Capítulo 28 - Tiziana Carmona

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Miércoles 17 de septiembre de 2014

Roma, Italia.

            Jamás creí que tendría que volver a vivir algo como esto. Jamás creí que tan solo cinco meses más tarde tendría que volver a utilizar mi vestido de luto. Cuando lo doblé y guardé, creí que quedaría allí por muchos años, que las cosas irían bien, porque por un momento creí que iba a encontrar mi arco iris después de la negrura de las situaciones vividas.

            Cuando me miré en el espejo del cuarto, me pareció verme a mi misma hace veinte semanas atrás. El cielo estaba nublado, Roma tenía nubes que amenazaban con llorar la muerte de mi difunta tía, y no había un viento helado que me calase los huesos y me entumeciera los músculos, solamente estaba ese gris plomizo que me recordaba que mis sentimientos y los de toda mi familia materna no estaban ni cercas de ser para un día azul.

            Lentes de sol oscuros a pesar de que no había sol, para poder ocultar las ojeras provocadas por el insomnio; las mangas de encaje negro se pegaban a mi piel, la otra tela la desconocía, pero podía sentirla en mi cuerpo como si me estuviera clavando agujas pequeñas en cada parte. No sentía dolor, no sentía cansancio, no tenía fuerzas para llorar ni para gritar, ni siquiera pude insultar al destino por hacerme vivir esta mala pasada otra vez, por lacerarme el corazón una y otra vez, recordándome que la muerte parecía pisarme los malditos talones y que tenía como objetivo martirizarme hasta enloquecer.

            No podía dejar de pensar en Daniella, su grito desgarrador cuando su hermano le comunicó mediante nuestro sistema de trazado, que su madre había muerto. Los tímpanos me zumbaban recordando el hipar desconsolado y los gemidos de dolor, además de la continua negación y como llamaba a su madre estirando los brazos para que se le acercase, pero eso era algo que mi tía Tiziana ya nunca volvería a hacer.

            Viajar al cementerio en el asiento trasero del auto de Mauricio, fue una manera de torturarme a mi misma aún peor que recordar que el avión iba en dirección a mi casa cuando ocurrió todo. Sentía culpa a pesar de que sabía a la perfección que habían saboteado el avión, porque si ellas no se hubieran subido, todo sería diferente, las cosas serían distintas y Tiziana estaría viva, Daniella estaría a salvo, Daniel y Mauricio no tendrían un descontrol sentimental por la situación.

            Además de que seguía perdida en aquella conversación que mi tía Leonora y mi padre habían tenido tres días atrás. Las piezas del rompecabezas no encajaban simplemente porque me faltaban muchas partes, porque estaba segura de que no sabía ni siquiera la mitad de las cosas, porque desde aquella conversación sentí que jamás había conocido a mi familia, que todos llevaban máscaras que cubrían sus verdaderos rostros. Sentía que estaba siendo un peón en un juego de engaño, pero que todavía me faltaban miles de cosas por entender, que todavía necesitaba miles de cosas para poder armar el maldito rompecabezas.

            Y por alguna razón sabía que mi matrimonio forzado con Franco, la prohibición de mi padre con respecto a mi relación con los Walls, la candidatura de Stefan Donovan, las miradas inescrupulosas de todos aquel día a la salida del colegio, mi tía Leonora, mi familia materna, Peyton Greene, Úrsula Salvatore, la muerte de mi tía Tiziana, la laceración de Daniella, el sabotaje del avión de mi tío, todo eso tenía una conexión; tenía que existir algo que yo estaba ignorando o me estaban ocultando, porque estaba más que segura de que había una relación entre todas estas cosas que estaban sucediendo.

            —…Y roguemos por el alma de María Tiziana Carmona, para que Dios perdone sus atrocidades y pecados, y le permita subir al reino de los cielos para vivir una pacífica vida eterna, lejos de las llamas del infierno—el sacerdote murmura con una biblia en su mano izquierda y elevando las mano derecha al cielo a cada una de sus palabras. Miré la cabellera de mi tía Leonora, quien estaba sentada en la silla delante de mí y vi que inclinaba la cabeza hacia el lado derecho, para mirar a Mauricio quien frunció el ceño por una razón que desconozco.

Los secretos nunca terminan con la muerte. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora