Despierténme Cuando Termine Septiembre 🎈

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¿Sabes?, dicen que la vida es corta.
Dicen que un día te despiertas, y
en ese día, todos tus sueños y
todo lo que has deseado y querido,
ha desaparecido, así sin más.
La gente, la gente envejece y todo cambia,
y las situaciones cambian, y...
Lo que quiero es solo...
Quiero que en este momento, ahora mismo, en este día,
mis sentimientos por ti, la forma en que te ves ahora,
la forma en que te veo, ya sabes...
Solo quiero que esto dure para siempre.

—¿Qué pasa Amalia? ¿No quieres andar con tu amiga? Deja ese lugar en las sombras y ven conmigo.

—No, Amelia. No quiero.

—Hace ya algún tiempo estas así ¿Qué te ocurre? ¿Y ese papel en la mano? ¿Es la carta de un chico? ¡Ven, dámela quiero verla!

—No, Amelia. ¡Para! ¡No! ¡Devuélvemela!

Amelia no le hace caso a su amiga, con ella el mundo es una broma. Juguetea con el papel entre sus dedos, lo abre y lo lee por unos instantes en silencio.
Pero entiende la letra y esas palabras, palabras que componían esa canción de amor que tanto hacía soñar a su amiga. Pensó que ya las había tirado, que ya no le importaban.

—¿Todavía lo quieres, eh?

Pero su amiga no respondió, se mantuvo callada. En el fondo ya sabía la respuesta.

Sus ojos se convertían de mar cada vez que algún recuerdo suyo le venía a la mente, adoraba esos recuerdos, era lo único que él le había dejado, eso, y un vacío enorme.

Esos momentos que pasaban por su mente como ráfagas de viento, como un ciclón, un torbellino en el cielo, llevándose toda la felicidad que habitaba en sus sueños. Aún así los necesitaba, aún necesitaba vivir con eso.

Cada vez que hablan de él, ella nunca dice nada, en sus labios siempre guarda un lugar para el silencio. No tiene el coraje.
Hilos y agujas sellan sus labios cuando mencionan su nombre, no habla, solo se desvanece entre los cristales, las casas, la calle, la gente.

Y ella sabía que sucedería, lo sabia. Le avisaron que todo se desvanecería, que su amor se haría polvo.

Y ahora habita el temor, el temor a recordarlo lo suficiente, a no querer soltar la imagen fugaz de su cabello negro, a buscar por los rincones la esencia de lo que alguna vez fueron ojos llenos de estrellas.

Pero le avisaron, ella no lo quiso escuchar, que era solo un sueño del que tendría que despertar. Una ola tocó su ventana, y arrastró junto con agua salada aquel amor. Caballos de mar besaron sus dedos y la sal sucumbió en sus ojos, haciéndo de su ilusión pequeñas lágrimas, brotaron de ella para llenar océanos. Y al terminar septiembre, despertó de su sueño

—Todavía sientes algo por él, ¿no es cierto?

—No.

—No tienes por qué mentirme. Soy parte de tí, te conozco mejor que nadie.

Silencio...

Dos almas, un cuerpo.
Dos cuerpos, compartidos en un alma. El mismo acorde de un piano, la misma gota de lluvia...

—Solo dame un abrazo.

Amelia sonríe, se abrazan. Sus corazones laten en la misma sinfonía, sienten el mismo dolor, y comparten juntas ese pequeño lugar en las sombras.

—¡Amaliaaaaa!

—¿Si mamá?

—¿Quién está en tu habitación? Siento que hablas ¿Estás hablando sola de nuevo?

—No hay nadie mamá.

—¡Ven, la comida ya está en la mesa! ¡Tienes que comer! ¡Mira lo delgada que estás! Ahora te has convertido en pálida, ojerosa... ¡Eres solo dientes y huesos!

Y Amalia mira a su alrededor, todo vacío.

La presencia de Amelia ya no estaba en esa habitación llena de telarañas y botes de pintura. Se había ido, no la vio marchar. Tal vez salió por la ventana. Volvería corriendo a su hogar, y cada vez que sucedía, era como si se perdiera aquella sinfonía que compartían juntas, la nota de piano volvería a callar en silencio, esperando encontrarse de nuevo.

Esperando a que no se esfume otra vez cuando la madre de Amalia la llama. Siempre desaparece cuando su voz escucha. De seguro le tiene miedo.
La mamá de Amalia a veces puede parecer una mujer extraña, como perdida en algún lugar del universo, extraída de un sitio lejano de la historia, con imaginación, con ideas, con algún sueño frustrado atrapado en su cabeza, decían que de joven veía ángeles...

Su amiga nunca le ha hablado de sus padres, nunca se los ha presentado. Amalia solo la ve cuando se encuentra sola, como si fuera la única persona existente en el universo. Amelia quiere conservar su amistad en secreto y es mejor así, no puede saberlo nadie.

Amalia no entiende por qué, tal vez es que Amelia no sea muy sociable. Tampoco la ha oído hablando sobre otras amigas ni chicos, ni amores ni besos robados, no habla mucho de ella. Es una chica extraña, pero ha sido su mejor amiga en 15 años de vida. Porque Amelia solo escucha en los rincones del cuarto, y cuando Amalia la llame, aún así en sus sueños, ella siempre estará allí.

Despiértenme cuando termine SeptiembreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora