Capítulo 1: sobre perroflautas y bolcheviques

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La primera vez que nos vimos cara a cara fue en el rellano de mi casa.

Quiero decir, él estaba dentro de mi casa.

No le había visto en mi vida, y ahí estaba, mirando al infinito con cara de alelado. Entre sus grasientos mechones de pelo negro pude atisbar un par de ojillos de rata, esos ojos que solo podrían tener gente como el puto Jeffrey Dahmer, y un par de pupilas como cabezas de alfiler estaban coronadas por un fulgor vidrioso.

Vaya, he dado a parar con un puto yonki de esos. He tenido que lidiar con muchos de su calaña a lo largo de mi dilatada trayectoria como turista de antros de mala muerte y asistente a los conciertos de grupos locales.

Esas sanguijuelas serían capaces de vender a su madre a un proxeneta rumano por un pico, con tal de poder acceder durante unos minutos a su cielo, o infierno, químico particular.

Mi churri tenía la cara bermellón de la ira. En cuestión de unos pocos segundos, explotó como si del coche de Carrero Blanco se tratase. ¡Bum!

-¡TE DIJE QUE CERRASES CON LLAVE, RETRASADO!-gritó furibunda.

Escuché cómo la vecina del quinto corría el pestillo y asomaba sus narices entre la rendija de su puerta con el objetivo de obtener toda la información posible para cotillear en el gremio de viejas pellejas, del cual ella era miembro honorífico.

El okupa miraba divertido aquella estampa de relaciones disfuncionales.

-Lo siento Ana Mari...-dije torpemente. Me había pasado con la cerveza en el concierto.

-¿QUÉ LO SIENTES? ¡NOS HAN OKUPADO EL PISO! ¿Qué hacemos ahora?

-Entrar- dijo el yonki arrastrando las palabras.

Estaba perplejo. Ese perroflauta toxicómano me estaba invitando a entrar en mi propia casa. Asi que, como la persona sensata y razonable que era, acepté.

-¡OH VENGA IOSU, NO ME JODAS IOSU, NO ME JODAS!¡CADA POCO TENGO QUE IR A LA COMISARÍA PARA RECOGERTE DESPUÉS DE HABER MONTADO GRESCA EN UN BAR! ¿NO PUEDES EMPLEAR TODA ESA AGRESIVIDAD PARA ECHAR A ESTE DELINCUENTE DE NUESTRO PISO?

-No soy un delicuente. Soy Eloy.

-CÁLLATE-sentenció Ana Mari.-Iosu, he intentado hacer que veas que la vida que llevas no es la correcta, pero tú continuas por la misma línea de desfase, rock y autodestrucción.

Escúchame; he visto todas las películas de cine quinqui que has recomendado, en contra de mi voluntad, por cierto, ya que no me agrada ver a jóvenes drogadictos que desafían a la autoridad, como podrás entender.

He tenido que leer todos los libros de tu querido Lenin y su panda de comunistas genocidas, e incluso fui contigo al concierto de El Drogas. ¡Esos punkis ninis me miraban cómo si fuese un alien, solo por no ir vestida con ropa de mendigo!

Y tu, Iosu, tu nunca has querido ceder ninguna vez conmigo.

¿Cuántas veces te he rogado que me acompañes a un concierto de Taburete?

-Nena, ya sabes que no me van esas cosas.

-Ya. Soy consciente de que tú eres más de ir a pegar a ancianos indefensos en el barrio Salamanca.

-Ana Mari, te he dicho mil veces que esos fósiles son nostálgicos de la bandera del pollo. Yo lucho para que tu querida rojigualda no aparezca con un aguilucho de la noche a la mañana.

-Los extremos se tocan- el yonki procedió a descojonarse con su risa de perro adicto a la nicotina. Ana Mari le dirigió una mirada castrante. -Qué pena que ahora los bolcheviques que dirigen este país y la policía beneficien a basura como tú.

-¿Desde cuándo?-respondió Eloy. Ana Mari, convenientemente, esquivó su pregunta.

-Si las cosas fuesen como hace 40 años, ya haría tiempo que te estarías pudriendo en los calabozos de la Guardia Civil.

-Ya, ésto con Franco no pasaba-replicó lacónicamente Eloy. La melena "pepera" de Ana Mari se crispó cual gato negro de Halloween en una película yanki. No pude evitar soltar una pequeña carcajada al pensar que un picota le había ganado a una cayetana en esta conversación de besugos. Ella tenía lágrimas de rabia e impotencia. Me puse cachondo.

-Piérdete. Hasta nunca, cabrón.-su figura pronto se adentró en la oscuridad de la escalera. Sus tacones Bimba y Lola repiquetearon sobre los peldaños, seguidos por un portazo y los posteriores cuchicheos de mis vecinos.

Me había dejado.

Me había dejado con un okupa politoxicómano que se había metido, Dios sabe cómo, en mi piso.

-Agur yogur.

-Necesito una birra.

El espíritu de EloyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora