Capítulo 1

1.1K 97 21
                                    

Era el cumpleaños de Wheein. La rubia odiaba estas fechas, no le gustaba ser el centro de atención y además no tenía amigos para invitar. Quería que sea un día normal: despertar, ir al trabajo, volver y dormir hasta el otro día, para luego despertar y que todo sea un loop interminable, pero Yongsun no se lo permitió.

Había olvidado borrar todas sus redes sociales, tampoco era que las tenía presente, se había olvidado de sus cuentas y sobre todo que Yongsun estaba ahí y le llegaba una notificación cada vez que cumplía años. Todos sus planes de olvidarse de este día del demonio estaban completamente descartados.

No sólo la mujer le gritó cuando la vio, sino que también se lo contó a toda la oficina, así que todos, conocidos o no, vinieron a saludarla y desearle un feliz cumpleaños. Wheein odiaba todo tipo de interacción.

Lo peor de todo no fue eso, la de pelo castaño incluso le compró un pastel inmenso con su edad, 30, como decoración. Su edad era un recuerdo constante de que ya se le estaba pasando la hora de encontrar pareja, igual tampoco es que la necesitara mucho, Wheein era feliz así, con una rutina diaria extrema y sonriendo, quizás, una vez por semana.

No sabía cómo ni porqué Yongsun se había pegado a ella, y sí, pegado es la palabra porque la rubia nunca la buscó, la mujer solo comenzó a hablar y hablar hasta que llegó a un punto en el que no la pudo detener jamás, así que ahí estaba todos los días, frente a la computadora mientras Yongsun hablaba y gritaba acerca de su vida con su hermana, de alguna mujer que había conocido o de su ex, que estaba completamente obsesionado con ella.

La mujer habló todo el día acerca de llevarla a un lugar especial para festejar, que años no se cumplía todos los días, bla, bla, bla. Wheein le dijo que no, hoy era viernes y eso significaba una cosa: hoy vería dos películas basura y después iría a dormir a eso de las tres de la mañana. Sí, ese era su día especial de la semana.

Hasta que Yongsun habló.

Prácticamente la obligó a ir a un restaurante bastante tranquilo junto a otras mujeres de la oficina. Wheein no había intercambiado más de dos palabras en todos estos años trabajando con ellas pero Yongsun sí, así que ahí estaban, intentando integrarla a una conversación que no le interesaba, sobre todo porque hablaban de parejas y cuan complicadas son las relaciones, algo que Wheein no tenía ni buscaba. Lo bueno es que le pagaron todos y cada uno de sus tragos y comidas, cosa que agradecía.

Al terminar se quedaron hablando una hora y Wheein estaba muy atenta al teléfono esperando que alguien la rescate de ahí, aunque sea su vecino diciendo que se le incendió la casa, pero nada. Aguantó todo y cuando estaban yéndose, su amiga le suplicó que la acompañe a un lugar, que tenía una sorpresa muy especial. La rubia se negó pero la de pelo castaño insistió tanto que se preguntó qué le hace una mancha más al tigre y se subió al coche. Yongsun le pidió que si se podía vendar los ojos y lo hizo refunfuñando. Quería que este día termine lo antes posible.

Recién se pudo sacar la venda cuando entró a un lugar con mucha música.

Rojo. Todo era rojo. Las luces tenues, el escenario, las cortinas. La oscuridad le daba ese toque de enigma que hacía que solo quede preguntarse ¿Cómo?

Lo único que tenía luz clara era la barra. Una mujer de cabello oscuro y largo estaba detrás sirviendo copas a los clientes. Sonaba música fuerte por todo el lugar, era un piano que nunca dejaba de tocar. El aroma era a cigarro, parecía impregnado desde hace años.

Buscó a Yongsun con la mirada pero estaba sola, la mujer había desaparecido y todos eran rostros desconocidos a su alrededor.

Wheein no estaba acostumbrada a esto, nunca lo estaría, estaba en contra de sus principios, Yongsun la trajo completamente engañada, la llevó con los ojos vendados como si fuera un perro que debe ir al veterinario.

Estuvo a punto de correr hacia la salida cuando una canción de jazz comenzó a sonar y una luz blanca iluminó el escenario. De manera innata miró las cortinas rojas que de pronto se abrieron dejando a una hermosa mujer sola en tal inmenso lugar.

Se quedó sin reacción alguna viendo esa piel canela. La mujer era muy bella. Tenía una mirada felina, de esas que te arrancan el corazón con sólo posar sus ojos. Los labios rojos eran los más apetitosos que había visto alguna vez. Su cabello corto y negro sin ninguna imperfección hacía que Wheein se concentre en su cuello descubierto.

Vestía un tapado de cuero rojo que le cubría el cuerpo por completo. En sus pies tenía unas botas rojas de tacón aguja. Wheein tragó. ¿Qué pasaría sí...?

No pudo terminar la frase, la mujer comenzó a cantar. Tenía una voz profunda, ronca, de esas que hace tu mente ir a lugares prohibidos. Wheein sentía que la voz la envolvía para que solo la mire a ella y se olvide de todo lo demás.

Mientras cantaba notó como con su mano izquierda desabrochaba muy lentamente el saco. El primero dejó aún más en evidencia el cuello desnudo de la mujer. A estas alturas los pensamientos de Wheein iban más allá. Cuando se quitó el segundo botón dejó en evidencia el nacimiento de su escote. El cuerpo de Wheein se estremeció.

La mujer acariciaba su piel descubierta lentamente al ritmo del jazz. Sonreía también, lo había logrado, Wheein se había olvidado de todo lo demás. El tercer botón dejó al descubierto la lencería de encaje color rojo. No podía dejar de verla.

Al cuarto botón la mujer dejó el micrófono a un lado y fue directa al caño que se encontraba en el segundo escenario. Con solo caminar alrededor los billetes comenzaron a tapar el piso.

Para el quinto botón su cuerpo estaba descubierto, dejando en evidencia la sexy lencería roja por completo. Tenía medias de red también que le iban tan, tan, apretadas que se le marcaba la carne e intentaba escaparse por entre los hilos. A Wheein se le hizo agua la boca y la entrepierna a la vez.

Con esa mirada felina, la mujer comenzó a treparse en el caño, a hacer piruetas. Wheein no tenía escapatoria alguna, estaba ahí, parada en medio del lugar con los ojos pegados a una sexy mujer. Tembló cuando sus miradas se encontraron y suspiró fuerte cuando la bailarina sonrió.

Wheein no supo cómo, pero la morena no dejaba de verla ni un segundo. La mujer se retorcía, se tocaba, se lamía, todo mirándola y Wheein quería gritar. Las piernas le temblaban como si fueran de papel. La mujer seguía viéndola como si se la fuera a comer y solo contribuía a que su entrepierna se humedezca más y más. Wheein perdió la cordura cuando la bailarina se acarició su sexo y con esa misma mano le lanzó un beso.

Cuando terminó su baile, se puso de espaldas y dejó libre sus pechos. No se veía nada más que un cuidado contorno redondo y completamente apetecible. Las luces se apagaron de repente y toda la sala comenzó a aplaudir y gritar su nombre; Hwasa.

Hwasa era el nombre de la mujer que Wheein nunca podría olvidar.

La rubia necesitó un momento para entender la situación. No sabía cómo pero ahora tenía un calor inmenso naciéndole desde las entrañas. Se agachó para contenerse, las piernas le seguían temblando y su entrepierna era un río. Hwasa había hecho mucho más que solo bailar. Respiró hondo un par de minutos y se levantó otra vez. Miró a su alrededor sin poder distinguir ningún rostro y salió del lugar.

Al carajo Yongsun, iba a volver sola a casa como sea.

Strip - WheesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora