Lealtad

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Cómo era ya costumbre, Aomine Daiki se encontraba ignorando sus responsabilidades, huyendo para evadirlas y aunque sabía que por ello hiba a recibir un sermón por parte de su consejera y mejor amiga, Momoi, no le podría importar menos. Su actitud distaba muy lejos de como debería de comportarse un miembro de la realeza, quién estaba siguiente en línea de sucesión.

Aún con ello, desde hace poco más de un año atrás terminaba escabuyendose a nada mas y nada menos que el lugar más inesperado, un conservatorio de música, suponía que es por eso que aún no habían encontrado su "escondite". Pese a lo que muchos podían asumir debido a su apariencia, el disfrutaba de la música clásica. Gustaba de oír atentamente composiciones musicales que incluían instrumentos como el violín, el contrabajo, el trombón, la flauta, el violonchelo y demás, creaban armonías que adoraba escuchar. Aunque últimamente el piano se había convertido en su favorito.

Debía admitir que ese gusto que había tomado por aquel instrumento no era casualidad, en realidad tenía una razón. Hace un par de meses resulta que un muchacho castaño se terminó inscribiendo en el conservatorio. Cuando llegó no le tomo mucha importancia, no llamaba nada la atención y se veía muy simple. Después, aunque no quería termino mirándolo por sus actitudes. Ese joven se terminaba disculpando con todos y por todo, siempre haciendo reverencias, algo que estaba acostumbrado a ver debido a su posición, pero que el de ojos castaños llevaba a otro nivel. Era raro el día en que no viera al más bajo disculparse por algo. En realidad le molestaba.

Claro, que su pensamiento cambio de un día para otro.

Una mañana llegó como usualmente a colarse al conservatorio y en realidad planeaba solo esconderse en alguna sala vacía y dormir, se sentía cansado porque el día anterior no había logrado escapar exitosamente y fue obligado a cumplir con sus deberes. Entró a un salón pero cuando estaba a nada de buscar un lugar cómodo para tomar una siesta, fue sorprendido por el fuerte sonido del piano. Aquel castaño disculpón se encontraba tocando el gran instrumento. Los movimientos que llevaba a cabo los hacía con tanta gracia y delicadeza, pero entonando una melodía acelerada. Todo en conjunto con su expresión lo hacía lucir totalmente diferente de lo usual, dejandolo cautivado. En cuanto el más bajo termino con su interpretación dió un par de aplausos que provocaron que el de ojos cafés diera un salto en su lugar. Después se dieron las debidas presentaciones, enterándose que el muchacho se llamaba Sakurai Ryō y a partir de ese momento comenzó una rutina en que siempre que podía escapaba para escuchar tocar al joven pianista, más bien impuesto por él pero ya era normal.

Siempre dsfrutaba de mantener una amplia charla con el pianista para después terminar encantado con sus canciones. Un día como cualquier otro se encontraba deleitándose con la música interpretada por Sakurai, tan absorto estaba en ella que salto en su propio asiento cuando la puerta de la sala fue abierta repentinamente.

—Sakurai-kun, en la recepción se encuentran un par de guardias y sospecho que están buscando a Aomine-kun. —fueron las palabras que salieron del inexpresivo rostro de Kuroko Tetsuya, un buen amigo y compañero del castaño. En cuanto esté termino la oración Daiki ya estaba planeando como escabullirse por la puerta trasera del conservatorio, o al menos por una ventana, para evitar ser atrapado. Sabía que si lo veían ahí, obviamente sin permiso, no lo dejarían salir en mucho tiempo y lo mantendrían vigilado las 24 horas, los 7 días de la semana. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la apeesurada voz del pianista junto a él.

—Kuroko-san necesito una botella de agua o una taza de café, cualquier cosa que se pueda derramar está bien. —dijo rápida y firmemente, causando que ambos peliazules se le quedarán mirando fijamente, aunque al final el de cabello celeste termino asintiendo y dando vuelta para salir del salón.

Let's Win Together! Kuroko no Basket Week 2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora