Prólogo

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Prólogo   

Corro.

No se cuando empecé. No se a donde. Sólo corro a donde me lleven mis piernas, en línea recta.

Estoy casi segura de haber escapado de algo, mas no lo recuerdo. Sin embargo los síntomas del miedo están en mi. 

Me siento mareada pero no descanso, debo seguir. Correr es difícil si no sabes cuál es tu destino. 

Siento una punzada en la espalda. Caigo. Lo último que veo son pies, no parecen ser de humano. Caballos. Recuerdo haberlos visto donde me criaron, pero no estoy segura de saberlo. 

Me desmayo.

Despierto en una habitación color durazno, ventanas grandes que miran hacia un jardín bello. Mi estudio visual se interrumpe cuando alguien entra. No es alguien, es algo. Un muy bien visto “Cavalier King” entra por la puerta y salta a la cama. Mientras me siento aplastada por una criaturita mientras ésta invade mi cara con su lengua, un joven rubio, de ojos miel, no mucho mayor que yo, entra a pasos torpes y agarra al perro.

– ¡Mishi!, te estaba buscando, ¿dónde te habías metido?– no se si es mi mirada fija a él o simplemente que me encuentro cerca del perro lo que llama su atención– Disculpe, no la había visto, soy Mark, gusto en conocerte.– no hablo, difícilmente se como.– Creo que debería irme. Gusto en conocerte, niña.– ¿Niña? tenemos alrededor de la misma edad, ni que él fuera un ancestro fósil o algo parecido.

Estoy agobiada de estar tanto tiempo acostada así que me levanto, un grave error considerando que mis piernas están entumidas y doloridas. ¿Tanto dormí? Me sostengo en la cabecera de mi cama para evitar caer, luego difícilmente camino para llegar a la puerta. Cuando por fin la atravieso un montón de niñas con uniforme verde me atropellan y caigo al suelo. ¿QUÉ NO PUEDEN FIJARSE? Me levanto y sacudo mi ropa, no me había dado cuenta que llevo una bata para dormir, esto hace que mis mejillas se pongan rojas, es muy poca ropa para mi gusto, así que regreso al cuarto y miró al closet. Nada. Ni una sola prenda. ¿Tendré que vestir así por el resto del día? Buscaré a alguien que me preste un poco de ropa.

Camino por los pasillos buscando a alguien que parezca controlar esta casa y ayudarme, la primera persona que no quiere aplastarme es una chica hermosa castaña clara con cabello semi-largo con uniforme como el que llevaban la chicas, pero en azul. Es divina comparada a mi, una chica de cabello color negro apagado, ondulado, largo; ojos color café oscuro y cara algo redonda; parezco menor de lo que soy. Le toco el hombro y ella voltea al instante, me centro en sus ojos verdes que resaltan su fino pómulo y sus labios pintados de rojo.

– Disculpe, ¿desea algo?– me dice

– Emm, yo...

– Al parecer no te has puesto el uniforme, ¿eres nueva?

– Eso creo...

– ¡Ah! Pues si es así, bienvenida– me sonríe así que yo le devuelvo el gesto.– ¿Cómo te llamas?

–No lo se. Pero mi armario está vacío y... Necesito ropa.

–Peculiar.– se queda mirándome un rato y luego vuelve a hablar– Te traeré el uniforme,  sin embargo tú tendrás que comprar tu ropa.

– No hay problema.– ¿Comprar ropa?, eso significa que debo de tener dinero, mas no se como conseguirlo. Antes de hacerle mi pregunta ya se había retirado.

Como ya no se que hacer regreso a la habitación. Quisiera que Mishi estuviera aquí, era una cachorra agradable, y la única que me cae bien hasta ahora, no es que tenga algo contra el joven ni contra la chica, solo es que no los conozco del todo. De pronto una muchacha de unos 15 con cabello rubio y ojos verdes entra con un uniforme verde.

– Me pidieron que le trajera esto. Su salón es el 312 del ala B.– ¿Ala B? ¿Qué es eso?

– Gracias.– Me limito a decir, ella esboza una sonrisa.

– Me llamo Annie, soy la dama de llaves de aquí.

– ¿Trabaja aquí?– desearía no haber dicho eso, pero ella no parece ofendida.

– Si, es mi manera de ganar dinero, sin embargo también estudio.– Así que así es como se obtiene dinero en este caserón.

– ¿Tendré que trabajar de llavera para conseguir dinero?– Tampoco debí de haber dicho eso.

– Jaja, no, hay diversos trabajos, sin embargo es emocionante para mí  poder entrar a todo sitio que quiera.– Así como lo dice empieza a gustarme.

– ¿Qué más trabajos hay?

–Demasiados, la mayoría son trabajos que no tienen que ver con la mansión Elféneric, somos pocos los que el señor de la casa confía, entre uno de ellos estoy.

– Suena divertido.

– A veces lo es.

– Creo que me tengo que ir, llego tarde.– No se si llego tarde, sin embargo las niñas que me pisaron hace rato parecían apuradas.

–¡Dios mío! Casi lo olvido. Ten. Es tu horario, no lo pierdas.– Me pasa una hoja de papel con números y letras escritos, no me acuerdo como leer, con trabajo me acuerdo de algunas palabras.

– Gracias… Habías comentado algo sobre un tal “Elinerí”.

– Elféneric.– me corrige.

– Elféneric…– repito– ¿quién es?

– No es “quién” es “quiénes”. Es una familia rica, la dueña de esta casa. Por años se han mantenido estables, fundaron una escuela a unos pasos de aquí llamada como su apellido. Aunque últimamente han tenido series de guerras contra los “Moroné”, otra familia de igual rango socioeconómico.

–Bueno, me voy. Gracias.– Repito.

–No hay de que.

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