrimas salían sin permiso. Mi mano se encontraba entumecida tras escribir sin parar durante horas, intentando sacar todo ese vacío que tenía guardado desde su partida. Estiré mis brazos y troné mis dedos para que la sangre fluyera nuevamente, mientras recordaba que mi esposa hace mucho se había convertido en un recuerdo. Un recuerdo que intentaba no olvidar. Cerré los ojos y por un instante, vi esa sonrisa contagiosa con la que me enamoró. Realmente la echaba de menos, así como extrañaba su voz, sus ojos y el tacto de su mano sobre la mía. Tal vez era algo tortuoso e incluso estúpido pensar en todo aquello, pero solo así, no me sentía tan sola. Inhalé una bocanada de aire y cogí aquel cuaderno que contenía ciertas notas musicales en su solapa y leí las líneas que había escrito tan marcadamente en sus páginas.

Hay momentos, en los que pienso que el rojo atardecer es un gran corazón como el mío, que palpita en mi pecho, pero que también al caer la tarde, siente frío.

Quizás no eran líneas que desbordaban felicidad, pero al menos servían para calmar a mi inquieto corazón, un corazón que había perdido la tranquilidad hace mucho. Fue inevitable que mis ojos fueran a parar en aquella mesa de dibujo y contemplar las herramientas manuales que solíamos utilizar para dar rienda suelta a nuestras creaciones. Volví mi vista al cuaderno y enuncié otro párrafo que había escrito.

Amo tus enojos y tu ternura, pero debo confesarte amor mío, que a veces somos como el día y la noche, pues tú eres más carismática y permisiva, mientras que yo soy más testaruda y soñadora. Sin embargo, a pesar de nuestras grandes diferencias, tú le das un equilibrio y seguridad a mi vida que no puedo igualarla con nada de este mundo.

—Al fin, puedo escuchar algo de la arquitecta Jane García —escuché la voz de mi amiga.

—Y es todo lo que escucharás—dije tajante—¿Se puede saber cómo demonios entraste a mi casa? —bufé.

Mi segundo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora